Francisco en la celebración por la unidad de los cristianos: “No es posible encontrarse con Jesús sin hacerlo con los hermanos”

Esta tarde, en la basílica de San Pablo Extramuros, el cardenal Kurt Kock, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, ha presidido la celebración de las segundas vísperas de la solemnidad de la Conversión de San Pablo Apóstol, como conclusión de la 54ª Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Una celebración que estaba prevista que fuera presidida por el papa Francisco, a quien Koch ha tenido que sustituir por una nueva crisis de ciática que ha afectado al Pontífice.



Sin embargo, Koch ha leido, en nombre del Papa, la homilía que tenía preparada para esta celebración a la que han asistido representantes de otras Iglesias y comunidades cristianas presentes en Roma. “Permaneced en mi amor. Jesús relaciona esta petición con la imagen de la vid y los sarmientos, la última que nos ofrece en los Evangelios”, ha subrayado el cardenal.

“El Señor mismo es la vid verdadera” a la que “todos los bautizados estamos injertados como sarmientos: lo que significa que solo podemos crecer y dar fruto cuando estamos unidos a Jesús”. “Esta tarde nos fijamos en esta unidad indispensable, que tiene múltiples niveles. Pensando en el árbol de la vid, podríamos imaginar la unidad formada por tres círculos concéntricos, como los de un tronco”, ha explicado.

Los círculos de unidad

El primer círculo, el más interno, sería “permanecer en Jesús”. “En la acelerada y compleja realidad actual, es fácil perder el hilo, atraídos por mil cosas. Muchos se sienten fragmentados por dentro, incapaces de encontrar un punto fijo, un orden estable en las circunstancias variables de la vida. Jesús nos muestra el secreto de la estabilidad al permanecer en Él”, ha dicho.

Por este motivo, “la oración personal, estar con Jesús, la adoración, es lo esencial para permanecer en Él. Es el modo de poner en el corazón del Señor todo lo que habita en nuestro corazón, esperanzas y temores, alegrías y penas. Pero, sobre todo, centrados en Jesús en la oración, experimentamos su amor”. De esta manera, “nuestra existencia toma vida, como el sarmiento toma savia del tronco”. 

“El segundo círculo es el de la unidad con los cristianos”, ha continuado, ya que “somos sarmientos de la misma vid, somos vasos comunicantes: el bien y el mal que cada uno hace se derrama sobre los demás”. Así, la homilía escrita por el Papa explicaba que “en la vida espiritual existe una especie de ‘ley de la dinámica’: en la medida en que permanecemos en Dios nos acercamos a los demás, y en la medida en que nos acercamos a los demás permanecemos en Dios”.

Crecer en el amor

“Esto significa que si oramos a Dios en espíritu y en verdad surge la necesidad de amar a los demás y, por otra parte, que ‘si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros'”, ha aseverado el cardenal Koch. “La oración solo puede conducir al amor, de lo contrario es un ritualismo fatuo”, ha apuntado, señalando que, “de hecho, no es posible encontrarse con Jesús sin su Cuerpo, formado por muchos miembros, tantos como son los bautizados”. “Si nuestra adoración es auténtica, creceremos en el amor por todos los que siguen a Jesús, independientemente de la comunión cristiana a la que pertenezcan, porque, aunque no sean ‘de los nuestros’, son suyos”.

Sin embargo, ha reconocido que “amar a nuestros hermanos no es fácil, porque enseguida aparecen sus defectos y faltas, y nos vienen a la mente las heridas del pasado”. Y, en esta situación, “nos ayuda la acción del Padre que, como un agricultor experto, sabe bien lo que tiene que hacer. El Padre corta y poda. ¿Por qué? Porque para amar hay que despojarse de todo lo que nos desvía del camino y nos encorva sobre nosotros mismos, impidiéndonos dar fruto”.

“Pidamos, pues, al Padre que nos quite los prejuicios sobre los demás y los apegos mundanos que dificultan la plena unidad con todos sus hijos”, ha dicho. “Así, purificados en el amor, sabremos poner en segundo lugar las trabas terrenales y los obstáculos del pasado que hoy nos distraen del Evangelio”.

Por último, el purpurado ha apuntado que el tercer círculo “es la unidad de toda la humanidad”. “El Espíritu Santo nos enseña la concreción del amor hacia todos los hermanos y las hermanas con los que compartimos la misma humanidad, esa humanidad que Cristo unió a sí de manera inseparable, diciéndonos que lo encontraremos siempre en los más pobres y necesitados”, ha afirmado. “Al servirles juntos, nos redescubriremos como hermanos y creceremos en la unidad”.

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