Tribuna

El profetismo de la vida religiosa en la era digital

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Cuando se inauguraba la Secretaría para la Comunicación en la Santa Sede –hoy, Dicasterio para la Comunicación– Vida Nueva realizó una consulta a 40 periodistas especializados en información religiosa: “¿comunica bien la Iglesia?”, fue la pregunta que lanzó.

22 respondieron que “no”, 14 dijeron que “sí”, y cuatro manifestaron que “depende”. Todos presentaron sus argumentos en torno a las fortalezas de la Iglesia en materia comunicativa y aquello que debería cambiar para mejorar su comunicación.

El imperativo de una comunicación pertinente y proporcional a estos tiempos, atravesados por mediaciones tecnológicas, convergencia mediática y una incesante interactividad, agudiza la necesidad de preguntarnos hasta qué punto no solo nos ‘conectamos’, sino que generamos auténticos dinamismos de comunión en la era digital.

Hace varios meses, dialogando con Gustavo Entrala, el reconocido asesor digital de marcas globales que lideró el equipo responsable de la creación de la cuenta del Papa (@Pontifex) en Twitter, en nueve idiomas –que ya supera los 66 millones de seguidores–, me manifestaba que a los jóvenes “hay que intentar entenderles mejor, entender el tipo de preguntas que se hacen […] cómo priman mucho más las experiencias sobre las doctrinas, por ejemplo, o cómo les sorprende a veces los planteamientos morales de la Iglesia, más que nada por el lenguaje que se usa, no tanto por el contenido en sí, sino porque son expresiones de hace ya muchos siglos”.

“El apostolado del encuentro es la impronta del pontificado de Francisco”

Cuando le pregunté por su percepción sobre el papa Francisco, Entrala me dijo sin titubear que “este Papa te toca el corazón todos los días”. Entonces me sentí interpelado: ¿hasta qué punto, como Iglesia, tocamos el corazón de los colombianos?, ¿cómo estamos comunicando en la era digital?, ¿qué comunicamos?, más aún, ¿para quién comunicamos?

Gobernanza digital

Por supuesto, no se trata solamente de una cuestión de formatos, plataformas o tecnologías. También es un asunto de gobernanza, es decir, de la forma cómo nos organizamos, la manera como funcionamos internamente, nuestros posicionamientos y nuestras relaciones con instancias y actores externos de cara a la misión que nos ha sido encomendada. Por otra parte, bien valdría la pena situar este asunto en torno al profetismo que le compete a la vida consagrada en la era digital.

En alguna oportunidad presencié cuando un superior mayor que pertenecía a la Presidencia de la CLAR defendía –con argumentos y hechos– ante uno de los dicasterios romanos que “la vida religiosa es una de las pocas instancias críticas que permanecen en la Iglesia”.

Hoy sabemos que los críticos están a la baja. Sin embargo, Ómar Rincón –reconocido crítico de medios de comunicación en Colombia– sostiene que la crítica es necesaria “para atemperar egos, mortificar al poder, denunciar los falsos positivismos y los excesos de lo políticamente correcto”.

Verdad, bondad y belleza

En tiempos de posverdades y de ‘fake news’, precisamos primerear en la verdad, por difícil y dolorosa que sea. En tiempos de desesperanza y de cansancio, necesitamos apelar al refrescante caudal de la caridad que emana de nuestras obras, de nuestro compromiso con los últimos, con las ‘periferias geográficas y existenciales’ de nuestro país y con la Madre Tierra. En tiempos de confusión y de sin-sentido no podemos dejar de ser ‘místicos de ojos abiertos’ –parafraseando a Metz–, testigos de la belleza del misterio que se revela a través de nuevas formas de ser Iglesia en clave sinodal.

Ante el desafío de ser “vino bueno y nuevo”, como lo sugiere el ‘Horizonte Inspirador’ de la CLAR a la luz del icono de las Bodas de Caná, comunicar la profecía de la verdad, la caridad y la belleza mística podría el camino para ‘tocar los corazones de los colombianos’, como lo hizo Francisco. La vida consagrada sabe de profecía y de mística, de crítica y de autocrítica.

*Palabras pronunciadas en la apertura de LVIII Asamblea General Electiva de Superiores Mayores, en Bogotá, el 26 de abril de 2019.