El laico ya no es un intruso en la facultad de teología

  • La presencia de seglares en estudios eclesiásticos aumenta en las universidades españolas
  • Ellos consideran que, pese al mayor número, todavía “tendría que ser mayor”
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Los laicos toman las facultades de teología de España. Universidad Pontificia Comillas

Una formación laical de altura. Asignatura pendiente. Que se deja de un curso para otro. Alguna que otra iniciativa para solventar la falta de herramientas para que los seglares sean adultos en la fe a través de un grado universitario. “Comillas quiso responder al Concilio apostando por el conocimiento del laico, más allá de un cursillo para hacer frente a la catequesis de adolescentes o de un máster para conseguir la DECA”, asegura Carmen Márquez, directora de la Teología Universitaria para Postgraduados de la Universidad Pontificia Comillas, que se esconde bajo las siglas de TUP.

Una iniciativa que cumple en este curso 40 años, y que surgió de la mano de Alfonso Álvarez Bolado, inspirándose en un programa similar que había implantado el Instituto Católico de París. En el primer curso, se matricularon 37 alumnos. En los primeros cuatro años, había matriculados cerca de un centenar de alumnos, con una media de edad en torno a los 35 años. Hoy por hoy están matriculados ochenta alumnos y ocho de cada diez son seglares frente a dos consagrados.

Médicos, abogados, economistas… Todos comparten pupitre con algún que otro religioso. Sin barreras. De lunes a jueves. En turno de tarde. ¿El resultado? La media en sacar adelante el grado de cinco años de Teología se sitúa en los siete. El índice de fracaso escolar es mínimo. Tan solo cuando esas cuestiones laborales y familiares se complican, hacen que se posponga alguna matrícula.

“Estudiar teología me ha permitido crecer hacia dentro”

De hecho, el examen final y los criterios de corrección son los mismos que para la jornada de mañana. “Te matas a estudiar porque te engancha. Y sin rebajar nada la exigencia”, apostilla Jesús Gómez Ayet, profesor de lengua jubilado y a punto de ser abuelo. Para Ignacio Valseca, que se mueve en el ámbito laboral de las ONG, “estudiar Teología me ha permitido crecer hacia dentro, en lo profundo de las raíces. También ha sido una experiencia positiva para mi entorno, que ha reaccionado con curiosidad, planteándome dudas, interpelándose ellos también”.

Alicia Castro se lanzó al TUP cuando ejercía como vicepresidenta del CSIC. “Necesitaba algo más para alimentar mi fe. Llegué a un punto que, o profundizaba o me apartaba”, relata esta doctora en Ciencias Químicas, que vive rodeada “de científicos agnósticos que poco a poco me han ido planteando cuestiones y abriendo debates que yo no habría podido afrontar con ellos si no hubiera pasado por aquí”.

Mencía de Zárate ha trabajado en la banca hasta hace un par de meses. “Cuando el psicólogo del colegio pasó un test de orientación laboral, el resultado indicó que estaba llamada a estudiar Teología, pero no le di importancia entonces”, explica esta abogada que al matricularse en el TUP se encontró con alguna que otra resistencia, internas y externas: “Cuando llegué me sentía como una intrusa, como si esta carrera fuera coto para religiosos. Además, en mi entorno hubo quien me advirtió de que no estudiara porque a lo mejor perdía la fe”.

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