Ablaye, un abrazo con sabor a Adviento

Ablaye es senegalés, reside en España desde 2008 y se enfrenta a la fase final de una enfermedad sin cura y su último deseo es poder estar acompañado por su hijo, que no conseguía un visado. La llegada, que eso significa precisamente Adviento, se produjo finalmente el 21 de noviembre, tras gestiones interminables en las que la intervención de la comunidad católica ha sido determinante. El abrazo entre ellos se produjo en el Hospital Costa del Sol, entre lágrimas de emoción y palabras a medio pronunciar.



“El asunto estaba bien torcido, se presentaba como imposible”, afirma Pilar Gallardo, la delegada de Migraciones de la Diócesis de Málaga, que se enteró por la prensa local de la situación de Ablaye y no pudo pasar de largo. Con casi 60 años, y 14 de residencia en España, Ablaye Mboup ha trabajado como mantero, en un locutorio, en la cocina de un restaurante… Todo por poder vivir dignamente y sostener a quienes dejó en su tierra natal: su mujer y sus tres hijos. Gracias a su esfuerzo, ha conseguido darles estudios, ofrecerles una vida mejor y ayudar a muchos otros familiares y amigos, que desde allí le siguen manifestando su amor y lo consideran un héroe.

Pero, en 2009, le fue diagnosticada una enfermedad rara, hipertensión arterial pulmonar, que solo sufren entre 15 y 50 personas de cada millón. Antes de padecerla, Ablaye pesaba 80 kilos; ahora, apenas llega a 35. La dolencia, que no tiene cura y es progresiva, reduce el flujo de sangre y aumenta la presión en los vasos sanguíneos del pulmón. Sus médicos afirman que le quedan solo algunas semanas de vida y, conmovidos por su soledad (aunque compartía piso con otras diez personas), han hecho suya su lucha y se han comprometido hasta el final.

Mi ángel protector

El principal defensor de la situación de Ablaye es Rafael Bravo, un joven cardiólogo de gran corazón que lleva pendiente de él desde que se le diagnosticara la enfermedad. Cuando se desató la pandemia, habló con las aerolíneas para traerlo de vuelta desde su país, donde había ido a pasar unas semanas con una medicación insuficiente para una estancia larga. Cuando la enfermedad fue imposibilitando su actividad, se preocupó de que se le gestionara una pensión a través de los Servicios Sociales y, ante sus últimos días, no ha cejado en su empeño hasta conseguir traer a su hijo para acompañarle.

“Rafael es mi ángel, mi protector –cuenta el enfermo –. Está haciéndolo todo para ayudarme a vivir. Nunca en mi vida he visto a nadie como él. Podía haber dicho: ‘Total, es un extranjero…’. Pero ha sido todo lo contrario. Hasta lo que quiero comer, me lo trae. Solo puedo decirle gracias y que Dios le dé una buena carrera como médico, porque se la merece. Que Dios lo bendiga, a él y a todos los que en el hospital se han comprometido conmigo”. Del propio centro salió una petición que alcanzó 60.000 firmas en pocas horas y que promovió un enfermero, Pablo Guardado.

“El sistema no funciona”

Sin embargo, todos los esfuerzos parecían inútiles. “El sistema no funciona, es prácticamente imposible presentar la solicitud de visado, porque no puedes acceder a una cita. Han sido innumerables los intentos del hijo de Ablaye y las llamadas que hizo su médico al Consulado de España. Siempre tenían un no por respuesta”, relata Pilar. Ablaye quería a su hijo a su lado, y su hijo no lograba que nadie se tomara en serio su necesidad de un visado de emergencia. Los trámites pueden durar dos años y, en muchas de las puertas que tocaban, recibían por respuesta que “no era de su competencia”.

Lógicamente, tampoco lo era de la delegada de Migraciones de la Diócesis de Málaga, pero no pudo dejar de hacer suya la historia de este senegalés que pasaba sus últimos días solo en un hospital. “Cuando vimos la noticia en el Diario Sur, quisimos acercarnos a él, preocuparnos por su situación y acompañarle en lo que fuera posible. Contactamos con su médico y con el cónsul de Senegal en Málaga, Joaquín Olaverri, que también se había implicado muchísimo con Ablaye. Se había intentado todo y nos dimos cuenta de que solo quedaba que alguien pusiera voluntad política en el asunto.

Por este motivo, nos atrevimos a pedirle a Xabier Gómez, director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, que nos ayudara a contactar con la Dirección General de Migraciones del Ministerio de Inclusión. Este, a su vez, hizo lo propio con la Dirección General de Asuntos Consulares del Ministerio de Asuntos Exteriores y, entre todos, especialmente con el apoyo de José Cobo, obispo responsable del Departamento, recabamos la documentación necesaria para que Cheihk pudiera venir. Le concedieron el visado inmediatamente”.

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