Tribuna

La reforma de Francisco y el futuro de la Iglesia, a golpe de cardenal

Compartir

El ángelus llega a su término. Y el Papa se saca de la manga -casi literalmente- un pequeño papelito. Tiene los nombres escritos a mano. Son los nombres de la Iglesia del futuro. No porque sean ‘millennials’, sino porque de sus canas depende el nombre de aquel que en algún momento tomará el timón de la barca de Pedro. Francisco lo sabe. Por eso uno de los secretos mejor guardados del pontificado es el de los consistorios cardenalicios.

Es Bergoglio personalmente el que piensa y reza cada uno de los candidatos. Pensados y rezados en clave de esa Iglesia en salida -con ‘Evangelii gaudium’, ‘Laudato si” y ‘Amoris laetitia’ en su lomo-, en la que lleva trabajando desde hace seis años con un objetivo: que los procesos iniciados y los cambios emprendidos sean irreversibles.

Los eslabones del cambio

Francisco es consciente de que esta reforma no es suya, sino de toda la Iglesia. El primer eslabón: el colegio cardenalicio. Para darle continuidad. En cada rincón del planeta. Actualmente, el colegio cardenalicio está compuesto por 216 cardenales, de ellos 118 electores y 98 no electores, a los que se sumarán los 13 anunciados  -diez electores y tres no electores-. De esta manera, el Papa argentino supera de nuevo esa barrera de los 120 electores marcada por Pablo VI y, a partir del 5 de octubre -fecha del consistorio-, se consolida un colegio cardenalicio con una mayoría creada por Bergoglio.

cardenales iglesia católica en una misa

Y pasa por una Iglesia que será más católica, en tanto que sea más universal. Se ve en esta tacada de electores. Solo un italiano, Matteo Zuppi. Pero con denominación de origen y acento bergogliano: la Comunidad de Sant’Egidio. Los demás, cada uno de una punta. Periféricos en lo geográfico, en lo intelectual o en su misión. Porque Yakarta, La Habana, Kinshasa, Huehuetenango -destinos de los nuevos purpurados no europeos- remiten a capitales de misión que hablan por sí solos, mientras otras ciudades cardenalicias por tradición histórica se quedan una vez más huérfanas.

La birreta de los migrantes

Los europeos también tienen lo suyo. Porque apostar por el portugués José Tolentino -archivista y bibliotecario vaticano- es hacerlo por un teólogo poeta, o un poeta teólogo que sabe de la espiritualidad de la vida, que ejerce la cultura de frontera. Porque vestir de púrpura al jesuita checo Michael Czerny supone entregarles un capelo a los migrantes y refugiados. Pero también a un colaborador discreto y eficaz, con el que ha tenido un gesto histórico e inédito: un “ascenso” directo de cura a papable . Porque el también jesuita luxemburgués Jean-Claude Hollerich se presenta como un firme defensor de esa Europa de los pueblos, de puertas abiertas.

Y de nuevo, mensaje para la Iglesia española. Implícito o explícito. Pero directo, directísimo. ¿Que Francisco no quiere a España porque no viene? Busquen en todos y cada uno de sus consistorios y verán a un españolito en la lista. Y eso no lo puede decir casi ningún país del planeta.

Además, quien quiera saber qué tiene qué hacer o qué no hacer un prelado español para vestirse de púrpura, que les haga un traje de arriba abajo a los nuevos del ilustre colegio. Quien desee saber hacia dónde caminar el Pueblo de Dios en esta tierra, que siga los pasos de estos pastores nuevamente reconocidos. Y tendrá una respuesta más que contundente. Dos cardenales misioneros. Y religiosos.

Impulso a la vida religiosa

Cuando algún que otro obispo sigue mirando de reojo -o directamente por encima del hombro- a congregaciones de solera y eficacia probada por su trayectoria histórica, el Papa entrega dos birretas a combonianos y salesianos. Purpurados, por tanto, de lo social. Y de periferia. Ayuso, porque se ha pasado media vida entregado a la causa del diálogo interreligioso como fontanero vaticano. Desconocido hasta hace tres telediarios en la esfera eclesial española, cuando el Papa le reconoció haber sido un “currante” discreto en los últimos años de vida del no menos trabajador Tauran.

Y Cristóbal López, el arzobispo de Rabat, con un año y medio de recorrido al frente de la diócesis marroquí a la que conoce como pocos,tras inculturarse durante ocho años en el país africano. Pero, sobre todo, con el aval de haber pastoreado la provincia salesiana española de María Auxiliadora.

¿Termómetro para medir si la Iglesia española ha tomado nota de por donde van los tiros? Basta con esperar unos meses y comprobar en cuántos y en qué foros, encuentros, congresos, jubileos y fiestas de guardar son llamados y se hacen presentes como ponentes los mismos purpurados. Aunque la prueba del algodón ya se puede hacer con los últimos cardenales creados que les preceden en el tiempo. El jesuita Luis Francisco Ladaria y el claretiano Aquilino Bocos. Pídanles su agenda pública del último año y las plazas españolas en las que les han reclamado para torear. Ahí está la faena.