Tribuna

‘Laudate Deum’: cerrar la brecha de implementación del Acuerdo de París

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Han pasado ocho años desde la encíclica ‘Laudato si’’ y del Acuerdo de París. La primera, se trató de un documento pastoral de gran calibre para tratar con amplitud científica, doctrinal y espiritual el problema de la ecología, del cuidado de la creación, como una realidad de carácter moral que merece la atención de los creyentes. Entre los temas considerados, ciertamente aparecía el cambio climático, con clara intención de persuadir, en ese entonces, las discusiones durante la Cumbre del Clima de Naciones Unidas del 2015, la COP 21, que se llevó a cabo en diciembre en París.



De ella surgió el Acuerdo del París, donde por primera vez todos los países reconocieron el problema del cambio climático, el ‘qué’ de esta enfermedad planetaria que los científicos del clima también llaman calentamiento global antropogénico. La ciencia del clima se sintió escuchada después de 30 años, cuando se presentó por primera vez en forma oficial, en las Naciones Unidas, la preocupación científica del cambio climático, de gran calado humanitario, a fines de la década de 1980.

Sí, el cambio climático de origen humano existe, y es muy distinto a las variaciones naturales del clima pasado, causadas mayormente por las grandes inyecciones de dióxido de carbono debido a erupciones volcánicas, y por las variaciones orbitales de la Tierra con respecto a su distancia relativa al Sol, entre otras causas de menor importancia.

Grave enfermedad

Lo que estamos observando en los últimos  60 años no tiene precedentes y todas las herramientas de la ciencia climática arrojan que debemos actuar rápidamente para evitar un acelerado calentamiento de la Tierra que pone en riesgo la sostenibilidad de la vida en ella tal como la conocemos. No es una opinión, no es catastrofismo: es la proyección rigurosa que se deriva del diagnóstico de una grave enfermedad planetaria, el cambio climático. Enfermedad diagnosticada no solamente por mil científicos sino por la comunidad de científicos del clima que, en grupos de investigación e instituciones públicas y privadas y en forma independiente, llegan a esta conclusión.

Después de la pandemia, en la que la dilación en la toma de decisiones políticas concretas y reales estancó las discusiones de la COP 26 en Glasgow, se esperaba un nuevo impulso de Francisco que ha llegado con la exhortación apostólica ‘Laudate Deum’El ‘elefante blanco’ del Acuerdo de París es la necesidad urgente de eliminar gradualmente los combustibles fósiles, pues estos son la principal causa del calentamiento global antropogénico. El carbono fosilizado se está liberando anualmente a un ritmo alarmante por la quema de carbón, petróleo y gas. La actividad humana relacionada con ellos está cambiando la composición química de la atmósfera en apenas pocas décadas hacia condiciones muy cálidas, similares a las existentes hace cientos de millones de años.

Desde ‘Laudato si’’, Francisco vino ofreciendo mensajes claros sobre la importancia de escuchar a la ciencia e ir abandonando los combustibles fósiles, pero, ciertamente, no se está escuchando. Al Papa le pareció oportuno comunicarlo más claramente, a modo de exhortación, de manera más sistemática y organizada. Mantengo la ilusión de que su mensaje pueda persuadir positivamente la buena voluntad de muchos líderes, delegados nacionales y empresarios de aquellos países más sensibles a la enseñanza moral del Pontífice. El papel de los medios de comunicación en estas semanas será muy importante para amplificarla. La exhortación se sustenta en el trabajo y esfuerzo de la sociedad civil –representada por muchas organizaciones de todo el mundo que trabajan por la justicia climática– y del mundo académico.

Tono de clamor y de urgencia

Asimismo, se debe tener en cuenta que el Papa es el pastor de la Iglesia católica, y Francisco es un buen oyente: sabe a quién pedir consejo para poder hablar de temas complejos, pero cruciales para el bien común, para mantener la dignidad humana en el centro de la predicación del Evangelio en los tiempos actuales; dignidad humana que no está separada de la preservación del medio ambiente, ya que todo está interconectado. Por eso, todos los párrafos en los que hace referencia al clima están basados en los conocimientos más actualizados de esta disciplina científica. Pero, ya se sabe, tampoco los científicos del clima son escuchados cuando la gente no quiere oír.

‘Laudate Deum’ destaca por su tono de clamor y de urgencia, de llamada de atención a quienes deben tomar decisiones por el bien común, garantizando el cuidado de la Casa común, hoy amenazada por la crisis climática. En la próxima COP 28 se esperan decisiones políticas vinculantes a nivel internacional para implementar lo acordado en París. Se trata de poner en marcha acciones concretas para mitigar el cambio climático, acelerando la transición energética hacia energías renovables, ya que el tiempo para actuar es breve. De esto ha hablado la ciencia en el último Sexto Ciclo de Informes del Panel de Expertos de Naciones Unidas  sobre el Cambio Climático (2021-2023). Lo más importante es que las consecuencias del cambio climático ya las sufren los pobres en muchas naciones del Sur Global. Por eso, el tono de clamor de la exhortación se mezcla con el grito de tantas hermanas y hermanos que claman por la justicia climática. De alguna manera, Francisco ha asumido su grito.

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