Tribuna

Está y… es artesana del amor

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“Solo hay una prueba de la presencia del amor: la hondura de la relación y vitalidad y la fuerza de cada una de las personas implicadas; es por tales frutos por los que se reconoce al amor” (Fromm, Erich, 2003, pág. 130)



El arte de amar

Erich Fromm es un recordado y reconocido psicoanalista, psicólogo social y un humanista de origen judío – alemán. A lo largo de su vida fue un destacado autor y pensador que conjugó profundidad, experiencia humana y reflexión vital. En la obra citada “El arte de amar”, hace una reflexión políticamente incorrecta sobre el amor. Por un lado, porque lo presenta como una decisión y no un “mero sentimentalismo”. Por otro lado, porque distingue y separa el amor del enamoramiento. Y sobre todo, porque el amor es una superación de intimismo, y lo medita como una “orientación productiva; y que la satisfacción en el amor individual no pude lograrse sin la capacidad de amar al prójimo” (Fromm, Erich, 2003, pág. 9).

En una sociedad donde el amor es considerado una acción hacia uno mismo, este autor nos lo presenta como altruista y que busca realizar a la persona que ama, amando a otras personas. Por tal motivo, amar es un arte que emana de la concepción del ser humano y de su vínculo con la alteridad (tanto humana como Divina) pero a la vez, un arte que surge de la relación con la trascendencia que se manifiesta como un ser que solo sabe amar.

En este VI Domingo de Pascua, podemos zambullirnos en la meditación de la liturgia que nos comunica a un Dios que está inclinado, orientado, volcado, derramado como amor hacia las personas.

Amor universal

Pedro, tomando la palabra, dijo: Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas (Hchs. 10, 34)

En la selección litúrgica que se hace para la primera lectura (Hchs. 10, 25-25; 34 – 35, 44 – 48), la experiencia narrada de Pedro se ubica en la situación en la que se encuentra con una vivencia de una ruptura de la mentalidad de “ghetto” en la cual aparece una reunión con numerosas personas que no era parte del grupo. Y es ahí donde el apóstol expresa esta frase que citamos al principio.

La fe cristiana, es una decisión de amor universal, porque cree, celebra y anuncia que la Trinidad es amor, y que, por lo tanto, se brinda a otros, no a sí misma. La Trinidad al ser amor se identifica con quienes son amados y partícipes de esa ágape.

El Dios de Jesús, por ser amor, incluye a todos, no excluye a nadie… una comunidad de fe que sigue el estilo o el modo del Nazareno, vive esta dimensión como algo natural. En caso que todavía nos cueste vivirlo, será necesario contemplar el amor de la Trinidad que solo sabe amar.

Amor que toma la iniciativa

“Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero” (1ª Jn. 4, 9-10)

Paradoja del amor desde la Trinidad que solo sabe amar… Para ella, amar es tomar la iniciativa buscando que las personas respondamos al amor amando. Pareciera que amar no es poner condiciones para recibirla, sino que su misma presencia amorosa transforma. Evidentemente hay una hondura de amor entre ella y nosotros, de tal manera que no nos pide estar en gracia para recibirla. ¡Ella se brinda! ¡Ella nos ama! ¡Creemos, celebramos y anunciamos que ella existe para nosotros, que “es para nosotros” (Durrwell, Xavier François, 1992, pág. 72).

Amar con estilo

“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes (…) Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn. 15, 9; 12)

En la dinámica del discipulado, se aprende a amar amando… pero no a cualquier modo. Sino al estilo de Jesús, que es el estilo del Padre, es el estilo del Espíritu… ¡Es el estilo de la Trinidad!

Una primera revelación del modo de amor trinitario es la “salida de sí misma”. Este crea, supera la mentalidad narcisista de mirarse a uno mismo. Jesús no se mira a sí mismo, sino que contempla al Padre y al ser humano.

