Una gran aventura junto al Papa

El Vaticano confirma un millón y medio de participantes en Cuatro Vientos

La alegría ha sido una constante durante esta JMJ

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En el aeródromo de Cuatro Vientos ha culminado este fin de semana el encuentro mundial de jóvenes católicos, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) ideada por Juan Pablo II que, en su cita madrileña, ha reunido a un millón y medio de personas, cifra confirmada por el P. Lombardi esta mañana.

Ayer por la tarde llegaban a la base aérea, donde por la noche celebraron la Vigilia de Oración y esta mañana, la Eucaristía de clausura. Como señaló el propio Benedicto XVI tras la tormenta del sábado, allí se ha vivido “una aventura”. Pero una aventura muy dura.

Ni la lluvia pudo aplacar el buen ánimo de los peregrinos

Pese a salir ayer más de cinco horas antes de que empezara la vigilia, una treintena de peregrinos (la mayoría voluntarios) de la parroquia San Juan Bautista, en Arganda del Rey (Madrid), se encontraron con que la zona que tenían reservada para ellos estaba abarrotada. Les fueron diciendo lo mismo en una y otra zona, hasta que hubieron de dejar los pesados bártulos en la última esquina del inmenso aeródromo. Allí, apenas se escuchaba la megafonía y se veían las pantallas.

El resto del panorama no era más halagüeño: el calor era insoportable, las colas para ir a los baños eran gigantes y el estado de estos no era, desde luego, agradable. Sin embargo, nada de aquello parecía importar a nadie: los bomberos apagaban el calor de los peregrinos que bailaban sonrientes bajo sus mangueras, las colas para el baño se soportaban con buen humor y la inmundicia de estos se combatía con la ayuda de los demás. Lo cierto es que los peregrinos parecían inmunes al sufrimiento.

Así lo testimoniaban Antonio, Cachi y Marta. Todos ellos menores de edad y alumnos del Colegio Jonn Henry Newman, de Madrid, donde acogen a 1.200 italianos, se mantenían exultantes una hora antes de que llegara Benedicto XVI.

Antonio explicaba que “ver a tanta gente compartiendo lo mismo es lo que te da la vida. En otras grandes concentraciones siempre hay polémicas. Aquí, todo lo contrario, ni un problema. Y somos muchos cientos de miles…”.

Cientos de miles de personas han amanecido en Cuatro Vientos

Cachi estaba muy cansada, pues ha estado todo la semana desde las 5 de la mañana hasta la 1 de la madrugada ayudando en el colegio. Pero también muy contenta: “Es la cumbre de todo lo vivido. Es como un día más de estos, pero con la diferencia de que aquí ya estamos todos juntos. La gente de fuera ve la alegría que tenemos y se impresiona. Me dicen que quieren para ellos lo mismo que me hace sonreír tanto”.

“Un ambiente de fe”

No muy lejos de estos chicos estaban las religiosas agustinas del Monasterio de la Conversión, una comunidad de clausura en Becerril de Campos (Palencia). Su superiora, la madre Prado, destacaba “el ambiente de fe reinante, que muestra un modo de reaccionar ante la vida, ofreciendo un mensaje de paz, respeto y alegría, sin ofrecer respuesta a las agresiones”.

Acompañadas por 70 peregrinos, varios de ellos familiares, Prado se manifestaba confiada en los frutos de la JMJ: “Lo que se ve es lo inmediato, pero esto deja una huella. Todos somos hijos de experiencias así, dando un sí a la Iglesia y fortaleciendo nuestra comunión”.

Al fin, cuando llegó el Papa a Cuatro Vientos, la alegría era tal que no fueron muchos los que repararon en las negras nubes que se cernían sobre todos. Pero fue en el momento clave, justo cuando Benedicto XVI iniciaba la lectura de su mensaje, cuando todo se precipitó: un tormentón ‘apocalíptico’, con la lluvia a chorros, el viento que se llevaba las esterillas y los truenos retumbando con una gran fuerza.

Los jóvenes han sabido mantener el ambiente de fe

Silencio sepulcral ante el Santísimo

“Queridos jóvenes, juntos, acabamos de vivir una gran aventura”, agradeció el Papa tras el cese la lluvia. Después, todo cambió: la exposición del Santísimo, con la histórica custodia de la catedral de Toledo que desfila cada año con motivo del Corpus Christi, dio paso a un silencio sepulcral. Cientos de miles de personas, todos a una, guardando respeto ante la Sagrada Forma. Benedicto XVI, quien se negó a que se suspendiera el acto, se mostró emocionado con la respuesta de los jóvenes.

Concluida la vigilia, esperaba una noche de insomnio para muchos. El ambientazo era espectacular. Muchos reían y conversaban. Otros paseaban y hablaban con todo el mundo, ondeando su respectiva bandera. Y muchos otros más rezaban. O cantando y bailando (los más enérgicos y constantes los del Camino Neocatecumenal) o postrados ante el Santísimo.

“Todos juntos bajo el mismo cielo”

El amanecer ha traído colas aún más largas para ir al baño, más calor y más polvo. Pero imperaban las caras sonrientes. Como la de Jos, llegado de Palestina junto a 300 compatriotas y que se mostraba exultante “por ver a tantos rezar y vivir todos juntos bajo el mismo cielo”. Antes de la misa, sabía muy bien a qué la encomendaba: “Por todas las personas que necesitan rezar, por la paz en el mundo y especialmente en Palestina”.

Jos, peregrino palestino | Foto: M. Á. Malavia

A unos metros de él, originaria de un país, la India, en el que los cristianos son perseguidos, Yesumary estaba muy feliz agarrada a una valla. Ahora vive en Italia y pertenece como religiosa a la Comunidad Mariana Misión Joven, pero no olvida su país: “Pese a la persecución, yo siempre he vivido mi fe”. Hoy estaba radiante: “Somos de diferentes colores, lenguas y culturas, pero todos sentimos lo mismo en el corazón. Jesús no solo está en el cielo, sino también aquí con nosotros”.

Este mismo sentimiento es el que se ha podido sentir a lo largo de toda la misa de clausura. Pocos aplausos y mucho recogimiento.

Cuando alguien que ha andado durante horas al sol con un pesado petate, ha pasado sed, ha dormido sobre piedras y barro… y se arrodilla en la consagración sobre más piedras y arena, ese no es un turista de low cost. Es un peregrino de la JMJ. Es un joven del Papa. Es un joven de Jesús.

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