Hace un año asesinaron a Maria de Coppi en Mozambique… ¿La veremos en los altares?

  • La comboniana italiana, que llevaba seis décadas allí, murió a los 83 en un ataque islamista en Chipene
  • Su compañera, Ángeles López, y el obispo misionero de Nacala, Alberto Vera, destacaron de ella su bondad
  • Muy querida por la población local, los musulmanes se referían a ella como “nuestra madre”

Este 6 de septiembre se cumple un año del asesinato de la misionera comboniana italiana Maria de Coppi, víctima mortal en un asalto islamista a su comunidad, en Chipene, al norte de Mozambique.



De Coppi, a sus 83 años, llevaba 59 años en el país. Compartía misión con sus compañeras de congregación, la también italiana Eleonora Reboldi y las españolas Ángeles López Hernández y Paula Ciudad, quien el día anterior se había desplazado a la ciudad a comprar lo necesario para el hogar. Se libró así del infierno con el que se toparon, en plena noche, sus compañeras, que vieron arrasadas sus dos residencias para estudiantes, su escuela, su centro de salud y su iglesia.

Un mal presentimiento

Ángeles López, quien tiene 83 años y lleva cinco décadas de misión en Mozambique, recordó entonces a ‘Vida Nueva’ cómo sucedió todo: “Maria, que me acababa de leer en mi habitación una carta de su sobrina, presentía que algo malo iba a pasar. Yo la animé y le dije: ‘Ay, Maria, no digas eso; es la segunda guerra que pasamos. Verás que todo va a ir bien’”.

Sin saber que era inminente la tragedia, se despidieron para dormir y, “a los dos minutos, sentí un disparo grandísimo. Entonces salté de la cama para avisar a Maria de que habían llegado. Cuando abrí mi puerta, vi que ella ya estaba en el suelo, muerta”.

Representaba la acogida y la paz

Ella también estuvo cerca de perder la vida, pero los terroristas se la perdonaron para que diera a sus compañeras un mensaje: tenían que abandonar el país. El dolor fue inmenso, pero sobre todo latía en ella la huella imborrable que le dejó Maria: “Era una persona que representaba la acogida y la paz, mediando siempre en todo tipo de conflictos, internos y externos”.

Pero, sobre todo, “destaco de ella que era una mujer de muchísima oración. Tenía una honda relación con Dios… Cada noche, antes de acostarse, iba a la capilla y se quedaba unos diez minutos con la cabeza recostada sobre el sagrario, de madera y muy sencillo. Jamás olvidaré esa imagen suya, apoyando su cabeza y sus manos. Estaba realmente unida a Dios. Por eso sé que estaba preparada para entregar la vida”.

Una vigilia de dolores

También nos dio su visión el mercedario español Alberto Vera, obispo de la diócesis mozambiqueña de Nacala, en la que se sitúa Chipene. Revivió con mucho pesar lo ocurrido en la madrugada de ese 6 de septiembre: “Fue una vigilia de dolores. Desde el momento en que los terroristas entraron en la Misión de San Pedro de Chipene, ya estaba recibiendo informaciones por diferentes canales de su presencia aterradora. A las 21:00 horas, el párroco, Lorenzo Barro, me informa por mensaje telefónico de que hombres armados están quemando la casa de las hermanas combonianas y la iglesia; por otra vía recibo la noticia de que hay muchos disparos y han asesinado a Maria de Coppi; y, por otra, que los terroristas han asesinado a varias personas cerca de la iglesia”.

A la una y media de la madrugada “se corta la comunicación con los sacerdotes de la misión y comienza una noche interminable. Rezo para que la Virgen María cuide de todos los que están en la Misión de Chipene: las hermanas combonianas Maria, Ángeles López y Eleonora Reboldi, que están con las 12 adolescentes de la residencia que no han podido salir, y los dos sacerdotes, Lorenzo Barro y Loris Vignandel”.

El dolor de todo un pueblo

Tras casi 60 años de entrega total al pueblo mozambiqueño, Vera valora inmensamente el testimonio de vida de la misionera italiana asesinada: “Maria era una mujer que transmitía bondad y mucha serenidad al pueblo pobre con quien compartió casi toda su vida. Los días uno y dos de octubre visité la Misión de Chipene, acompañado del padre Lorenzo; fuimos recibidos por multitud de cristianos y musulmanes y sus rostros expresaban el dolor y la condena por su muerte. En todos los discursos, al referirse a la hermana, el pueblo la llama “nuestra madre”.

Ante el mensaje violento de una minoría de fanáticos, que les trasladan a los misioneros que han de abandonar a su gente y marcharse del país, Vera les responde que “la gente, el pueblo, llora ante la posibilidad de que nos marchemos. A las hermanas que nos acompañaron el día 1 de octubre a Chipene, oí como les decían: ‘Hermanas, no nos dejen solos, ¿qué vamos a hacer sin ustedes?’. Esta es la voz de Dios, la del pueblo pobre y abandonado”.

Al poco, en un acto organizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, el propio Vera manifestó su esperanza de que Maria de Coppi suba a los altares: “Es posible que se abra un proceso de beatificación por martirio”.

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