Una segunda revelación del estilo de amor trinitario, es la asunción. El Verbo se hace carne, asume lo humano, lo hace propio, lo incorpora al estilo de Dios. ¡Lo humano cabe en Dios y lo Trinitario cabe en lo nuestro! Evidentemente para la Trinidad nada de lo humano es ajeno a su corazón, por eso, por medio de su amor nos hace partícipes de su misterio y nos revela hasta dónde es capaz de amarnos: hasta el punto en que la muerte es vencida por la Vida.

Amor de permanencia

“Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn. 15, 10)

Propuesta desconcertante si la hay… Nos propone un mandamiento (Ámense), y en la medida que lo realicemos permanecemos en él. Pareciera que el amor de la Trinidad no es activista, es decir, no pone el acento en las acciones que realicemos sino en el amor con que somos capaces de amar. Cumplir este mandamiento es amar al estilo de Jesús, y permanecer en él, es vivir el mandamiento del amor.

¡Qué paradoja tan grande! Amar es permanecer en él. Y, por otro lado, nada podría separarnos del amor de Dios (Rom. 8, 31-39), porque sería separarnos del amor. De tal manera que, como dice François Durrwell, “para que una potencia adversa pudiera impedirnos ser amados, ¡sería preciso que tuviera el poder de suprimir a Dios!” (Durrwell, Xavier François, 1992)… y eso es imposible. Ergo, permanecemos, vivimos y convivimos con una Trinidad que solo sabe amar. Y desde ese amor, es que crea, recrea, juzga, conduce, anima, guía, etc.

Amor participante

“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre (Jn. 15, 13 – 15)

Al meditar esta lectura, hay dos palabras que nos hacen eco… La primera es “dar”. Pareciera que una de las características esenciales del amor es brindar. Este supera la mirada mercantilista del trueque o del intercambio que domina las relaciones comerciales… ¡La Trinidad es amor, es decir, se da sin esperar nada a cambio, sin intercambiar un don por un sacrificio! Porque justamente el amor más grande es dar… es darse. Y en Jesús eso se hace testimonio de amor, no de pago de deuda.

La segunda palabra es “amigos” que como se puede traducir “significa amado, amigo y amando, amable, amigable y como sustantivado: amigo, amiga” (Biblia de estudio – Amigo, 2024) y en la misma explicación se hace mención a que se puede considerar a esas personas como quienes tienen algo en común, que son partícipes de un vínculo de amor.

El amor de la Trinidad se nos da y nos brinda la posibilidad de tener algo en común con ella: ser capaces de amar.

Plegaria

Trinidad del amor, es hermoso y necesario darte gracias, siempre y en todo lugar,
porque eres la expresión de quien nos ama plenamente,
porque eres quien inspira en nosotros tu estilo y manera de amar,
porque eres el amor que orienta nuestra existencia,
porque eres quien hace de nuestra historia un arte de amor, cercanía, permanencia y comunión,
porque eres quien nos hace vivir como amigos, santos y amados.
Te pedimos, que sigamos cantando cánticos nuevos porque haces maravillas, porque nos das a conocer la salvación, tu fidelidad, y misericordia.
Te suplicamos, que, como amigos tuyos, vivamos el amor universal, que toma la iniciativa, que hace e incorpora a las personas en una experiencia de plenitud auténticamente humana.
Te rogamos, que tu presencia nos siga estimulando a vivir a tu modo, a tu estilo,
Trinidad del amor, “enséñanos tu modo de hacer sentir al otro más humano, que tus pasos sean nuestros pasos, nuestros modos de proceder” (Fones, Cristóbal – Tu modo, 2020; Adaptación)

Feliz Pascua de la Vida Nueva… y que ella nos impulse a seguir siendo felices y con caras de redimidos.

Bibliografía

Biblia de estudio – Amigo.
Durrwell, Xavier François. (1992). ‘Nuestro Padre. Dios en su misterio’. Salamanca: Sígueme.
Fones, Cristóbal – ‘Tu modo’. (13 de agosto de 2020).
Fromm, Erich. (2003). ‘El arte de amar’. Buenos Aires: Paidós.