La Biblia de la Iglesia en América, una traducción hecha para latinos

  • “El reto no fue fácil por las distancias geográficas y las diferencias culturales de los colaboradores, pero valió mucho la pena”, asegura el coordinador y revisor del Nuevo Testamento
  • El próximo 20 de noviembre la BIA será presentada en la Universidad Pontificia de México por un obispo y dos sacerdotes que estuvieron involucrados en la traducción

La Biblia de la Iglesia en América (BIA), edición oficial del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), será presentada este 20 de noviembre en la Universidad Pontificia de México, por el obispo Adolfo Miguel Castaño Fonseca, coordinador y revisor del Nuevo Testamento (NT), así como por los sacerdotes Francisco Nieto Rentería, coordinador lingüístico del NT por México, Centroamérica y el Caribe, y Carlos Junco Garza, coordinador general del equipo responsable de la traducción.

En entrevista para Vida Nueva, Castaño Fonseca, quien recientemente tomó posesión como primer obispo de la diócesis mexicana de Azcapotzalco, en la Ciudad de México, habla de las bondades de la Biblia de la Iglesia en América (BIA) –editada por PPC– y del largo proceso que se llevó a cabo para tener una traducción fiel en dos sentidos: a la Palabra divina y a los lectores.

La traducción inició en el 2004 a partir de una iniciativa de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, que buscaba contar con una biblia para los hispanohablantes de ese país; pero el entonces secretario del CELAM, Carlos Aguiar Retes, actual arzobispo de México, fue más allá y sugirió la posibilidad de que dicha biblia fuera para todas las conferencias episcopales de Latinoamérica. Hoy, la Biblia de la Iglesia en América, es una realidad.

Una biblia autóctona

Para el obispo Castaño Fonseca, se trata de una biblia “autóctona”, no sólo porque ha sido hecha en América Latina, sino porque todo el equipo que trabajó en la traducción es latinoamericano. “Hay por ahí dos personas que no nacieron en América Latina, pero que toda su vida han vivido ahí, y han estado relacionados con el idioma español y el castellano que se habla en América Latina”, precisa.

Explicó que si bien hay diferentes traducciones de las Sagradas Escrituras que se han esforzado por encontrar el sentido de las lenguas originales, la BIA buscó ser desde un principio una traducción con una doble fidelidad: “al texto bíblico y al lector”, de manera que no se traicionara el sentido del texto, pero también que fuera comprensible.

A veces en las traducciones, por ser muy literales, no se entienden, o a veces, por querer hacerlas demasiado comprensible, se alejan del texto, como es el caso de la Biblia Latinoamericana”, dice.

La gran mayoría de las traducciones de la Biblia han sido hechas en España y cuentan con adaptaciones a América Latina. “La Biblia Latinoamericana sí fue hecha en América Latina, pero al tratar de ser muy popular, se alejó del sentido original de los textos. Otra biblia muy conocida en México es la del padre Agustín Magaña, quien sí conocía bien las lenguas, pero la hizo él solo, y no resultó del todo. Siempre es mejor trabajar en equipo”, afirma.

Un trabajo en equipo

Castaño Fonseca detalló que la traducción de la Biblia de la Iglesia en América la hicieron personas de diferentes países para “tratar de traducir los textos originales, del hebreo, arameo y griego, con un lenguaje comprensible para la mayoría de los países de América Latina, por lo cual se formó un equipo con expertos profesionales de diferentes países, con un amplio conocimiento en lenguas bíblicas. “Además –añade– cada texto fue discutido por coordinadores lingüísticos, para ver cómo se podía entender mejor una expresión”.

Al referirse al reto que enfrentó como coordinador y revisor del NT, tarea que inició siendo aún sacerdote de la Diócesis de Toluca, explicó que el primer desafío fue encontrar quién pudiera formar parte de ese equipo plural de traductores de diferentes países.

“Después, el reto fue coordinar los esfuerzos, pues la tarea no era fácil, ya que cada quién estaba en su país; me enviaban por correo electrónico los textos traducidos; yo los recibía y daba mis puntos de vista, y luego los enviaba a los otros del equipo”.

Y continúa: “Después nos juntábamos en Bogotá, discutíamos la traducción y procedíamos a la aprobación de la traducción; no fue fácil por las distancias geográficas y las diferencias culturales. Pero siempre tratamos de que la interpretación no fuera hecha por una sola persona, sino en un consenso, y sobre todo, haciendo ese texto asequible, comprensible, para todos los lectores”.

Para Castaño, el haber participado en la traducción de la Biblia de la Iglesia en América fue una experiencia novedosa, única e inédita, a través de la cual –dice– aprendió mucho: “esto llevó un trabajo más técnico y en constante diálogo con los demás; vino a enriquecerme y a darme muchas aportaciones, y uno aprende a tener un horizonte más amplio; valió mucho la pena, una satisfacción humana y espiritual”.

Para asistir a la presentación de la BIA es necesario confirmar su asistencia al número móvil 55-7979-3772.

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