Tribuna

Josefina Bakhita, la santa sudanesa vendida como esclava a los siete años

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Josefina Bakhita (la “afortunada”) es la primera santa sudanesa. Nació hacia 1869 en Olgossa (Sudán- provincia de Darfur). Su destino cambió rápidamente: a los siete años fue vendida como esclava por traficantes árabes. Luego fue torturada por un general turco… El trauma es tan grande que olvida su nombre y el de su familia.



A los 13 años se acabó el martirio: Bakhita fue vendida a Calisto Legnani, cónsul italiano en Jartum (capital de Sudán). “El nuevo amo era bastante bueno y me tomó cariño… Ya no me reprendían, golpeaban o castigaban, de modo que, frente a todo esto, aún dudaba en creer en tanta paz y tranquilidad”, decía.

Legnani le ofreció volver con su familia, pero la chica había olvidado su lengua… En 1885, el cónsul abandonó Sudán y Bakhita pidió seguirle. Entra al servicio de una familia amiga, los Michieli, y llega a Ziagino, en la provincia de Venecia.

La liberación

En su nueva familia, Bakhita se hace cargo de una niña, con la que es confiada al instituto para catecúmenos de Venecia, dirigido por la congregación de las Hijas de la Caridad. Allí descubrió a Cristo, a quien había sentido presente en ella desde la infancia. “Viendo el sol, la luna y las estrellas, me dije: ‘¿Quién es el Dueño de estas cosas tan bellas?’. Y sentí un gran deseo de verle, conocerle y rendirle homenaje”, señaló.

Día de Santa Bakhita

Cuando la señora Michieli decidió llevársela de vuelta a África, Bakhita expresó su deseo de quedarse con las monjas. En Venecia se celebró un sonado juicio que terminó en 1889 con su liberación (la esclavitud ya no existía en Italia en aquella época). La ‘Madre Morette’ (‘Madrecita Negra’, como era conocida) podía empezar a servir al Señor.

Los últimos cincuenta años de su vida los dedicó con su congregación a los pobres, los que sufren y los niños. Fue beatificada y canonizada por Juan Pablo II. Sobre los esclavistas que le hicieron daño, solo tendrá un discurso de perdón: “Si me encontrara con los esclavistas que me secuestraron, e incluso con los que me torturaron, me arrodillaría y les besaría la mano. Si no me hubiera pasado esto, ¿cómo me habría hecho cristiana y religiosa?”.


*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva