Hacia un nuevo rumbo social al servicio de las personas

jóvenes sentados en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela

La Vida Religiosa quiere abanderar una salida de la crisis asentada en valores

jóvenes sentados en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela

Hacia un nuevo rumbo social al servicio de las personas [extracto]

LUIS RIVAS | El ciudadano devenido en cliente. El bienestar como estadio adonde solo se trasciende mediante la adquisición de productos y servicios no esenciales. Seres humanos ilegales, consumidores cautivos del neoindividualismo tecnológico, contribuyentes cada vez más desposeídos de bienes públicos. Hombres que son cargas para la hacienda pública, desechados por la deslocalización del empleo; “una masa –en definición del filósofo Slavoj Zizek– dispuesta a dejarse explotar” por un salario exiguo, lo que André Gorz identificó como “refeudalización de las relaciones laborales”.

En España se consolida en nuestros días la figura del trabajador pobre, sujetos que, aun disponiendo de una nómina, carecen de recursos para cubrir sus necesidades básicas y se hallan en riesgo de exclusión social. “Trabajar hoy no es ya un derecho; parece haberse convertido en un privilegio”, indica Francisco Lorenzo, coordinador de Estudios de Cáritas.

No hace falta ser doctor en Doctrina Social de la Iglesia para percibir que la coyuntura actual de deshumanización atenta contra los principios de las religiones y de cualquier forma de espiritualidad, así como de toda aspiración con que la sociedad civil se haya constituido en los movimientos ciudadanos de nuestra crisis. Al calor llameante de la indignación han brotado colectivos como el 15-M o plataformas como la de Afectados por la Hipoteca, que a todos nos suenan tanto como aquello de “vivir por encima de nuestras posibilidades”.

Las tensiones inducidas por lo que el sociólogo Gilles Lipovetsky denomina “sociedad de hiperconsumo” nos han situado “no en una mera época de cambios, sino en un cambio de época”. Una estimulante inflexión a la que no puede abstraerse la Vida Religiosa (VR) con sus valores y anhelos, no pocos de ellos compartidos con la sociedad civil en la búsqueda de horizontes alternativos. No puede inhibirse y no parece que vaya a hacerlo, pues el propio Francisco ha descrito al sistema que rige hoy nuestros designios como un sistema “que mata”.

El profesor de Teología de la Universidad de Vitoria Fidel Aizpurúa considera imposible plantearse una VR en consonancia con el sistema “neoliberal”, y Francisco Lorenzo agrega que “la desigualdad es un escándalo ético y político”. “Como me dijo una campesina salvadoreña, ‘la pobreza nos asusta, pero la desigualdad nos indigna’”, recuerda.

sentada en Zaragoza durante las manifestaciones del 15-M

Sentada en Zaragoza durante las manifestaciones del 15-M

En esta línea, la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) organizó los días 21, 22 y 23 de febrero unas Jornadas de Justicia y Solidaridad y Misión-Cooperación bajo el epígrafe Espiritualidad y transformación social: sueños y esperanzas de la Vida Religiosa. El congreso incide en la línea de reflexión iniciada hace años sobre el encaje de la fe en el contexto sociopolítico del momento.

“Este año hemos querido acentuar una visión esperanzada tanto de la sociedad como de la misma VR, partiendo de la convicción de que espiritualidad, justicia, paz e integridad de la creación forman una única realidad inseparable y transversal de toda vida cristiana”, señalan desde CONFER.

Las ponencias marco y de clausura corrieron a cargo de la teóloga Marta Zechmeister, quien instó a vivir una “mística política” como voz esclarecida de un Dios que no se resigna a abandonar a las víctimas del sistema, que entiende la protesta como rasgo esencial de la pasión, y la rebelión contra la injusticia, como la oración más profunda. O, como estableció el pastor Bonhoeffer, “solo quien grita a favor de los judíos tiene derecho a cantar gregoriano”.

