Tribuna

Nuestra Resurrección, el camino de María Magdalena

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¿Puede haber algo más maravilloso que poder vernos a través de la luz de la Resurrección de Jesús, en la vida del Amado? Al pensar en la palabra amado, me pregunto si esta expresión realmente se entiende en el mundo de hoy, y cómo nos situamos ante este vínculo de amor. Pero yo hoy me atrevo a ocuparlo, pues al verme reflejada en esta obra no pude dejar de pensar en ello… Soy mujer, soy vida, soy luz… en la luz de mi Amado.



Llevo meses trabajando el pasaje del diálogo entre Jesús y María Magdalena, en el evangelio de Juan, capítulo 20. Ayer al partir de viaje no pude dejar de sentirme en ese huerto, ante esa búsqueda y esa respuesta de encontrar a Jesús. Mi apuesta fue “perderme para encontrarme” y no puedo negar que siempre necesito esas callejuelas existenciales que me hacen encontrarme con la humanidad, para así recordar con fuerza la luz de Dios que me permite saber quién soy. Al igual que María Magdalena, mi espíritu se ha querido mover de los lugares en los que se encontraba, para salir en búsqueda de “mi maestro”, en la búsqueda del Señor… La cantidad de cambios, las apuestas, el cansancio, los miedos, los deseos, la búsqueda de lo profundo me han movido una vez más a perderme, para encontrar. Al igual que María Magdalena, mi hoy es un amanecer que despunta en medio de la noche que ya acaba, y acaba por que la Resurrección acontece, y a la luz de ese amor me reconozco viva.

“La vida eterna”

Cuando comienza el diálogo entre Jesús y María, hay una repetición del verbo “volverse”, sin embargo, la primera vez aparece en el versículo 14, como un “volver” físico ante la llegada de Jesús, y luego en el versículo 16, se vuelve a repetir, pero está vez ya se encuentran hablando, y entonces ¿qué puede significar este volverse? Me lo he preguntado espiritualmente, y para mí, sin duda es un “volver” existencial, ¿cuántas veces dialogando con Jesús no tenemos que “volvernos existencialmente”, reconociéndole, porque cuando estaba a nuestro lado no lo hemos visto? ¡En lo personal, miles!, por eso necesito una y otra vez salir a buscarle.

“La vida eterna” es la vida en el amor, y el amor comienza ya, ese amor es el que conmueve toda mi alma y moviliza todas mis opciones. El amor de Jesús nos da fuerza para amar en plenitud, para dejarnos habitar por la Ruah que renueva nuestro compromiso del amor por los predilectos de Dios.

¿Qué es el amor sino el motor máximo que potencia toda nuestra vida? Vivir en esa fuerza que nos atraviesa, nos saca de nuestros egoísmos y nos hace creer en que solo la vida en Jesús es vida en plenitud, no para guardarla sino para darla, porque nos hace fraternidad samaritana, que, ante la primera pregunta de Jesús a los discípulos, la misma que hace a María Magdalena: ¿qué buscan? Ese “vengan y verán” no son lugares físicos, sino que es buscar al Señor, y al Señor Resucitado, que nos resucita a cada una, a cada uno.


*María José Encina Muñoz. Hermana de las Comunidades Adsis.