Tribuna

La contracultura de Francisco Papa

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ALBERTO RUBIO. Catedrático y economista

Abandonemos por un momento nuestro modo habitual de razonar. Consideremos, con detenimiento, ideas, palabras y conceptos, extractados y combinados, de los mensajes de Francisco en México. Es decir: tratemos de reflexionar por sobre las circunstancias.

Francisco no confronta. Plantea una alternativa a la cultura de nuestro tiempo, al modo de vida y las costumbres de la época. Lo hace perfeccionando el mensaje tradicional del pensamiento social cristiano, del mismo modo que Jesús, el Cristo, predicó enriqueciendo y recreando la Torah.

VATICAN-POPE-AUDIENCE
La cultura de nuestro tiempo nace a fines del 1600, cuando la filosofía social abandona el marco de la moral y se fundamenta férreamente en la ética del interés individual. Se potencia entonces el yo sobre el nosotros, la desmesura sobre la equidad y, por sobre todo, se vulnera el sentido de prudencia, que aconsejaba al ciudadano aristotélico el uso moderado del dinero y la propiedad: “la mayor fortuna para una ciudad consiste en que sus miembros tengan un patrimonio moderado y suficiente”. Hoy no hay límites para la ambición, la acumulación o la corrupción que la facilita.

La cultura de nuestro tiempo ha sido y es confrontada desde el pensamiento y desde la acción por corrientes contestatarias de distinto tipo. Pero allí está. Se muestra hábil en mutar, reformularse a sí misma o enmascararse en actitudes de perfil humanitario permaneciendo poco alterados sus valores de fondo. ¿Cambia su paradigma una empresa por mantener una plaza pública o una sala de primeros auxilios, ejercitando acciones de responsabilidad social al tiempo que produce degradando ríos o trata a sus obreros como capital productivo y no como personas asociadas a su proyecto de negocio?

 

Hacer camino

Francisco mira más lejos. Siembra para una nueva generación en una nueva época. Alimenta, planteando un enfoque alternativo. Una nueva cultura para una nueva existencia. ¿Ilusiones? No. Convicciones de quien no está dispuesto a resignarse ante el presente. Lo soslaya y sostiene un mensaje tan claro y simple como sorprendente. Porque es una contracultura a lo cotidiano. La contracultura de Francisco es audaz. Es distinta. Inexorable. Nace en la periferia del Documento de Aparecida, toma estatura global en Laudato si’ y se multiplica en los mensajes de sus visitas apostólicas.

“¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y la desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Eso cuesta. Sé que lo planteado no es fácil, pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad. Sé que no es fácil muchas veces armonizar todas las partes en una negociación, pero sé también que es peor, y nos termina haciendo más daño, la carencia de negociación y la falta de valoración. Diálogo y encuentro. No cansarse de dialogar. Las guerras se van gestando de a poco por la mudez y por los desencuentros. Reconstruir poco a poco los vínculos sociales dañados por la falta de comunicación, dañados por la falta de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable. En el corazón del hombre y en la memoria de nuestros pueblos está inscripto el anhelo de una tierra, de un tiempo, donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz. Celebrar el Jubileo de la Misericordia es aprender a no quedar presos del pasado, del ayer. Es aprender a abrir la puerta al futuro, al mañana; es creer que las cosas pueden ser diferentes. Cada sector tiene la obligación de velar por el bien del todo. Todos debemos luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro; que sea un espacio para construir sociedad y ciudadanía. Esta actitud no sólo genera una mejora inmediata, sino que a la larga va transformándose en una cultura capaz de promover espacios dignos para todos. Esta cultura, nacida muchas veces de tensiones, va gestando un nuevo estilo de relaciones, un nuevo estilo de Nación” (Francisco, Ciudad Juárez, 17 de febrero de 2016).

La gran tentación de este tiempo es para Francisco papa, resignarse ante el presente. Entonces, no a “una resignación que nos paralice, una resignación que nos impida no sólo caminar, sino también hacer camino”. Y creo que su opción es hacer camino.