Tribuna

‘Mujeres Ignacianas’, el libro que cubre un vacío

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Mujeres Ignacianas. Escritos esenciales (Mensajero-Sal Terrae-Universidad Pontificia Comillas) es un libro que cubre un vacío de publicaciones que era necesario subsanar: el de la investigación y divulgación de la aportación de ‘la otra mitad’ de la tradición ignaciana, que somos las mujeres. Aporta la visibilidad y el reconocimiento de como desde esa matriz espiritual muchas mujeres fundadoras de congregaciones femeninas han recreado y han puesto palabra propia a ese ‘modo de estar en el mundo desde Dios’. Ellas forman parte también de esa ‘her-story’ que hoy reivindicamos y proponemos desde los movimientos de liberación de las mujeres. En una Iglesia urgida a reformas estructurales profundas que hagan posible la sinodalidad y la equidad de género es importante rescatar sus ‘palabras esenciales’ y su confianza y osadía al encarnarlas, como vías de aprendizaje para nosotras y nosotros hoy. Se trata de un libro imprescindible de gran ayuda para poder seguir investigando, y trasmitiendo la espiritualidad ignaciana desde la perspectiva de las mujeres.



El libro no es propiamente una obra divulgativa, pero sí asequible, con un profundo carácter sapiencial. Engancha por sus contenidos, pero también por su pedagogía y forma de presentar los textos, pues lo hace a partir de palabras claves o categorías teológico-espirituales que cada carisma subraya. En este sentido ofrece la posibilidad de diversos modos de lectura según los intereses de los lectores y lectoras. Un primer modo de hacerlo es por supuesto la lectura lineal, pero otra es hacerlo según los capítulos que interesen a cada lector, pues aunque el libro tiene un carácter unitario, cada capítulo en sí mismo tiene autonomía propia. Una última lectura sumamente importante es la transversal, a partir del índice de materias o temáticas abordadas por cada una de las fundadoras. Pero sea cual sea el modo de acceder a su lectura en él nos vamos a encontrar con unos textos de autoría femenina que revelan mucho ‘conocimiento interno de Jesús’, mucha pasión por el evangelio, mucha confianza y osadía, mucha resiliencia, mucha libertad femenina, y también mucho amor a la Iglesia y a los pobres, como vicarios de Cristo. Todo eso y mucho más es lo que ellas expresan en sus textos esenciales, en sus palabras originales que balbucean su experiencia fundante.

También en el libro nos vamos a encontrar unos ‘Apéndices y Complementos’ que lo enriquecen enormemente. Entre ellos destaco las aportaciones de Elías Royón, autor del prólogo, y Dolores Aleixandre, autora del epílogo. También el libro recoge un artículo imprescindible en la investigación sobre espiritualidad ignaciana femenina como es el de Jeanne de Charry, religiosa del Sagrado Corazón, sobre los institutos ligados a la Compañía de Jesús en el mundo, actualmente más de 240. De destacar en estos apéndices es también la presentación de una bibliografía muy completa que recoge las publicaciones más relevantes sobre espiritualidad ignaciana femenina, de gran ayuda para el estudio y la investigación. Junto a ella una cronología que nos permite hacer conexiones muy interesantes entre las diversas fundadoras, especialmente en los siglos XIX Y XX en los que la espiritualidad ignaciana empoderó a muchas mujeres en el compromiso social, desde su dimensión creyente. Muchas de ellas fueron fundadoras de congregaciones. Desde 1815 a 1976 se fundaron 209 congregaciones femeninas de espiritualidad ignaciana. En el libro se recogen textos de 15 de ellas.

Textos oracionales

También algo que nos vamos a encontrar en el libro son algunos textos oracionales relevantes de cada una de las fundadoras junto a sus retratos, realizados por la pintora Isabel Alonso Valdés, que nos ayudan a poner rostro de mujer y rostro histórico a esos textos. Por último, algo importantísimo que ofrece el libro es un índice de materias a partir de temáticas que nos interesen leer en las autoras de forma transversal, categorías como ‘mujer, pobres, comunión, inculturación, libertad’.

Otro aspecto que destacar es la triple novedad que representa. La primera de ellas es que ‘rompe con la ablación de la memoria’ de las mujeres en la Iglesia y recupera genealogías femeninas a partir de sus textos, todavía insuficientemente conocidas, tanto ellas como sus textos. Desde algunas de las primeras mujeres que acompañó Ignacio de Loyola en su etapa como ‘Peregrino’ en Manresa, y que le sostuvieron en momentos difíciles, pasando a las que desearon ser jesuitas e incluso se ofrecieron a ir a las Indias con la Compañía de Jesús sin conseguirlo (Juana de Cardona o Teresa Oluja), a las que lo fueron muy temporalmente ‘jesuitesas’ como una experiencia que se vio frustrada muy pronto (Isabel Roser) o las que lo consiguieron de forma clandestina y usando un nombre de varón al interior mismo de la compañía, como Juana de Austria o Mateo Sánchez, hermana de Felipe II.

Esta genealogía entronca a su vez, en lo que constituye la parte fundamental del libro, con las fundadoras de espiritualidad ignaciana. Desde las primeras de ellas como Juana de Lestonnac (1556-1640), fundadora de la Orden de la Compañía de Maria y Mary Ward ( 1585-1645), fundadora de Congregatio Iesu y del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, hasta las dos últimas María Jesús Herruzo Martos (1896-1965), fundadora de las Obreras del Corazón de Jesús y Rosario Vilallonga Lacave (1911-1991), fundadora de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús. Así el libro va recorriendo la experiencia de Dios de estas mujeres, que como señala Dolores Aleixandre en el epílogo, embellecen la Iglesia y lo hacen desde la intensidad de su deseo, la totalidad de su entrega, su experiencia de intimidad, su lenguaje relacional y la anchura de su horizonte apostólico en su compromiso en las fronteras de la Iglesia y del mundo como compañeras de Jesús.

La segunda novedad que aporta es que nos adentra en el misterio de Amor, Dignidad y comunión que estas mujeres descubren desde lo más profundo de sí mismas, lo cual les lleva a reconocerlo de igual modo en la humanidad más herida y vulnerada, y a intentar poner a esta experiencia la singularidad de su palabra como mujeres. Este aspecto es fundamental porque la experiencia de Dios pide ser balbuceada, ’empalabrada’ y eso no se hace en neutro, sino que pasa también por la experiencia sexuada. Por último, la tercera novedad que aporta es ‘el modo de proceder’ en su edición y escritura: la forma coral con que se ha hecho. Un trabajo coral en la edición: Nurya Martínez Gayol, Miyako Namikawa y José de Castro, pero coral también en la elaboración de los capítulos: 20 fundadoras y 20 autoras, y en algunos casos una autoría colectiva en los propios capítulos. En definitiva, un libro imprescindible para las personas interesadas en profundizar en la historia de la espiritualidad, en concreto de la femenina y de forma particular en la espiritualidad ignaciana, ya sea desde el estudio o el acompañamiento desde la formación. También de personas que quieran orar con textos de mujeres, pues en este sentido también tiene aportaciones de gran interés y profundidad.