Cardenal Lazzaro You: “Un sacerdote que vive en soledad, o que anhela la soledad, no está bien formado”

El prefecto del Dicasterio para el Clero lamenta que en la Iglesia “a veces seguimos dando la impresión de ser un universo machista”

prefecto de la Congregación para el Clero

El cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio para el Clero, ha trazado en una entrevista en ‘L’Osservatore Romano’ los retos que tienen los sacerdotes de hoy en día. Una conversación en la que se presenta como “Lázaro, pobre don Lázaro, pobre porque yo también, como Lázaro, el amigo de Jesús, soy un resucitado, un indultado” ya que relata que fue bautizado a los 16 años tras asistir a una escuela católica –como tantos en Corea a pesar de que su familia no fuera religiosa– y por el papel de su profesor de religión y de unas religiosas. Más tarde iría al seminario y llegaría incluso a ser rector de este.



“Toda mi vida ha estado guiada por las puertas correderas que la gracia de forma misteriosa e inescrutable me ha ido dando”, señala el purpurado. También al encontrarse con el papa Francisco de quien ha aprendido que “el fin del cristianismo nos obliga a replantearnos radicalmente nuestra presencia en el mundo”.

Ministerio inculturado

Entrando en la comprensión del ministerio sacerdotal, más allá de la inculturación del catolicismo, “en el fondo permanece la sacramentalidad del ministerio que evoca la idea de sacerdocio que tenía Jesús, pero hay sensibilidades e interpretaciones muy diferentes del papel”. “Cuando hablo de sacramentalidad, no me refiero a un estatuto de exclusividad, sino a la encarnación de la ley del Amor en la vida de quien está llamado a Cristo. El paradigma del buen sacerdote -dondequiera que viva y trabaje en el mundo- es la ley del Amor, que supera cualquier otra norma moral o canónica”, destacó. “Vivir el Evangelio no es codificar una legislación moral, sino hacer felices a los demás poniéndolos en contacto con el amor infinito y misericordioso de Dios”, apuntó.

Destaca del sacerdocio, más allá del contexto, basado “en la centralidad de la Palabra”, la oración y la vida comunitaria. “Un sacerdote que vive en soledad, o que anhela la soledad, no está bien formado. Soy muy consciente de que la vida comunitaria es a menudo difícil, llena de obstáculos y de incomprensiones mutuas. Pero son precisamente estas dificultades las que forjan el carácter de un buen sacerdote, en el sentido de la capacidad de acoger, de ser paciente, de ser humilde, de ser abierto y comprensivo con las muchas alteridades que ofrece el mundo”, reclama.

Un puente entre el cielo y la tierra

“En una religión, como la nuestra, que se basa en la ‘mediación’ del Dios-Hombre, la figura del sacerdote es analógicamente la de un ministro mediador entre el cielo y la tierra. De aquel cuya tarea es abrir puertas. Es lo que nos dice Jesús: por ellos me consagro, para que sean consagrados para los demás. Por otra parte, el ministerio del sacerdote se sustenta en una Iglesia laical fuerte: el sacerdote debe recordar siempre que el sacerdocio ministerial existe en la medida en que existe el sacerdocio universal; y no viceversa”, reclama.

“A veces seguimos dando la impresión de ser un universo machista y, por eso, la sociedad nos juzga a menudo mal. Pero gracias a Dios, también gracias a los caminos teológicos y pastorales sobre este tema, y especialmente gracias a los impulsos y opciones del papa Francisco, estamos en camino”, señala sobre el acceso de la mujer a los ministerios. “Tenemos que encontrar caminos buenos y válidos para superar ciertos aspectos canónicos relativos a las funciones de gobierno y responsabilidad y, sobre todo, superar nuestras resistencias pastorales cuando se trata de la participación normal de las mujeres en la vida de la Iglesia”, propone.

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