Tribuna

José Luis Martín Descalzo: un apasionado en todo su vivir

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Se cumplen 25 años del fallecimiento del segundo director de ‘Vida Nueva’

José Luis Martín Descalzo

Martin Descalzo firmando uno de sus libros en la caseta de PPC de la Feria del Libro

ANTONIO PELAYO | José Luis era una potencia humana y literaria; avasallador y apasionado en todo su vivir. Se nos fue demasiado pronto –murió con sesenta años, el 11 de junio de 1991– y no me atrevo a imaginar cómo habría evolucionado su vida si Dios le hubiera concedido quince o veinte años más de existencia.

Mi primer encuentro personal con él (yo le conocía de oídas y había leído ya algunos de sus libros) tuvo lugar en septiembre del 68 en la vieja redacción de Vida Nueva. Recién ordenado, yo volvía de haber pasado algunos meses en Alemania; meses antes, invitado por José María Pérez Lozano, había comenzado a colaborar en la revista haciendo la crítica de cine. “Eso son tonterías” me espetó José Luis después de los primeros saludos y ante mi desconcierto me dijo: “No pierdas el tiempo en esas chiquilladas, tienes que cambiar el rumbo y escribir sobre otras cosas”. Ahí comenzó mi carrera periodística; a sus órdenes y bajo su magisterio, formando equipo con Bernardino M. Hernando, Joaquín Luis Ortega y Manuel de Unciti, entre otros.

Martín Descalzo le dio a Vida Nueva un giro de 180 grados, convirtiéndola en un semanario de campaña, combativo y muy presente en la vida de la Iglesia española, que en aquellos años atravesaba un período trascendental de su historia: la aplicación del Vaticano II y la transición política. Cada mañana, José Luis entraba en la redacción con la fuerza de un huracán, fumando sus habituales cigarros Rössli y barajando ideas y proyectos para el próximo número. Los lunes escribía el editorial que nos daba a leer y del que, por cautela, nos cuidábamos mucho de disentir para no provocar una de sus explosivas cóleras.

Con la perspectiva de los años, hoy nadie le regateará los méritos acumulados durante los ocho años que dirigió la revista y la influencia que tuvo en la vida de la iglesia y de la sociedad española.

José Luis era, además, un escritor polifacético y muy prolífico: teatro, poesía, novela, ensayo, guiones de cine y de televisión, innumerables artículos periodísticos. En algunos de esos campos obtuvo reconocimientos muy especiales, como el Premio Nadal, que ganó con su novela La frontera de Dios, escrita cuando tenía 26 años; La hoguera feliz o Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos (magistralmente interpretada por Elisa Montes) recorrieron con éxito los teatros españoles. De su Vida y misterio de Jesús de Nazaret se han hecho numerosas ediciones y sus cuatro tomos de Un periodista en el concilio fue un auténtico best seller.

Creo, sin embargo, que donde brilló más su talento fue en el periodismo y en la poesía. Además de sus años como director de Vida Nueva, José Luis escribió en periódicos como El Norte de Castilla y La Gaceta del Norte, y fue redactor religioso y editorialista del diario ABC; por un editorial titulado ‘Responsabilidad ante la moral pública’ recibió en 1976 el prestigioso premio Luca de Tena.

Para mí, sin negarle méritos en otros campos, el mejor Martín Descalzo es el poeta que se estrenó en la revista Estría, publicada por el Colegio Español de Roma y que continuó escribiendo versos toda su vida. Semanas antes de morir nos dejó un poemario sobrecogedor: Testamento del pájaro solitario; escritos muchos de esos versos en sus largos años de enfermedad. Esos poemas son el mejor testimonio de un cristiano que, con todos sus defectos, tuvo el coraje de una fe inquebrantable y supo ser testigo de esperanza en un mundo desesperanzado.

En el nº 2.992 de Vida Nueva