Violencia de género: tiranía bendecida

MARI PATXI AYERRA, catequista y escritora | Confieso que cuando me han propuesto escribir sobre este tema, he pretendido escabullirme. No sé bien por qué, pero el tema me asusta. Y eso que recuerdo muchos casos de mujeres, oficialmente felices, que esconden una desvalorización y descalificación constante de su pareja, hasta llegar a mermar su autoconcepto y su autoestima, con la carga de infelicidad que ello acarrea.

Otras que maquillan los malos tratos físicos, intentando convencerse de que “se pasarán”, o “está el otro viviendo una situación que le hace perder los nervios, pero es cariñoso y seguro que no volverá a pegarme”…

Hay malos tratos psíquicos que consisten en controlar los gastos, las relaciones, la imagen, el tiempo, el ocio y hasta el crecimiento del otro, y también los hay utilizando la sexualidad como moneda de cambio o de manipulación, para obtener del otro, o de la otra, lo que a uno le interesa.

Ya sabemos que los malos tratos se producen por repetición de comportamientos aprendidos en la familia o en el entorno, pero lo que me preocupa realmente es por qué se mantienen. Creo que es necesario un cambio en la educación a niños y niñas, jóvenes y adultos sobre el tema concreto, enseñándoles no a hacerse el amor o la guerra, sino a que aprendan a ser amigos, a compartir la vida juntos, en igualdad y en complementariedad.

Iglesia: denuncia y educación

Creo que dentro de la Iglesia hace falta una postura clara de denuncia y de educación. Muchos se han casado con la epístola de san Pablo y tantas mujeres han aceptado el someterse al varón, como hombres se han considerado con el derecho de ser obedecidos. Y lo que se consideraba un lenguaje simbólico, en muchísimos casos se ha vivido al pie de la letra, y el poder masculino se ha considerado un valor en las familias de ayer, tanto como la lucha de poderes se vive habitualmente intercalada con el amor de las parejas de hoy.

Ya que es en la Iglesia donde se educa para el amor, donde se celebra el perdón y se acompaña la vida de muchas personas, es peligrosa la posibilidad de manipulación que se puede dar por parte de sacerdotes y religiosos en la educación de las relaciones y manejo de las emociones de los feligreses. La primera formación religiosa la dan las catequistas, pero luego suelen ser los sacerdotes los que acompañan el crecimiento de las personas en la fe. Y, en muchos casos, estos formadores no están preparados para hacer adultos a sus feligreses y manejan conciencias con toda buena voluntad, pero provocando infantilismos o dependencias espirituales, transmitiendo valores machistas, resignaciones trágicas, aceptación de graves situaciones de anulación personal, maltrato o abuso sexual.

Creo que nuestros pastores necesitan una constante y completa formación psicológica, emocional, social y espiritual para ser más humanos, contagiar a Dios, celebrar la fe, acompañar vidas, asesorar a parejas, provocar al adulto en las personas, generar independencia emocional, capacidad de interpelación y respuesta evangélica, personal y comunitaria, más que acompañamientos directivos y liturgias rutinarias que infantilizan o adormecen a los creyentes.

Yo pido a los curas, monjas, religiosos y creyentes que hacen lo que hoy se llama coaching, que sean expertos en el ser humano, porque nuestra sociedad está en constante cambio, pero se siguen repitiendo, con otras formas, guerras de roles, comportamientos resignados, oscurantismos sexuales, amores que esconden prepotencias, abusos y malos tratos psíquicos o físicos.

Y para ello propondría unos cursillos prematrimoniales de calidad, donde se ofreciera una formación práctica y actual sobre la vida en pareja, estrategias emocionales que la favorezcan, el análisis de sus diferencias y retos, educación para el amor y la sexualidad, hecha de pequeños detalles en los que aterrizar, en vez de filosofar románticamente sobre el amor. No podemos permitirnos el lujo de desaprovechar la oportunidad de tener un montón de parejas que, en muchos casos, “soportan” el cursillo prematrimonial como trámite, para entusiasmarles con el amor, animarles a diseñar un proyecto de pareja, basado en la igualdad y la complementariedad.

Amor y moral sexual

Me he ido del tema. Sigo con miedo a hincarle el diente… Tengo cerca a alguien que, tras sufrir un abuso sexual de su director espiritual, al ir a confesárselo a otro sacerdote, este le contestó que Dios solo se lo perdonaría si lo olvidaba y no se lo contaba nunca a nadie… Bueno, tengo muchos más casos cerca, pero mi cariño a la Iglesia me ha anestesiado la memoria y muchas veces prefiero no enterarme, pero… ¿por qué hay tantas mujeres que han tenido malos rollos sexuales de niñas o de jóvenes y que no se atreven ni a comentarlo con amigas? Eso también es maltrato, como lo es el invitar a perdonar todo, haciendo personas que subliman el dolor pero sufren unas situaciones de “tiranía bendecida”.

Pido a la Iglesia que forme más a los cristianos, que dé menos importancia a la moral sexual y más a vivir un amor sano y auténtico, que nos haga adultos, justos, solidarios, sensibles, amantes, familiares, complementarios del otro sexo y potenciadores de la vida propia y de la de los demás.

En el nº 2.758 de Vida Nueva.

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