Tribuna

Las tres mártires de Sudán del Sur

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La hermana Regina Roba y la hermana Mary Daniel Abut venían de misa. Era el 16 de agosto de 2021. En la diócesis de Torit, en Sudán del Sur, celebraban el centenario de la fundación de la parroquia de la que nació su comunidad. Era una doble fiesta, porque la iglesia estaba dedicada a Nuestra Señora de la Asunción y el 15, había sido la solemnidad de la Asunción de la Virgen María.



Por su parte, un 16 de mayo de 2016, la hermana Veronika Rackova volvía de noche de trabajar en un hospital. Acababa de asistir a una mujer que estaba a punto de dar a luz. Tras asegurarse de que la madre tuviera todos los cuidados necesarios, había decidido regresar sola a su casa. Le insistió al conductor que descansara. No había de que preocuparse ya que conocía el camino y sabía conducir.

¿Quién podría hacer daño a la hermana Regina, a la hermana Mary y a la hermana Veronika? Pues hubo quien se lo hizo. Las tres murieron a manos de grupos armados que bloquearon los vehículos en los que viajaban. No las asesinaron por error. Las dispararon porque eran religiosas.

Su sangre baña la tierra que visita el Papa Francisco. Sudán del Sur, el estado más joven del mundo, es también uno de los más atormentados. Ha estado en guerra durante medio siglo. Primero para obtener la independencia y después desde 2013 con una guerra civil que parece interminable. Inicialmente las partes del conflicto eran las dos principales etnias del país, la Dinka y la Nuer. Después se sumaron las milicias sobre las que nadie tiene control y que desatan su violencia contra cualquiera. El resultado ha sido la miseria, el éxodo masivo de cientos de miles de personas y multitud de crímenes como asesinatos y violaciones.

Mártires de hoy

En ocho años de conflicto más de dos millones de personas de las que la gran mayoría son mujeres y niños se ven obligadas a huir del país. Se estima que en los últimos veinte años ha habido dos millones de muertes. Los que sobrevivieron lo hacen en el miedo y la pobreza y, si son menores, corren el riesgo de ser reclutados por grupos armados. Un drama olvidado por Occidente. Pero no por los misioneros que siguen estando aquí para compartir, hasta el punto de dar su sangre, el sufrimiento de los que viven aquí. Son los mártires de hoy, los testigos. Como Regina, Mary y Veronika. No eran heroínas. Su historia se parece a la de muchos religiosos y religiosas que, desconocidos para el mundo, responden a su vocación allí donde Dios les ha llamado.

Sor Regina y Sor Mary pertenecían a la Congregación del Sagrado Corazón de la familia Comboniana. La primera procedía de la diócesis de Yei, en Equatoria central, y era enfermera. Durante muchos años sirvió en la parroquia de Loa, en el Centro de Salud del Sagrado Corazón en Juba y el Hospital Infantil Alshaba en Juba. Luego se convirtió en administradora del Catholic Health Training Institute de la diócesis de Wau, un centro que desde 2010 ha formado hombres y mujeres de Sudán del Sur como enfermeros y matronas. A pesar de los enfrentamientos armados en esa zona, esta institución no ha cerrado ni un día. La hermana Mary era maestra. De 2006 a 2018 había sido superiora general de las Hermanas del Sagrado Corazón y en el momento de su muerte era directora del Colegio Sagrado Corazón en Juba, institución con más de mil niños.

Ambas habían ingresado al convento siendo jóvenes y eran originarias de Sudán del Sur. Querían huir de la guerra. Habían completado sus estudios en Uganda y regresaron para cumplir su misión en su país. En la camioneta donde encontraron la muerte iban con otras cinco hermanas y cinco hombres. Un grupo de hombres armados les obligó a detenerse. Los hombres y cuatro de las hermanas empezaron a correr hacia el bosque. Los asaltantes abrieron fuego y lograron herir a Regina y a Mary. Cinco años antes, el 16 de mayo de 2016, también en Sudán del Sur, murió Veronika Rackova, religiosa eslovaca de las Misioneras del Espíritu Santo. Ella también fue asesinada en una emboscada por parte de una patrulla del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán del Sur.

A la medianoche del que sería el último día de vida, la hermana Veronika, directora del centro de salud St Bakhita’s Medical Centre de Yei, recibió una llamada de una mujer. Le pidió que fuera a su casa. Estaba dando a luz y la situación se había complicado. Veronika no lo dudó, fue a buscar a la mujer en una ambulancia y la llevó al Harvester’s Health Center. Después emprendió el camino a casa sola para permitir que el conductor descansara. En el camino de regreso, fue tiroteada. Murió en el hospital de Nairobi tras unos días de agonía. Tenía 58 años. Llevaba seis años realizando su misión en Sudán del Sur después de haber estado un tiempo en Ghana.


*Artículo original publicado en el número de febrero de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva