Tribuna

Con la mirada puesta: Celebro la existencia de Vida Nueva

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Al dar la bienvenida a los hermanos argentinos y españoles que nos visitan, quiero empezar contándoles algo de esta ciudad que los recibe.

En 1717, el vizcaíno Bruno Mauricio de Zabala llegó a Buenos Aires con el cargo de gobernador del Río de la Plata. Ese mismo año, el rey Felipe V da la orden a Zabala de fundar Montevideo y Maldonado. El mandato no fue cumplido. La orden se reitera tres veces, sin éxito. A la quinta vez, el Rey envía al Gobernador una intimación, fechada el 20 de diciembre de 1723, que dice: “en el caso de no estar ejecutadas ya las órdenes anteriores… paséis desde luego y sin malograr tiempo alguno a ejecutarlas y perfeccionarlas… que de lo contrario me daré por deservido de vos y se os hará gravísimo cargo”.

Zabala cumple la orden, y en 1724 empieza el proceso fundacional de Montevideo que durará dos años.

Tanto el gobernador como el rey estaban preocupados por el mismo hecho: la amenaza para las posesiones españoles provenientes de los portugueses que en 1680 habían fundado la Colônia do Santíssimo Sacramento frente a Buenos Aires. Sin embargo, para el rey, las fundaciones fortalecerían la posición de España. Zabala, en cambio, sabía que no contaba con suficientes recursos para defender dos fundaciones.

Montevideo nació cuando debía nacer, y aquí está, como puerto y puerta del Uruguay, un poquito más al sur que Buenos Aires, aunque lo disimule ubicándose en la orilla norte del Río de la Plata. Bienvenidos a esta ciudad que a muchos uruguayos nos parece tan grande, pero que todavía tiene dimensión humana, de gran aldea.

Cuando los cristianos nos planteamos nuestro lugar
y nuestra acción en el mundo, nuestra identidad está
en las palabras, la vida y la entrega de Jesús.

Cuando uno recorre las páginas de Vida Nueva, no puede menos que pensar en el Concilio Vaticano II. Por un lado, Lumen Gentium, la Iglesia misterio de comunión; pero sobre todo, Gaudium et Spes, planteando la relación Iglesia-Mundo; porque aquí hay una mirada sobre el mundo desde la identidad de creyentes.

Cuando los cristianos nos planteamos nuestro lugar y nuestra acción en el mundo, nuestra identidad está en las palabras, la vida y la entrega de Jesús.

Sin embargo, acercándonos al mismo Jesús, llegamos a veces, como Zabala y Felipe V, a conclusiones y decisiones diferentes. Reflexiones que nos llegan desde laicos católicos de los Estados Unidos nos hablan del campo de lo “prudencial”, es decir, de todo aquello que no está definido de una manera categórica –no digamos dogmática– por la enseñanza de la Iglesia. Ese campo donde caben diferentes opiniones y opciones de vida y acción.

Algo así expresaba Pablo VI en 1971, en su carta Octogesima Adveniens: “En las situaciones concretas, y habida cuenta de las solidaridades que cada uno vive, es necesario reconocer una legítima variedad de opciones posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes.” (OA 50).

Yo celebro la existencia de Vida Nueva, no sólo porque informa, sino también porque opina, porque se mete en el campo de “lo prudencial” y provoca respetuosamente, porque no provoca a pelear, sino a reflexionar. Creo que busca en ello ser fiel a lo que Pablo VI decía en el final del párrafo que he citado: “Es cierto que muchos [fieles], implicados en las estructuras y en las condiciones actuales de vida, se sienten fuertemente predeterminados por sus hábitos de pensamiento y su posición, cuando no lo son también por la defensa de los intereses privados. Otros, en cambio, sienten tan profundamente la solidaridad de las clases y de las culturas profanas, que llegan a compartir sin reservas todos los juicios y todas las opciones de su medio ambiente. Cada cual deberá probarse y deberá hacer surgir aquella verdadera libertad en Cristo que abre el espíritu de las personas a lo universal en el seno incluso de las condiciones más particularizadas.”

Si uno intenta vivir esta propuesta es muy posible que los que se consideran (o son considerados) “conservadores” los encuentren horrorosamente progresistas y los tenidos (o autotenidos) como “progresistas” los consideren tibios y timoratos.

No interesan esas categorías y esos juicios; que siga habiendo Vida Nueva, contribuyendo con su voz al pluralismo en la Iglesia y que los juzgue Aquel que conoce el interior de los corazones, El que nos llama a la libertad de los Hijos de Dios, El que sigue ofreciendo Vida plena a toda la humanidad.

 

 

N. de R.: Estas palabras fueron pronunciadas en la presentación de Vida Nueva en Montevideo el 19 de noviembre pasado.