Tribuna

El abrazo de Dios

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Mi vocación trata de ser memoria profética de Jesús-Hermano, quien a sus seguidores declaró: “Todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8). Ser hermano es un don y es un reto, pues esto conlleva en medio de nuestro mundo herido poner en relieve la dignidad y la igualdad de todos aquellos que seguimos a Jesús, viendo al otro como hermano y hermana y tratando que las otras personas con las que entro en contacto me vean como su hermano.



Actualmente resido en Arahal, un pueblo de Sevilla, donde llevamos varios proyectos: una casa familiar donde acogemos a personas migrantes en situación de vulnerabilidad y a personas víctimas de la trata; y otro programa de acercamiento a través de unidades móviles a mujeres y trans en situación de prostitución, concretamente en este último programa podemos compartir la riqueza del trabajo en red e intercongregacional.

El trabajar como consagrado en estos campos de la migración, la trata y la prostitución me lleva a tomar conciencia de las palabras de Francisco en Fratelli Tutti: “Necesitamos construirnos en un ‘nosotros’ que habita la Casa común”. Y desde esta construcción descubro el sentido de la Encarnación, donde Dios toma la opción de abajarse esperando que le abramos las puertas de nuestro corazón.

El mundo de las migraciones es un mundo apasionante, donde descubres diferentes culturas, diferentes religiones, diferentes idiomas o costumbres, que para nosotros, los amigos de Jesús, no son un obstáculo sino una gracia donde poder descubrir la presencia del Absoluto en otras realidades, de conocer el gran legado espiritual de las otras religiones, de poder trabajar el diálogo interreligioso, de sentir que todos somos uno y de ir construyendo ese Reino de Amor.

Nuestra vida como Hermanos la vivimos de una manera muy singular, el concepto que nuestro fundador, Hno. Isidoro Lezcano, tenía de la Vida Religiosa es el concepto de “familia”, donde Dios nos llama a vivir cómo hermanos especialmente junto a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables, acogiendo, acompañando, transformando y humanizando.

Cuando me preguntan, ¿cuál es tu vocación?, una de las respuestas que suelo dar es la de ser abrazo de Dios, pues en un mundo cargado de palabras, en medio de la sociedad del cambio, la gente necesita ver esos signos y prodigios que acompañaban la predicación de Jesús, y con pequeños gestos podemos ser canales de gracia: un abrazo, una sonrisa, una escucha activa, una palabra de aliento, una mano amiga…

Iluminar en la oscuridad

Isaías 49 dice: “Te he constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: ‘Salid’, a los que están en tinieblas: ‘Venid a la luz’. Este texto define muy bien el trabajo que actualmente llevamos a cabo: por una parte, liberar a tantas personas que viven oprimidas o esclavizadas por cualquier motivo, y, por otra, tratar de ser faro e iluminar tantas situaciones de oscuridad.

Como Vida Religiosa no podemos dejar a nadie fuera, el ministerio de Jesús fue anunciar la Buena Nueva a los más pobres y el ministerio de inclusión, restaurando e incluyendo en la sociedad de su tiempo a todo el que estaba fuera. Amo ese Evangelio de Jesús rodeado de la gente más rechazada, ese Jesús es al que trato de seguir día a día y a ese Jesús me consagré.

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