Tribuna

En primera persona: Recordamos a un impulsor del apostolado en los medios

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Por Gloria Batalla, Hermana de las Auxiliares Parroquiales


El 25 de enero, día de la Conversión de San Pablo, partió a la Casa del Padre el presbítero Alberto Balsa. La arquidiócesis de Buenos Aires lo despidió con un emotivo agradecimiento por su labor sacerdotal desplegada como párroco, liturgista y como impulsor del apostolado en los medios de comunicación.

En este tiempo tan influenciado por los medios de comunicación, la Iglesia no puede prescindir de estos medios y de la tecnología. Desde más de 40 años fue responsable de la Misa Televisiva de Canal 7. Largo tiempo estuvo en la pantalla de la Televisión Pública, también en la de Canal Orbe 21 y en Radio Nacional.

Su voz inconfundible quedará para siempre asociada a la misa por televisión junto a la transmisión del Ángelus del Papa en la plaza de San Pedro. Acontecimientos que cada domingo, desde hace más de 20 años, llegan por televisión a miles de hogares argentinos.

Su actividad pastoral fue muy basta, como liturgista impulsó acciones en los medios de comunicación social que lo llevaron a distintos encuentros en los Estados Unidos y en Europa, en búsqueda de experiencias y subsidios para los emprendimientos comunicacionales que se avecinaban y permitirían desarrollar medios de comunicación propios para la Iglesia.

Por su actuación destacada en los medios, en 1975 la Liga de Madres de Familia le otorgó el premio Santa Clara de Asís.

Durante su desempeño como secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal para los Medios de Comunicación Social –que presidió monseñor Desiderio Collino entre los años 1987 y 1993–,logró que la Iglesia en la Argentina pudiera contar con emisoras propias de radio y televisión.

En 2005, el cardenal arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio lo designó director general del Canal 21 que comenzaba a instalarse en el décimo piso de la sede del arzobispado. Actualmente, se desempeñaba como director general del Centro Televisivo Arquidiocesano y como responsable de la misa dominical que se emite en cinco horarios diferentes por televisión y por radio, además de grabar microprogramas para Canal 21.

Soy testigo de cómo se fueron uniendo a nosotros innumerables personas a través de la televisión. Recibíamos gran cantidad de cartas y llamados telefónicos llenos de afecto. Luego, esos mensajes comenzaron a llegarnos por correo electrónico y por las redes sociales. Siempre nos agradecían el poder participar cada domingo de la Santa Misa por Televisión o por radio.

Para el padre Balsa, la preparación de la misa y de la homilía para los medios de comunicación la vivía como un don de Dios para este tiempo. El Evangelio era el centro que engendra comunión, que pone al televidente o al radioescucha en diálogo con el mensaje de Jesús. Entendió que los desafíos de la predicación son una propuesta de encuentro con Dios y con los hermanos, iluminado por un texto bíblico concreto, dirigido a un oyente concreto, de modo que el que escucha, se sienta parte y en presencia del amor de Dios, que es Padre y que siempre nos acompaña. “Allí está el secreto de la misión de los predicadores de los medios de comunicación, debemos estar animados por una profunda vocación de anunciar. Y sus fuentes especiales son las Sagradas Escrituras y la liturgia. El Evangelio cruza el umbral cultural de las comunicaciones y de la revolución de la información que está teniendo ahora”, nos decía.

Como nos dice el papa Francisco en la Evangelii gaudium: “La homilía es un retornar a ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo. El que predica debe reconocer el corazón de la comunidad para buscar donde está vivo y ardiente el deseo de Dios…” (137).

 

Sentida despedida

El cardenal arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli, presidió el jueves 26 de enero la misa de cuerpo presente en la parroquia San Ildefonso –donde el padre Balsa fue párroco durante 34 años–. Durante la celebración, recordó que el papa Francisco habla de una Iglesia en salida. “El padre Alberto Balsa entendió eso hace mucho tiempo: se metía en millones de hogares para llevarles el Evangelio”, señaló Poli. Y agregó: “Hoy me toca a mí hacer la acción de gracias por la vida del sacerdote que despedimos”.

Al día siguiente, el viernes 27, el obispo auxiliar de Buenos Aires José María Baliña, destacó su servicio sacerdotal a través de las dificultades a lo largo de los años y se refirió a los frutos que darán las semillas que sembró, la difusión de la Palabra de Dios “que es viva y eficaz”. Luego se realizó el entierro en el panteón de la Asociación Eclesiástica de San Pedro, en el cementerio porteño de la Recoleta.

No podemos dejar de traer a la vida de este sacerdote las palabras del papa Francisco es Evangelii gaudium: “El predicador ‘debe ser el primero en tener una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva’. Nos hace bien renovar cada día, cada domingo, nuestro fervor al preparar la homilía y verificar si en nosotros mismos crece el amor por la Palabra que predicamos. No es bueno olvidar que ‘en particular, la mayor o menor santidad del ministro influye realmente en el anuncio de la Palabra’. Como dice san Pablo, ‘predicamos no buscando agradar a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones’ (1 Ts 2, 4). Si está vivo este deseo de escuchar primero nosotros la Palabra que tenemos que predicar, ésta se transmitirá de una manera u otra al Pueblo fiel de Dios: ‘de la abundancia del corazón habla la boca’ (Mt 12, 34). Las lecturas del domingo resonarán con todo su esplendor en el corazón del pueblo si primero resonaron así en el corazón del Pastor”.

Puedo dar testimonio que así preparaba la liturgia, la Palabra y la homilía de cada domingo.

Gracias querido padre Alberto por enseñarnos a amar lo sagrado que habita en cada liturgia dominical, que compartimos con tantos hermanos por televisión y por radio. Hasta el cielo.