La acción de gracias del cardenal Mario Poli por su tarea en Buenos Aires

  • Comentó que fue un privilegio haber servido a su propia Iglesia
  • Destacó que el gran apoyo de la tarea conjunta con los auxiliares

A través de una producción del canal de la arquidiócesis de Buenos Aires, Canal Orbe 21, el arzobispo emérito porteño, cardenal Mario Poli, realizó una reflexión sobre su ministerio pastoral en la ciudad.



Destacó que no se trata de hacer un balance, sino de hacer un resumen, una acción de gracias por el “privilegio de servir en mi propia Iglesia”, donde fue bautizado, tomó la primera comunión, fue confirmado, y vivió en Buenos Aires.

El desafío de escuchar

El obispo contó que el estaba contento con ser cura en la ciudad. No pensó nunca en ser obispo, y tampoco arzobispo de Buenos Aires. Cuando le propusieron ser obispo le pareció que era un servicio que podía hacer, más allá de que los ministerios y los oficios que se encaran quedaran grandes.

Cuando lo llamó el nuncio para anunciarle que iba a ser obispo, había celebrado una misa en la que, en la lectura se leía un texto de Salomón que le pedía a Dios: “Dame un corazón que escuche”. Y especificó que le pidió a Dios la gracia de escuchar, que es más que oír. Aunque no tuvo escudo episcopal, eligió esa frase bíblica, y la escucha se convirtió en un desafío.

Trabajo en equipo

Recordó su servicio como sacerdote y como obispo auxiliar de Buenos Aires; después como titular de Santa Rosa (provincia de La Pampa) donde visitó solo muchos pueblos de la provincia. A su regreso a Buenos Aires, percibió la importancia de trabajar en equipo con los obispos auxiliares. “El ministerio episcopal no se puede ejercer solo, para gobernar, para santificar y para enseñar al pueblo de Dios. Fue una gracia encontrarme con un equipo de obispos (auxiliares)”.

Esta gracia, la de llevar a cabo una tarea en forma conjunta, permaneció por diez años. Y aseguró que fue notable la estabilidad y la permanencia de los auxiliares porteños, ya que permitió que surgiera la amistad: “Esto fue de la mano de Dios”.

En contraposición con la lejanía, a resguardarse, a “ser de escritorio”, el papa Francisco marcó desde el principio de su Pontificado un modo, un tono, para estar con todos: la cercanía, con la exhortación de Evangelii Gaudium.

Dejarse enseñar

Con respecto al Santuario de San Cayetano, umbral del cielo, expresó que hay un antes o un después de todos los fieles que se acercan; a todos los cambia un poco, aunque después las intenciones en el medio del mundo y de sus urgencias a veces se pierdan, siguen los buenos propósitos hechos con tanta humildad.

Señaló que, encontrarse con las comunidades de todo tipo permite recoger y dejarse enseñar por la gente, que tiene muchas cosas para enseñar. Así expresaba el cardenal Poli el segundo momento, después de escuchar: “la Iglesia en salida”, que tanto insiste el papa Francisco: “Un desafío para nosotros, pero la alegría que nos causaba y contagiaba la gente cuando íbamos a las comunidades, me parece que nos alentó a seguir profundizándolo”.

Según expresó, esto se convirtió en un estilo, un modo de ser de la Iglesia porteña. El cardenal Bergoglio se convirtió en un apóstol en esto. Aseguró que “No hay rincón en la arquidiócesis donde no lo recuerden, donde no tengan una anécdota, un recuerdo de un pastor que se metió en el corazón de la gente“.

El arzobispo emérito valoró otra clave para los pastores de la arquidiócesis: el tiempo de la visita a las comunidades. La visita era estrictamente misionera, para activar la misión en las parroquias, en las comunidades. Cuando era arzobispo, Bergoglio dio una consigna: “Cuidar al hermano”: respetarse y cuidarse, trazar más los lazos afectivos porque somos un cuerpo. Eso lo continuamos para que crezca la espiritualidad de cada uno y para que crezca la Iglesia como testimonio de comunidad.

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