Tribuna

Mis amigos son gente cumplidora: santificar la fiesta de los trabajadores

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Quiero compartir esta reflexión dedicada a mis amigos, que como dice el poema cantado de Joan Manuel Serrat, son unos “convictos de atrapar sueños al vuelo, que aplauden cuando el sol se trepa al cielo y me abren su corazón como las flores”. A nuestro mundo le vendría bien una buena dosis de esas cualidades para entender y gozar el magno significado de aquel día en que Jesús ascendió al cielo, que este año se presenta doble, pues se conmemora apenas unos días después de la fiesta del Día Internacional de los Trabajadores.



En esa fiesta secular del Primero de Mayo, recordamos la lucha de los obreros por establecer el reino de la justicia en la tierra y, el doce de mayo, nuestros ojos se van hacia lo alto contemplando como el Mesías, después de morir y resucitar, asciende al Cielo. ¡Hermosa la secuela! Primero a echar el resto para construir la amistad entre los trabajadores y, acto seguido, levantar los ojos hacia el verdadero sol de la vida para verlo treparse al cielo.

Si queremos, podemos verlo cada amanecer. Podemos recordar, cada mañana, al Jesús victorioso, vencedor de la muerte y protector de la vida, en su gloriosa ascensión. De igual manera, podemos “santificar la fiesta de los trabajadores” como lo que fue y lo que debe seguir siendo en nuestros corazones y nuestro compromiso: el momento en que los que sudan y se sacrifican se disponen a atrapar al vuelo el sueño de la hermandad entre los seres humanos.

Culto al dinero

En el camino de la vida, sea el de la gesta histórica de la civilización, o el de la ruta de las vidas personales, buscar la amistad es muy importante. En alguna medida, las grandes luchas comienzan y se mantienen desde los amigos. En este siglo XXI, que ha comenzado con el fuego destructor de guerras gestadas en el pasado, hace falta  la hermandad de los amigos para tratar de poner orden verdadero a la existencia humana. Todos estamos necesitados de amigos.

Cuando miro la sociedad organizada, veo demasiada gente rindiéndole culto al dinero, unos que saquean lo poco que tienen otros, demasiados pendientes de cómo robarse de las arcas públicas el dinero que hace falta para atender las necesidades del pueblo, y unos pocos muy poderosos robándose la vida y el pan de naciones enteras mandando ejércitos malditos que matan y arrasan sin misericordia.

Veo también en ese mundo institucional la promoción de grandes mentiras, como la de que nadie da algo por nada y de que los que luchan por la justicia tienen que tener ambiciones de poder y no pueden ser sinceros.

Por eso insisto en que es bueno sembrar amistades, comprometernos unos con los otros, como lo hacen los buenos amigos. Lo que quiero decir es que si queremos construir un mundo a semejanza del cielo, hacen falta amigos dispuestos a echar el resto.

Como dice el poema de Serrat, que “mis amigos son gente cumplidora, que acuden cuando saben que yo espero. Si les roza la muerte disimulan, que pa ellos la amistad es lo primero”.

Cuando la amistad es primero, todo se transforma. Caminemos.