El debate sobre el diaconado femenino

 

“Hoy parece indiscutible que las mujeres deben tener cada vez mayor protagonismo en las decisiones de la Iglesia Católica”

“Hoy parece indiscutible que las mujeres deben tener cada vez mayor protagonismo en las decisiones de la Iglesia Católica”

Ante más de 800 superioras religiosas, en la Sala Nervi del Vaticano, el papa Francisco se animó a abrir uno de los debates más complejos y polémicos en la historia eclesial. Conversando sobre el papel de las mujeres en la Iglesia primitiva, cuando muchas de ellas tenían una activa participación, y ante la pregunta de por qué se las excluye del diaconado, observó que la cuestión no estaría clara en la tradición y el magisterio, y que ameritaría la creación de una comisión que la estudie. Bergoglio ya había tenido ocasión de señalar la necesidad de que las mujeres ocupen mayor protagonismo en las decisiones de la Iglesia Católica y recientemente modificó la liturgia del Jueves Santo en el rito del lavatorio de pies.

En su obra sobre los diáconos permanentes en la Iglesia Católica argentina, la socióloga Beatriz Balián, actual presidenta de la Academia Argentina de Educación, se interesó tanto por la historia del diaconado en los primeros siglos de nuestra era como por su recuperación gracias al Concilio Vaticano II, para concluir su estudio refiriéndose a la situación en nuestro Argentina.  Ya al comienzo del texto menciona la definición conciliar: “En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio”.

Siempre se habla de varones. Pero ya en su carta a los romanos, en el capítulo 16, Pablo recomienda “a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas” (uno de los antiguos puertos de la ciudad de Corinto). Y pide que la reciban y la ayuden en todo lo que necesite ya que ella (acaso portadora de esa carta) “ha protegido a muchos hermanos y también a mí”. Aparece, además, una alusión al servicio de las mujeres en la primera carta a Timoteo, en el capítulo 3. Algunos exégetas explican que las diaconisas tenían la misión de asistir a los pobres, a los enfermos, y quizás a las mujeres en el momento del bautismo.

En su Historia de la Iglesia, el estudioso Joseph Lortz anota que eran importantes los oficios de los diáconos y las diaconisas. Por su parte, el teólogo Gisbert Greshake afirma que en la Iglesia existió a lo largo del tiempo, con diferencias regionales, un ministerio diaconal femenino, pero que no se correspondía con el masculino. Su ministerio estaría en una especie de lugar intermedio entre el diaconado y el subdiaconado. Sus funciones eran muy limitadas y en servicios auxiliares referidos a mujeres y a niños. Los ritos de ordenación también eran diferentes a los de los varones y no tenía relación con el servicio del altar.

Por su parte, el dominico Michel Lemonnier recuerda que en la Iglesia primitiva había una gran variedad de gracias y de manifestaciones del Espíritu que constituían servicios para bien de la comunidad: dones espirituales o carismas. Y el teólogo Hans Küng, que después de posiciones de claro enfrentamiento con Juan Pablo II parece haber encontrado sintonía con Francisco, sostiene que en la primera Iglesia había profetas y profetisas que anunciaban mensajes inspirados, y colaboradores de muy variada índole, hombres y mujeres.

Si la exigencia de instaurar el diaconado femenino llevara a pensar en que la mujer accederá al sacerdocio en la Iglesia Católica (algo que sí acontece en las Iglesias de la Reforma y en el anglicanismo), el Papa explicó que la institución ha hablado y dijo que no con una formulación definitiva de Juan Pablo II. “Esa puerta está cerrada”, sentenció. Por su parte, el proceso en la Iglesia Anglicana para concretar la ordenación de las mujeres al diaconado no fue tan controvertido como la ordenación al sacerdocio, explica el sacerdote anglicano David George-, “pero queda la duda acerca de si la ordenación de las diaconisas formaba parte de la orden sagrada”. Las dificultades en la Iglesia Anglicana llegaron con la vocación femenina al sacerdocio, y la práctica de la Iglesia primitiva no resuelve la cuestión de la paridad entre diáconos y diaconisas. En aquella época por razones culturales las mujeres servían a las mujeres. “De todos modos, señala George, el movimiento para ordenar a las mujeres al diaconado siempre fue considerado por quienes lo proponían como el primer paso para alcanzar el ministerio sacerdotal”. El sínodo nacional de la Iglesia Anglicana resolvió que no existían obstáculos teológicos en ese sentido, pero durante un tiempo, por temor o dudas, no se implementó.

Muchos historiadores y sociólogos observarían, sin embargo, que parece no haber palabras inalterables en el correr de los siglos, porque se entiende que las circunstancias y las sensibilidades van cambiando en el tiempo. Hasta no hace muchos años las profesiones se consideraban no apropiadas para las mujeres, ya que su lugar era el hogar o, en el mejor de los casos, la escuela, la Vida Religiosa o la enfermería. En efecto, la situación y condición de la mujer, especialmente a partir del siglo XX, conoció cambios más profundos que muchos de los experimentados en siglos. De manera tal que también la teología y la vida pastoral sobre todo en algunos países europeos y en ciertos ámbitos de los Estados Unidos han sufrido cambios significativos al respecto. Además, el decrecimiento de las vocaciones religiosas en general y el escaso atractivo que suscita la vida de los institutos femeninos tradicionales plantean hoy la necesidad de debatir con apertura el lugar de la mujer en la Iglesia.

El viejo argumento antropológico no se sostiene: la convicción de que la mujer es inferior al varón es hoy claramente inaceptable en el mundo occidental. Además, en Latinoamérica muchos referentes de comunidades eclesiales son mujeres. La dificultad que implica que las mujeres deban confesarse con sacerdotes hombres (porque la consagración eucarística y el sacramento del perdón son exclusivos del sacerdocio ministerial) encontraría una cierta solución con la ordenación de mujeres. Y no pocas teólogas sostienen que, tarde o temprano, se llegará al sacerdocio católico femenino.

José María Poirier. Director de la revista Criterio

Artículo originalmente publicado en La Nación de Buenos Aires

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