Tribuna

La Vida Consagrada en Asia: caminando con la gente

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La Vida Religiosa en Asia continuará enfrentando sus desafíos. Uno de estos es la disminución en el número de vocaciones y también de religiosos activos en los diferentes apostolados debido al aumento de miembros ancianos y enfermos y la muerte de algunos otros. Relacionado con esto, está cómo fortalecer a las hermanas activas física y espiritualmente a través de una formación continua relevante y también encontrando mejores formas y medios para promover el seguimiento de Jesús en la Vida Religiosa en familias católicas,  y grupos de jóvenes que están buscando un sentido a su vida.



Otro desafío es cómo permanecer fieles en el seguimiento de Jesús, pobre y humilde, en medio de tanto materialismo, consumismo, cultura del descarte y diversas formas de pobreza. El llamado urgente a defender la verdad y traer la luz de Cristo es otro desafío que enfrenta la Vida Religiosa hoy debido a tanta desinformación.

Ser la presencia de Jesús entre los más marginados seguirá siendo un llamado y un desafío de los religiosos en nuestro mundo que no se preocupa por enaltecer a los pobres y desfavorecidos. Acompañar a los que están bajo el cuidado de los religiosos también es un gran desafío hoy y en el futuro. Muchos de los alumnos de las escuelas provienen de familias rotas, familias cuyos padres trabajan lejos y no pueden estar con sus hijos en los momentos difíciles.

Confianza en Dios

En medio de todos estos desafíos, creemos que hay esperanza para la Vida Religiosa en Asia porque es parte de la Iglesia que camina con la gente, afrontando y discerniendo la voluntad de Dios en la lectura de los signos de los tiempos y orando por la guía del Espíritu Santo. También creemos que la vocación a la Vida Religiosa es un don de Dios y seguro que Él seguirá llamando. Ponemos nuestra confianza en Él, que llamó a la Iglesia a continuar la obra de Jesús de construir Su Reino en la tierra y que sabe que sin Él, cada uno de nosotros y toda la Iglesia, no podemos hacerlo. También ponemos nuestra confianza en la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, para que interceda por nosotros.

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