Gabriel Magalhães: “Occidente debe volver a mirarse en su espiritualidad”

Gabriel Magalhaes escritor portugués

Escritor, publica ‘Los secretos de Portugal’

Gabriel Magalhaes escritor portugués

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Gabriel Magalhães (Luanda, Angola, 1965) escribió Los secretos de Portugal (RBA) contra la “ignorancia mutua” de españoles y lusitanos. Y, sin embargo, el resorte de este ensayo va mucho más allá: es un himno a la “espiritualidad”.

Una reivindicación humanista escrita con lucidez, desarrollada con habilidad discursiva desde Alfonso Henriques, Don Dinis, Inés de Castro, Joao I o Henrique el Navegante –el origen medieval del alma portuguesa– hasta el “Pessoa incorrupto” o el “feroz laicismo actual”.

Entremedias, una frase rotunda: “Portugal es un submarino espiritual donde viajan formas religiosas muy libres y, al mismo tiempo, intensamente verdaderas”, que da pie a esta conversación con el maestro Magalhães –que se crió en el País Vasco y es un habitual en La Vanguardia– sobre un ensayo igual de rotundo, de sorprendente y de espiritual.

– “Es mucho mejor creer en Dios que en los mercados”, dice.

– Es fundamental que Occidente se vuelva a mirar en el espejo de su espiritualidad. Estamos viviendo una decadencia, que es ante todo decadencia del alma. Esto ya ha pasado otras veces, y siempre ha habido reacciones espirituales. Una de las más hermosas, y de las más eficaces, fue el movimiento franciscano, hace muchos siglos. Otra, la reforma protestante. Los ideales de izquierdas tuvieron el mismo papel: a su manera, reivindicaban un humanismo, un sentido de justicia que, básicamente, eran cristianos.

– De hecho, usted pide una nueva unión a partir de esta “espiritualidad” tan necesaria…

– El impulso espiritual de Occidente es un árbol inmenso. Soy cristiano y católico, pero también admiro el cine de Dreyer –un director que, aunque no era oficialmente religioso, revela una limpidez protestante en las imágenes de sus películas– y me emociono con los largometrajes del realismo social italiano, fruto de la ideología de izquierdas. Debemos dialogar con todos los latidos del corazón espiritual de Occidente. Gabriel Magalhaes escritor portugués

El único poder, el amor

– Le cito: “No hablo de una espiritualidad represora: de un misticismo que en el fondo no lo es. Lo que presento aquí como alternativa al laicismo ciego de la actualidad es una vivencia culta y libre de la espiritualidad occidental”. ¿Cómo?

– El único poder que existe en la fe cristiana consiste en amor, amor y más amor. El poder de Dios es la infinitud de su amor, y el nuestro dependerá de nuestra capacidad de amar. Un poder con estas características permite fácilmente la articulación con la libertad del creyente. Es más: yo diría que exige esa libertad. Porque un Dios que nos ama quiere que seamos libres, que lo elijamos libremente, y quiere esto hasta tal punto que está dispuesto a pagar un precio altísimo: el de que el mal pueda existir en el mundo que ha creado.

– Son varias las referencias al “feroz laicismo actual” que hace en su libro. Y una de las consecuencias es que “hemos eliminado el horizonte personal de la eternidad”.

– La sociedad actual, Occidente, se basa en el cuerpo, limitando el hombre al lado de acá de su estar vivo, y negando la existencia de un más allá. Como el cuerpo está destinado a morir, nuestra biografía es la fatalidad de esa muerte. Porque el cuerpo no nos libera: es como una jaula en la que nos meten. A partir de aquí, nos volvemos crueles, egoístas, por pura desesperación. Solo la eternidad nos vuelve humanos, en el sentido más profundo de esta palabra. Un hombre que abre la ventana de la eternidad en la casa de su alma puede realizar maravillas. Sin horizonte eterno, no pasamos de animales carnívoros dotados de inteligencia.

– ¿Vacíos y egoístas?

– Sin duda. Y además desgraciados. Esto es quizás lo peor: la felicidad del ciudadano actual es terriblemente infeliz por dentro. Todas las civilizaciones cometen crímenes, sin darse cuenta de las barbaridades que están realizando. El público del circo romano o de las hogueras de la Inquisición no sabía lo que hacía. Entre los crímenes que nuestra civilización comete sin apenas percatarse de ello se encuentra el aborto libre.

La universalidad

– Proclama usted: “Pongamos al hombre, con todo lo que tiene de grande y de sagrado, en el centro de nuestras preocupaciones”. Ese es el reto. Responder a la globalización desde lo espiritual, ¿no?

– La Iglesia siempre ha sido católica, o sea, universalista. Por ello, estuvo presente en los primeros pasos globalizadores, dados por los viajes de los descubridores portugueses y españoles. No obstante, la globalización actual es un hecho puramente materialista. Todos vemos que no va a funcionar: es un haraquiri de la humanidad, que se nota muy bien en los dramas ecológicos y en el desbarajuste económico. Hay que luchar por una globalización distinta de la actual.

“La globalización actual es un hecho
puramente materialista; todos vemos
que no va a funcionar:
es un haraquiri de la humanidad;
hay que luchar por una globalización
distinta de la actual”.

– De ahí que diga que “nadie que sepa un poco de historia ignora que la religión católica siempre ha puesto fronteras al poderío económico”. ¿Cómo devolver este mensaje a la actualidad?

– Primero, hay que reconocer algunos errores de la Iglesia, sobre todo, cuando mantuvo relaciones de complicidad con los poderes políticos. En efecto, desde la fuente misma de los Evangelios, la historia de la Iglesia se presenta como un largo acto de contrición. Los apóstoles contaron sus miserias, y nosotros debemos admitir las nuestras. Hecho esto, hay que explicar que la Iglesia ha recorrido un camino de inmenso amor al ser humano, con base en el amor infinito de Dios: hemos dado amor al hombre, en forma de caridad, de enseñanza e incluso de arte y cultura. Ese amor que hemos transmitido nos viene de Dios, no es mérito nuestro. Un mundo con este anhelo del bien y de la bondad es siempre un mundo mejor.

– No le he preguntado por Portugal ni los portugueses, el objeto y los sujetos de su libro. “Los portugueses creyentes tienen el alma en forma de golondrina”, dice.

– La espiritualidad portuguesa suele ser muy libre, muy espontánea. La imagen de la paloma fue una metáfora del autor sagrado para dar a ver la realidad indecible del Espíritu. Y esa paloma, que se transformó en lenguas de fuego en el día de Pentecostés, también puede ser golondrina. Lo importante es que vuele, que arda en nuestra mirada.

– Al punto de que afirma: “Fátima es una erupción del alma nacional, no una estrategia de la Iglesia…”.

– Fátima no es dogma de fe. Fue, es y seguirá siendo una manifestación espontánea de la espiritualidad portuguesa, algo que la Iglesia ha tenido que aceptar y orientar. En el siglo XX, lo que Portugal ha dado a la humanidad ha sido, sobre todo, Fátima, Fernando Pessoa y la revolución de los claveles, en 1974.

“Fátima no es dogma de fe.
Fue, es y seguirá siendo
una manifestación espontánea
de la espiritualidad portuguesa”.

– Usted es un portugués atípico, que practica la “peninsularidad”. Y que no comparte la idea de lo “ibérico” como noción política, ¿no?

– El hecho de que haya vivido gran parte de mi vida en España, en zonas como el País Vasco y Salamanca, me transforma en un lusitano un poco raro. Aunque, y eso está claro para mí, soy portugués: mi corazón ha elegido ser portugués. En lo que respecta a la política, sería muy complicada, por no decir imposible, una unión ibérica. Vean lo difícil que es llegar a un encaje satisfactorio para todos de la realidad catalana en la España actual. Lo ideal sería llegar a un sentimiento peninsular, sin los altavoces del iberismo y sin el monolitismo de la palabra “unión”: un profundo diálogo que nos hiciera a todos más felices, sin dejar de ser distintos.

– ¿Tan cerca y tan diferentes?

– Sí, somos distintos. Pero es fundamental que entendamos que este ser distintos no tiene nada que ver con ser opuestos y mucho menos con ser enemigos. La diferencia es siempre una de las formas más ricas de convivencia.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.830 de Vida Nueva.

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