Tribuna

¿Sufrimos en el Purgatorio?

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Para responder a la pregunta, es necesario aclarar el significado de los términos de la misma: sufrimiento y purgatorio. No hay que confundir el sufrimiento con el mal, aunque comúnmente digamos que sentimos mal (dolor) cuando sufrimos.



El mal es la destrucción de un ser; es la privación de lo que debería ser: la vista para un hombre, la locomoción para un paralítico…

El sufrimiento es el conocimiento del mal que afecta a un ser vivo. El sufrimiento cumple una función vital útil y buena: porque no sentir lo que destruye es empeorar la situación. El sufrimiento puede ser afectado por un mal, cuando hay una desproporción entre la realidad y el dolor, en este sentido el sufrimiento debe ser combatido y reducido. Esto nos permite comprender el sufrimiento del purgatorio.

Significado del purgatorio en la tradición católica

Este término se refiere a una etapa del paso a la vida eterna. El difunto que va a Dios es purificado (esta es la raíz de la palabra purgatorio, que está relacionada con las palabras purificar, purificación, purgar…). Es una liberación. Pero como debe eliminar de su ser lo que lo deforma y obstaculiza, sufre, un sufrimiento que es señal de que está purificado.

Podemos comparar este sufrimiento con el de la persona que, tras ser inmovilizada, se somete a una rehabilitación: gana la posibilidad de movimiento, pero no lo hace sin dolor. O, de nuevo, esa imagen tan querida por los ortodoxos: en el camino hacia la luz de Dios, esta es tan fuerte y vívida que los ojos tardan en acostumbrarse a ella, como cuando pasamos de la sombra a la luz muy brillante del sol de verano.

Así, el sufrimiento del purgatorio no es un tormento vengativo, sino la vida de quien crece en su capacidad de ver a Dios liberándose de los bloqueos del pecado.


*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva