Tribuna

Juan Carlos González: “El trabajo del Gobierno de España por no dejar a nadie atrás está siendo encomiable y muy poco valorado”

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La tragedia del Covid-19 marcará nuestra vida cotidiana los próximos años. Tardaremos mucho en olvidar a las personas fallecidas y no haber podido dar el último adiós a nuestros seres queridos siguiendo nuestras convicciones.



La pandemia ha generado una descomunal crisis sanitaria y una crisis social sin parangón con las anteriores. Vivimos un momento difícil, incierto y bajo la certidumbre de nuestra vulnerabilidad. Nadie sabe cómo será el futuro. El miedo y la inseguridad nos amenazan.

Desde 1975 hemos vivido con un mantra: “Estamos en crisis y todo va a cambiar”. Sin embargo, después de cada “crisis” se han consolidado más los privilegios de unos pocos frente a los sufrimientos y penurias de la mayoría. Esta vez tiene que ser distinto, la factura de la crisis no deben pagarla fundamentalmente los más débiles y vulnerables.

Compromiso personal

Abrir un horizonte sin desigualdad supone un compromiso personal. Superemos nuestro individualismo,coloquemos nuestros intereses personales en un segundo o tercer lugar, impliquémonos en tareas concretas que generen bien común y faciliten la vida de las personas, priorizando a las más desfavorecidas.

Actuar con el bien común como norte supondría, en todos los niveles de la sociedad, pasar de las preocupaciones del “yo” a los intereses del “nosotros”. Priorizar los beneficios del colectivo frente a los individuales generará una sociedad distinta, mejor y, sobre todo, más humana.

Desarrollemos una sociedad solidaria y cohesionada centrada en cuidar a la ciudadanía  a través de la educación, la sanidad, los servicios sociales y el conjunto de servicios públicos. Es el momento de aportar todos, y más los que más tienen, de una fiscalidad progresiva y la oportunidad de repensar gastos que han demostrado su ineficacia. Toca poner la economía al servicio de la persona y del cuidado de la creación.

 

El coronavirus nos ha subrayado la importancia del Estado, también algunas de sus carencias que nos abren a impulsar procesos subsidiarios, como expresa la Constitución de 1978, y a trabajar por una auténtica gobernanza mundial que globalice la fraternidad y el interés general que es otro de los aprendizajes de esta crisis.

El empeño y el trabajo del Gobierno de España por no dejar a nadie atrás está siendo encomiable y muy poco valorado. Ojalá sepamos comprometernos para consolidar su compromiso con los más débiles. Tenemos el reto de superar de forma dialogada la crítica demagógica de quienes buscaron beneficio económico con el desmontaje del incipiente Estado de bienestar que teníamos, cuya debilitación ha hecho más difícil responder al coronavirus.

Será vital la referencia de las iglesias como <herramientas de encuentro y diálogo así como su apoyo a la cooperación política y social en favor de una sociedad justa y cohesionada.