La muerte del cardenal Posadas sigue impune

Se cumple el 15º aniversario del asesinato del arzobispo de Guadalajara (México)

(Pablo Romo Cedano– México DF) Mientras las autoridades judiciales mexicanas siguen afirmando que Alfredo Araujo Ávila, alias El Popeye, fue quien asesinó de seis disparos el 24 de mayo de 1993 al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, al confundirlo con un capo del narcotráfico, la Iglesia exige que se esclarezca el homicidio. “No se pueden aceptar historias ridículas para explicar un crimen de Estado”, denunció el cardenal Juan Sandoval Íñiguez en el 15º aniversario del atentado de su predecesor.

El abogado José Antonio Ortega Sánchez, autor de un nuevo libro sobre este crimen (La verdad os hará libres) fue más allá, culpando a la Procuraduría General de la República de obstaculizar las investigaciones y advirtió que esta dependencia federal “ha servido de tapete al ex presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari”. También, aseguró que la policía comisionada para investigar el suceso ya se encontraba en el aeropuerto antes de que se produjeran los hechos, y culpó al entonces jefe de asesores de Presidencia, José Córdoba Montoya, de haber presionado al cardenal Posadas. 

En el contexto de este 15º aniversario, tanto dentro como fuera de la Iglesia, se han alzado muchas voces para exigir que se castigue a los responsables y que declare ante el Ministerio Público el ex presidente Salinas. El secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y obispo auxiliar de Guadalajara, José Leopoldo González, hizo un llamamiento a las autoridades para que se aclaren los hechos, porque “queremos saber quiénes fueron los autores materiales e intelectuales y poder entonces perdonar y que venga la justicia y la paz”.

Hace algunos meses, el 26 de enero, la policía arrestó en Tijuana a Alfredo Araujo Ávila como presunto autor material del homicidio, asegurando que el caso quedaba resuelto. Su hipótesis sostiene que el presunto homicida trabajaba para los hermanos Arellano Félix, detenidos y extraditados a los Estados Unidos, donde son juzgados por tráfico de drogas y de armas, y otros crímenes, pero no por el del cardenal Posadas.

Recibidos por el nuncio apostólico Girolamo Prigione en más de una ocasión a los pocos meses del homicidio, se presume que los hermanos le explicaron entonces que “ellos no habían sido” los responsables. Sin embargo, hasta la fecha se desconoce por qué Prigione no los entregó a la policía, desvaneciendo así la versión del Gobierno de Salinas o, en su caso, deteniendo a los autores intelectuales del homicidio. 15 años después, la trama político-policial sigue en pie, lo mismo que las preguntas.

 

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