Tribuna

Benedicto XVI: una vida transparente y decidida

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Tras diez años de “sostener a la Iglesia” desde el silencio, el retiro y la oración, como ha recordado el papa Francisco, Benedicto XVI ha sido llamado a la casa del Padre. Su vida y ministerio son un faro que, con la perspectiva del tiempo, redobla su brillo y nos ayuda a todos en el camino.



“Soy un simple y humilde trabajador en la viña del Señor”. Esta fue la carta de presentación de un papa que, en abril de 2005, desde la logia central de la basílica de San Pedro, saludaba y bendecía por primera vez al orbe católico. El peso de la responsabilidad se dejaba sentir. Le tocaba calzarse las sandalias del Pescador de Galilea después del “magno” pontificado de san Juan Pablo II, y se ponía manos a la obra para guiar a la Iglesia en lo que él definió como su única misión: servir al Evangelio.

Por el bien de la Iglesia

Con la misma sencillez y claridad, el 13 de febrero de 2013, con unas palabras transparentes y lúcidas, comunicaba una convicción madurada en la conciencia, examinada ante Dios (‘coram Deo’) y asumida en plena libertad: la falta de fuerzas necesarias por la edad avanzada (‘ingravescente aetate’) para continuar guiando la barca de la Iglesia. Y lo hacía con una grandeza de espíritu inmensa: no por su propio bien, sino por el bien de la Iglesia (‘in bonum Ecclesiae’): “Aquí se puede tocar con la mano qué es la Iglesia: no una organización, una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunión de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos” .

Con ello, evidenciaba que solo una persona madura y humilde, con una extraordinaria fuerza interior y espiritual, es capaz de declarar su debilidad externa y manifestar su renuncia a una responsabilidad como la sede de Roma y el ministerio petrino. Dicho acto rompía con una tradición milenaria en la que los papas terminaban su pontificado en el lecho de muerte y abría la posibilidad de una nueva etapa en la que la renuncia sea posible e incluso normal. No se trataba de una huida, sino de una reubicación. Por eso, lo quiso dejar muy claro en su última audiencia: “No abandono la cruz, sino que permanezco de manera nueva junto al Señor Crucificado” .

Un pontificado humilde y espiritual

Los papas no suelen dejar muchas cosas materiales. Todos los regalos oficiales van directamente a los museos pontificios. La herencia que nos ha legado Benedicto XVI cristaliza en las características de un pontificado humilde y espiritual, sereno y luminoso; marcado sensiblemente por la personal experiencia y reflexión del teólogo; destacado por la prioridad de llevar al centro de la vida cristiana y al ágora del mundo contemporáneo la cuestión de la fe y la nueva evangelización; golpeado por algunas crisis, incomprensiones y divisiones polarizadas ‘ad intra’ y ‘ad extra’ de la Iglesia; pero, por encima de todo, un legado de servicio a la Iglesia y a los hombres de nuestro tiempo en favor de la paz, la unidad y la construcción del Reino de Dios.

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