Del proletariado al precariado

En el simposio también intervino Jesús Sanz, profesor de Antropología Social en la Universidad Complutense, quien hizo referencia al concepto “precariado”, acuñado durante la presente crisis y en nada baladí. Según el Informe FOESSA 2013, la brecha entre la media de ingresos de las rentas más altas de nuestro país y las más bajas se ha incrementado en un 30% desde el comienzo de la crisis, habiéndose acusado una caída anual de un 5% en los ingresos de los más pobres.

El vocablo “precariado”, por tanto, apela directamente al proletariado, una amenaza, la comunista, que sirvió de contrapeso a los mercados y permitió establecer el contrato social entre el capital y el trabajo tras la Segunda Guerra Mundial.

“El mercado, lógicamente, no es algo malo per se, pero cuando se sale de su cauce coloniza todas las esferas de lo social. Y ahora se ha salido”, asevera el autor. Con el colapso de la URSS, el peligro marxista desapareció como antagonista del capitalismo, mientras que los sindicatos, el Estado y sus empleados políticos han sido desactivados por su propia corrupción. Lo ha explicado Zygmunt Bauman: “Hoy tenemos un poder que se ha quitado de encima a la política y una política despojada de poder. El poder ya es global; la política sigue siendo lastimosamente local”.

No resulta complicado deducir los principios e iniciativas compartidos por religiosos y actores de la sociedad civil, desde cuyas vanguardias se plantean debates y surgen propuestas en una suerte de enardecimiento mutuo. Así, determinadas congregaciones han puesto en marcha una VR “sostenible, respetuosa con el medio ambiente y bajo el lema del decrecimiento”, como la que se puede vivir en la comunidad ecológica Verdallar.

El decrecimiento, precisamente, es una de las herramientas concretas propuestas por Carlos Ballesteros, profesor de la Pontificia de Comillas, quien pide una economía social y solidaria, basada en el “Factor C”: consumo responsable y consciente, compañerismo, comunidad, cooperación, colaboración…

Una fiscalidad más justa

De esta forma, los objetivos del binomio convergen nuevamente en la exigencia de una fiscalidad más justa y progresiva y de la lucha contra el fraude, pues, de acuerdo con un informe del Observatorio de RSC, el 94% de las empresas del Ibex-35 elude impuestos. Entretanto, Tax Justice Network calcula en 550.000 millones los euros procedentes de España que se esconden en paraísos fiscales. Apoyándose en los datos anteriores, el sindicato de técnicos de Hacienda GESTHA calcula que al fisco español se le escapan 80.000 millones de euros al año, mientras las prestaciones sociales se reducen y aumenta la presión fiscal sobre el resto.

“Las políticas de austeridad vulneran los derechos sociales; estamos abandonando a los más pobres”, sentencia FOESSA. En este aspecto, diversas agrupaciones de la sociedad civil han pedido una “auditoría ciudadana” sobre todas las deudas (pública y privada) del país, para determinar responsabilidades y clarificar a qué parte de la deuda ha de hacer frente el común de la población.

Frente a la mercantilización de la vida cotidiana, la Red África-Europa-Fe-Justicia, formada por 49 congregaciones religiosas, desempeña labores de lobby ante las instituciones en Bruselas en favor de la soberanía alimentaria y los medicamentos y en contra del tráfico de armas. Urge, por último, repensar el trabajo a la luz de la productividad multiplicada por los avances tecnológicos, que no ha estado acompañada de una mejora sustantiva en condiciones laborales ni en salarios ni en políticas de conciliación familiar.

Sería de justicia reconocer asimismo la totalidad del trabajo, tanto el remunerado (empleo) como el no recompensado, conocido eufemísticamente como “de cuidados”, y que habitualmente se carga sobre las mujeres. Según Cáritas, la mayor parte de las peticiones de ayuda de emergencia que reciben proceden de mujeres.

Cuando en el imaginario colectivo resuenan los cánticos de “lo llaman democracia y no lo es”, Cáritas reformula la letrilla y le aporta enfoque histórico: “Nuestra apuesta por los derechos sociales dará cuenta en un futuro de los valores que tenemos como sociedad, pues solamente seremos democracia si garantizamos los derechos sociales de los más vulnerables”.

En el nº 2.884 de Vida Nueva

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