Atilano Rodríguez: “Si la Iglesia dejase de atender a las personas, tendríamos un drama social”

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara y obispo delegado de Cáritas Española

Obispo delegado de Cáritas Española

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara y obispo delegado de Cáritas Española

MIGUEL ÁNGEL MORENO | Delegado de la Conferencia Episcopal Española en Cáritas, Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara, destaca el servicio como actitud intrínseca de la Iglesia, lo que no es incompatible con denunciar un desarrollo económico que no pone en el centro a la persona.

PREGUNTA.- Los centros de acción social de la Iglesia y sus instituciones han aumentado en los últimos años, con la crisis. ¿Cómo interpreta esta reacción de la Iglesia?

RESPUESTA.- La Iglesia, en el cumplimiento de su misión evangelizadora, siempre ha unido la celebración de la fe en la liturgia, el anuncio del Evangelio y el amor a todos los hombres, especialmente a los más necesitados. Son aspectos que pertenecen a la naturaleza íntima de la Iglesia y que nunca deben disociarse. En estos últimos años, como consecuencia de la crisis económica, han aumentado las personas necesitadas de orientación, de acompañamiento y de ayuda material. Ante la contemplación de esta realidad de dolor y sufrimiento, los creyentes y muchas personas de buen corazón, escuchando la voz de Dios desde el lamento de los pobres, han respondido con gran generosidad, dándose a los demás y compartiendo su tiempo, sus capacidades y sus bienes con los excluidos de la sociedad.

P.- ¿Está cubriendo la Iglesia necesidades a las que no llegan los poderes públicos?

R.- Como consecuencia de una economía de la exclusión, que descarta a quienes menos tienen, y de la indiferencia generalizada, que lleva a perder la capacidad de sufrir y sentir con los otros, la Iglesia puede estar ayudando en estos momentos a personas a las que tendrían que atender los poderes públicos y otras instituciones sociales. Por eso, la Iglesia, sin dejar de ayudar a los pobres y de ofrecer su colaboración a otras instituciones en la búsqueda del bien común, tiene el grave deber de denunciar el desarrollo económico que no ponga en el centro a la persona, que se olvide del bien común y que no luche por resolver las desigualdades injustas entre los seres humanos. En este sentido, hemos de tener siempre presente que la solución de los problemas de los pobres no puede quedar nunca en manos de las fuerzas ciegas del mercado.

P.- ¿Qué pasaría si la Iglesia dejara de hacer esta labor?

R.- Teniendo solo en cuenta las necesidades materiales de las personas, si la Iglesia dejase de atenderlas por medio de los miles de voluntarios y de los agentes pastorales que trabajan en Cáritas o en otras instituciones caritativas, nos encontraríamos con un verdadero drama social y con un sufrimiento impensable. No obstante, la Iglesia, aunque en algún momento pudiera llegar a experimentar la tentación de cerrar sus instituciones caritativas, no podría hacerlo porque, más allá de los planteamientos humanos, está el mandamiento del amor que nos obliga a mostrar, por medio de las obras, el amor de Dios a los más necesitados. Además, aunque nos encontrásemos con una sociedad en la que todos sus miembros tuviesen bien cubiertas sus necesidades materiales, siempre habría situaciones de soledad, enfermedad, falta de sentido, etc., que reclamarían la cercanía, el acompañamiento y la solidaridad de los miembros de la comunidad cristiana.

En el nº 2.941 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir