Tribuna

Otra Navidad es posible

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Otra Navidad se acerca. ¡Ay qué horror!¡ Cuándo pasarán las fiestas…!



Las temen las amas de casa. ¡Hay que preparar tantas comidas! Y los padres. ¡Hay que hacer tantas compras y tantos regalos! Y las parejas. ¡No saben cómo repartirse para cumplir con padres y suegros! ¡Y los empresarios… que tienen que cumplir con clientes y empleados! Y hasta los clérigos. ¡Tienen que preparar tantas celebraciones que apenas les queda tiempo para el silencio, la oración y la celebración!

Apenas se alegran los niños… y algunos pobres. Y los estudiantes y algunos profesores… por otras razones.

¡Qué complicaciones! ¿No será posible otra Navidad?

Preguntad a los pastores

Preguntad a los pastores, que fueron testigos de la primera Navidad, cuando aún no se había complicado. Porque ellos dormían al raso. Que os digan cómo volver a los orígenes, como recuperar la sencillez primera. Que os digan cómo les sonó el primer anuncio del nacimiento de un niño. Ellos, habituados a celebrar el nacimiento de cada cordero como una buena noticia, como un canto a la vida. Ellos, que, haciendo de la necesidad virtud, prescinden de todo lo accidental para quedarse con lo estrictamente necesario. Ellos que no piden a la vida más de la cuenta para ser felices: una choza, un morral, una flauta…

Os dirán exegetas y teólogos que los pastores eran impuros, que eran ladrones, que nada de idealizarlos. No les hagáis caso… a exegetas y teólogos…, que esta vez Dios no está de acuerdo con ellos. “La gloria del Señor les envolvió en su luz (a los pastores)”. Porque los pastores sabían mucho de sencillez, los ángeles fueron derechos a ellos.

Los pastores os dirán que volváis a hacer la experiencia de la noche, de la tiniebla, de la oscuridad... para que os envuelva la luz. La noche es tiempo de salvación. Solo así podréis ver las estrellas, y quedaros con la más brillante, la que mejor os guíe en medio de la noche, la que os marque el ritmo de las horas, la que os indique el tiempo que hará mañana. Tendremos que seguir con las luces de neón, pero también es posible vivir solo con la luz de dentro. ¿Por qué la noche, la tiniebla, la oscuridad… ya solo son fuente de miedos?

Los pastores os dirán que volváis al silencio. En él habita la sabiduría. En él acampó la Palabra. El silencio denso, hondo, sonoro… En él resonó el mensaje: “Os anuncio una gran alegría, os ha nacido un salvador”. En el silencio de la noche cualquier sonido es un mensaje. Tendremos que seguir escuchando los clamores de esta humanidad, los signos de los tiempos… y tendremos que seguir gritando contra toda inhumanidad. Tenemos que seguir hablando, cantando y quizás alguna vez llorando… Pero hay que regresar al silencio, donde se acaban las palabras y comienza la sabiduría.

Los pastores os dirán que volváis a la soledad. Entra en ti mismo, en tu interior habita la verdad. La soledad habitada, la que no da lugar al aburrimiento, ni al nerviosismo, ni a la melancolía… Tenemos que seguir encontrándonos, comunicándonos, interconectados… pero solo la soledad vigilante nos permitirá captar buenas nuevas, y no simples rumores. Sabremos interpretar las señales: “Un niño en un pesebre” no se puede confundir con cualquier principito o monarca.

Los pastores os dirán que volváis a la naturaleza. Que Dios solo se hizo humano para confirmar lo mejor de su creación, y para reparar nuestros destrozos. Aprended de nuevo a contemplar los lirios, a observar el vuelo de las aves, a ver cómo retozan, juegan y celebran los animales, a quedar atónitos ante amaneceres y atardeceres… Tendremos que seguir pisando el asfalto y dar la bienvenida a todo progreso humano, pero hay que regresar allí donde aún la naturaleza es virgen y tiene sabor a inocencia.

Los pastores os dirán que sí, que ellos vieron a un niño recién nacido. Y que era lo mismo que los demás niños, pero distinto. Que tenía todo el resplandor de la infancia original. Que su rostro sabía reír y llorar, pero aún no era una risa tonta como la de tantas navidades ni un llanto de inhumanidad como el de tantas víctimas. Que era una risa de amor y un llanto de compasión. Porque Dios había asumido lo más humano, lo único que nos hace humanos: el amor y la compasión. Por eso “volvieron dando gloria y alabanza a Dios”.

Otra Navidad es posible. Pero hay que preguntar a los pastores.