Luz y esperanza en una crisis moral y económica

La Iglesia analiza la situación actual en el aniversario de la ‘Mater et Magistra’

I. Camacho y José L. Segovia, en primer plano, durante el simposio de DSI

FRAN OTERO. Fotos: LUIS MEDINA | Mientras los índices bursátiles fluctuaban, la Unión Europea decidía que hacer con Grecia y España temía un contagio, medio centenar de personas, no ajenas a esta situación, participaban en el Simposio de Doctrina Social de la Iglesia, organizado por la Conferencia Episcopal Española (CEE) y la Fundación Pablo VI, y que este año conmemoró el 50º aniversario de la encíclica Mater et Magistra y el 30º de la Laborem Exercens.

Un evento que, según dijo a Vida Nueva, el obispo de Teruel-Albarracín y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Carlos Escribano, pretende “analizar la situación actual para iluminar a una sociedad en crisis”, tal y como hizo Juan XXIII con Mater et Magistra. “Hay que hacer una observación pausada para descubrir las causas y hacer una aportación”, añadió, al tiempo que mostró su deseo de que estas cuestiones se aborden en la próxima Asamblea Plenaria de la CEE.

“Tengo esperanza en que podamos entrar en discusión y que, en su momento, se pueda sacar un documento sobre lo que está sucediendo con la crisis. En cualquier caso, cada observador tiene que ser prudente al hacer su aportación. Basta ver a los economistas, que no saben lo que está pasando”, apuntó.

Estas jornadas de trabajo, celebradas del 12 al 14 de septiembre, tienen, además, un vínculo inevitable con la Nueva Evangelización. “También tenemos un reto en el campo político, social… Tenemos que ofrecer una palabra muy fundamentada, que aporte y construya. Esta es una reflexión en la que nos debemos introducir los creyentes, también los obispos, para poner luz a un contexto tan complejo. Se trata, en definitiva, de llevar el Evangelio. Nos jugamos mucho en este campo”, concluyó.

Mª Teresa Compte, profesora de Doctrina Social de la Iglesia de la UPSAM-Fundación Pablo VI, dijo que este simposio, del que es organizadora, quiere ofrecer “una reflexión sobre el hombre y una vuelta a cuestiones esenciales”. En este sentido, recalcó que el mensaje que puede ofrecer la Iglesia es “original”, pues “nadie más lo va a decir”.

A lo largo de estos tres días de trabajo, por la Sala de Grados de la Fundación Pablo VI han pasado expertos como el profesor de Teología de San Dámaso, Juan José Pérez Soba; el presidente del Consejo Social de la Universidad Autónoma de Madrid, Manuel Pizarro; Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, miembro del Consejo de Estado; Flaminia Giovanelli, miembro del Pontificio Consejo Justitia et Pax; o el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián.

Una oportunidad para el diálogo

Para Juan José Pérez Soba, que reflexionó sobre la renovación moral de la vida económica, la situación actual es “una oportunidad formidable para el cristianismo”. “Es un momento único para procurar un rico diálogo social, pero no solo en relación a la solución de los grandes problemas coyunturales, cuanto en la construcción de una sociedad donde se fomente una participación social más dinámica y real”, señaló.

Por su parte, Flaminia Giovanelli abordó la cuestión de la evangelización de lo social, una tarea en la que debe quedar claro que “el punto de referencia y de juicio” es la persona humana. Una misión, continuó, en la que habrá que favorecer “el renacimiento de un pensamiento moral, dar testimonio, formar y formarse, así como hacer conocer cómo han sido traducidos, en la realidad concreta, los principios de la doctrina social (la puesta en práctica)”.

¿Qué debemos aportar los cristianos?

Una de las ponencias más relevantes fue la de clausura, que impartió Fernando Sebastián sobre la colaboración de los cristianos en la renovación de la vida pública, una aportación que considera urgente y necesaria. Así, se preguntó qué pueden y deben ofrecer los cristianos. En su opinión, un cristiano debería comprometerse con la moralización de la vida pública; la primacía del bien común; la información, la veracidad, la participación efectiva y el respeto a la verdad; el protagonismo de la sociedad, la limitación de los poderes de la administración pública, la renovación de la educación, las políticas familiares enérgicas y efectivas, la apertura prudente y responsable a la inmigración, y el fomento de la educación social y política de los jóvenes.

Una labor solo realizable con “un número suficiente de fieles cristianos laicos, bien formados, espiritualmente convencidos y convertidos, dispuestos a trabajar en la vida política con libertad y responsabilidad, y coherentes”. Se mostró partidario de que esta presencia se articule a través de asociaciones, también políticas.

En el nº 2.768 de Vida Nueva.

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