Tribuna

Ni subjetiva ni matizable

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Gracias a Luis Ángel Montes Peral por haber leído mi libro, ‘¿Fue Marcos discípulo de Pedro o de Pablo?’, publicado el pasado noviembre de 2022 por la editorial Verbo Divino en lengua castellana. Gracias por el interés, las reflexiones y las objeciones expuestas en su reseña, publicada en Vida Nueva (VN, nº 3.310, pág. 46), que ayudan siempre a avanzar en la investigación.



Ahora bien, los argumentos que da L. A. Montes no me han convencido y por ello planteo mis objeciones y reitero con mi respuesta que el Evangelio de Marcos es un evangelio de teología paulina. Empecemos por la primera serie de discrepancias.

Primeras discrepancias

Afirmar que Marcos no depende ni de Pedro ni de Pablo es sorprendente, porque sin duda Marcos conocía las tradiciones petrinas que circulaban por las diferentes comunidades, como el relato de la pasión, y también tuvo a su alcance algunas cartas de Pablo que influyeron en su concepción teológica del Mesías Jesús, un crucificado incomprendido por sus más allegados, familia y discípulos, que solo es reconocido como tal por un centurión romano ante la cruz (Mc 15,39), hecho que no es casual, porque en Marcos solamente Dios, los demonios y un pagano saben que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Un pagano! Y ¿quién es Pablo sino el apóstol de los paganos? (Rom 11,13; Gál 2,8).

El evangelista san Marcos

El hecho de que Pablo escriba cartas y Marcos un evangelio –género literario del que se le considera el inventor– no supone ningún impedimento para la influencia del apóstol sobre el evangelista. ¿Acaso Gabriel García Márquez, novelista, no recibió influencias del movimiento poético iconoclasta ‘Piedra y cielo’ o del teatro clásico de Sófocles? Creo que el hecho de escribir en géneros distintos no dificulta la posible influencia de Pablo en Marcos, simplemente muestran a Jesús desde diferentes ópticas, una más teológica y otra más narrativa, pero ambos están en sintonía respecto a la forma de entender quién es Jesús: el Mesías Crucificado.

En cuanto a la ‘justificación por la fe’ paulina tengo pendiente escribir un artículo que muestre cómo este concepto tan determinante en Pablo es básico y fundamental en el Evangelio de Marcos, pero es evidente que Marcos no lo desconoce desde el momento en que Jesús afirma que la fe es la que salva (Mc 5,34; 10,52). Por lo que se refiere a los términos ‘evangelio’ y ‘rescate’ afirmar que tienen significado distinto, como hace L. A. Montes Peral, también me sorprende, porque solamente el apóstol y el evangelista utilizan la palabra ‘evangelio’ y para ambos es la fuerza de la salvación identificada con la persona de Jesús; y ‘rescate’ es un vocablo que alude a la muerte de Jesús entregado como esclavo para liberar a la humanidad, en la línea de lo que afirma Pablo en Rm 5,15-19 o en 1Co 7,22-23.

Tres objeciones

Seguidamente, L. A. Montes Peral se centra en tres objeciones concretas. En el primer punto elucubra sobre hipótesis contradictorias: no se conocieron, pero le conocía, no se contradicen, pero se complementan. Me pregunto si todo ello es fruto de la casualidad, que se complementen y que Marcos conozca a Pablo. Demasiadas casualidades, quizás. Creo que es importante reflexionar a partir de los textos bíblicos que nos han llegado y no a partir de especulaciones a priori y, en principio, subjetivas.

En el segundo punto estamos de acuerdo en que Marcos utilizó fuentes anteriores a Pablo, ahora bien, que el evangelista Marcos sea ‘conservador en cuanto a no retocar las fuentes’ cuesta más de argumentar seriamente si se observan elementos claramente redaccionales como el secreto mesiánico o la manera como presenta a los discípulos y la familia de Jesús en toda la narración, y si se comparan muchos textos marcanos con los de los evangelistas Mateo y Lucas, ya que se ve claramente un cambio redaccional de las fuentes, que en numerosas ocasiones tienen regusto paulino (Mc 5,25-34; 7,1-23; Mc 7,24-30.31-37; Mc 8,1-10; Mc 14-15 entre otros). El valioso comentario de R. Pesch puede contrastarse con el de J. Marcus, J. Gnilka, X. Pikaza, J.C. Fenton, W. Marxsen, B. W. Bacon, C. C. Black y muchos otros. He ahí la riqueza de los estudios bíblicos.

En cuanto al tercer punto, las divergencias de nuestras teorías se amplían. L. A. Montes afirma que ‘la cruz es el tema central de la teología cristiana desde sus orígenes y que Pablo no es su primer pensador, ni siquiera el más valioso’. Creo que ya nadie pone en duda que los textos más antiguos del Nuevo Testamento son las cartas auténticas de Pablo y que anterior a él no tenemos ningún texto que nos haya llegado. Todos suponemos que existían colecciones de milagros, parábolas y dichos de Jesús, pero fue Pablo quien identificó a Jesús de Nazaret con el Crucificado presentándolo como el escándalo de la manifestación de Dios a través de la fragilidad y la humillación (Ga 5,11; 1Co 1,18-25). Igualmente, es conocido por todos los especialistas marcanos que el primer evangelio es el evangelio de la cruz (cf. Kingsbury; Bird; Niedner; Perrin; Martin; Theophilos; Marcus; Weeden; Cuvillier entre otros) porque ningún otro evangelista, aparte de Marcos, prepara la muerte de Jesús desde el inicio de su relato hasta el momento de la crucifixión. Marcos ni tan siquiera escribe sobre las apariciones del Resucitado, precisamente para insistir en la centralidad de la cruz y para avisar a sus queridos lectores de comunidad que no se dejen llevar por la euforia de la gloria, ya que esta siempre comporta pasar por la cruz, como afirmaba Pablo en Ga 2,19: “Estoy crucificado juntamente con Cristo”.

¿Nuevo método exegético?

En el último párrafo L. A. Montes afirma que he intentado un nuevo método exegético, pero no creo haber sido tan atrevida y simplemente he utilizado el método histórico-crítico con alguna pincelada del método narrativo. Y, por cierto, no sorprende en absoluto que Marcos llame a Pedro, Satanás, sino que es coherente con la imagen que describe del discípulo desde el inicio hasta el final del relato.

En consecuencia, creo que el análisis de los textos del libro ‘¿Fue Marcos discípulo de Pedro o de Marcos?’ es riguroso y las conclusiones han sido ampliamente contrastadas con los propios textos bíblicos y con los estudios de otros teólogos marcanos. Pese a todo, agradezco sinceramente el comentario de L. A. Montes que mantiene viva la exégesis teológica del primer evangelio.