Tribuna

Alabada seas Trinidad Santa… porque somos santos y sinodales como vos

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Noviembre comienza con una celebración que, por un lado hace patente que la santidad proviene de Dios, y por otro lado, nos interpela teológica, litúrgica, catequística y pastoralmente. Porque según la concepción que tengamos de la santidad, comunicará una experiencia de Dios, iglesia, ser humano y mundo.



A lo largo de la historia y vida de la Iglesia los prototipos de santidad fueron variando e inclusive su reconocimiento: mártires, monjes, caballeros, religiosos mendicantes, reyes, soldados, obispos, presbíteros, célibes… y últimamente laicos, matrimonios, etc. En la primeras comunidades no era necesaria un proceso de “canonización” porque todos se consideraban “santos”… experiencia que Pablo menciona en varios de sus textos (Cf. Ef. 1, 1. 1ª Cor. 1, 2; Filip. 1, 1; Col. 1, 5; 3, 12).

Para una reflexión más detallada y profunda recomendamos el libro ‘Una aventura maravillosa’ publicado en el 2022 por medio de PPC – BONUM. Dada la importancia de la santidad en la vida de fe, creo necesario compartir de manera sintética que la Santidad proviene de una Trinidad, que es fuente y concomitante con y para nuestra existencia.

Santidad Fontal

“Santo eres en verdad, fuente de toda santidad, por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu”
Plegaria Eucarística II (CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, pág. 925)

El Dios de la experiencia bíblica y coránica (vali – amigos cercanos) es quien hace brotar su santidad en la vida de las personas y en las diversas realidades. En la fe cristiana, es la Trinidad quien santifica todo y nos configura con ella.

Sublime concomitancia

Hablar de santidad es profundo y por momentos nos deja sin palabras, no porque no se pueda pronunciar nada, sino porque el Misterio que se revela y el eco de su voz nos lleva a la escucha y contemplación. Sin embargo, contar anécdotas de quienes son considerados “modelos de virtud” es simplemente comunicar y justificar acciones o paradigmas eclesiásticos pasados o contemporáneos. Verbalizar sobre la santidad es balbucear que ella es comprensible desde quienes se relacionan en un amor múltiple: la Trinidad y la humanidad.

Trinidad de Andrei Rublev

Ser santos es la evidencia de lo sublime (Trinidad) como fuente y cumbre de la vida. Ella provoca un proceso que embellece y glorifica, porque, así como al iniciar el camino hacia una cumbre o lugar deseado, el sendero lentamente hace brotar una percepción de la belleza y grandeza de todo lo que nos rodea donde podemos contemplar aquello que parecía lejano y que ya no lo es. Lo sublime está ante nuestra vida y es comprensible por nuestros sentidos generando un paso de lo “tremendo” a lo fascinante, llevándonos a una conmoción existencial relacionándonos con la Trinidad como la artífice de la belleza que nos embelese. Es aquí donde, en algunas experiencias, lo grandioso de la divinidad opaca la pequeñez de la creatura. Pero en la fe cristiana que brota de la Trinidad produce concordancia de espíritu que engrandece y enaltece, porque es concomitante, es decir, que está y actúa en la creación, haciendo que lo grandioso y pequeño, sublime y belleza, creador y creatura, etc., están en una relación de distinción, pero no de separación. Produciendo así el ensanchamiento del corazón en el que el gozo interno se hace visible en la sonrisa y la alegría exteriorizada como afirma Tomás de Aquino. Aquí la vida encuentra su rumbo, el sentido de todo: ser para los demás, porque el misterio se revela para otros, no para sí mismo. El ser es para vivir y convivir. La Trinidad es y se revela para comunicarse a otros, no para ser autorreferencial y egocéntrica, porque la gracia no es así (Francisco – C´est la confiance, 2023, n° 12; 19)

En nuestra expresión cristiana, esto llega a un cenit cuando lo divino y lo humano se entrelazan por la encarnación del Verbo, porque él en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, nos manifiesta plenamente nuestra identidad y lo excelso de nuestra vocación (GS 22). Los cristianos profesamos que, por la acción de Dios y adhesión personal, lo humano se transforma en sublime, bueno, bello, apto, porque esas características se hacen concomitantes, caminan juntas y así realizan un itinerario de alteridad:

“El creador no se limita a adoptar una posición de trascendente frente a su creación, sino que entra en ella y la sostiene desde dentro,
siendo al mismo tiempo trascendente a ella. Inmanencia del Trascendente: esto es el Espíritu Santo” (Gelabert Ballester, Martín, 1997, pág. 63)

Por lo tanto, ya en el ser humano hay presencia de lo espléndido favoreciendo nuestra propia humanización, es decir, su santidad. Somos santos con y para los demás, suscitando y comprendiendo la santidad en los próximos.

La idea muy en boga de sinodalidad, tiene como fuente esta concomitancia que realiza Dios con las personas y el mundo. ¡Deseamos y rogamos para que esta idea se transforme en experiencia e identidad eclesial para giro un pastoral que responda a los signos de los tiempos!

Fuente sublime

La grandeza de la santidad provoca expresarla con vocablos o afirmaciones que ponen de manifiesto que la fuente es Dios. En la Sagrada Escritura, la santidad pareciera ser un atributo exclusivo de él, porque utiliza el conocido trisagio “Santo, Santo, Santo” aplicado a Yahweh en el texto de Isaías (6,3), y que se vuelve a utilizar en el Apocalipsis (4, 8), por medio de esta pronunciación se estaría intensificando esa cualidad (santo) y no lo aplica en ningún otro ser. En la liturgia cristiana de rito romano lo entonamos en el momento previo a la consagración con expresiones que nos desbordan manifestando lo sublime del misterio con verbalizaciones tales como: cantamos

  • sin césar el himno de tu gloria,
  • llenos de alegría o alegremente,
  • a una sola voz,
  • tu alabanza, tu grandeza, etc.(CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, págs. 799 – 998)

Las terminologías que usamos para hablar de la santidad son balbuceos y que, por lo tanto, nos invitan a recorrer varios senderos.

Santidad es presencia de la Trinidad

“En él vivimos, nos movemos y existimos” Hchs. 17, 28

Un camino inicial que queremos proponer en esta columna es que lo Divino es Santo. Este vocablo es una traducción del griego άγιος (agio), por eso, la intensificación (tri/agio) que hemos mencionado anteriormente (Santo, Santo, Santo). Otra traducción es puro. De άγιος derivan los conceptos santificar, consagrar, santificación, santidad… Las aplicaciones que se realizan del término nos podrían indicar aquello que pertenece a Dios (Cf. Lc. 2, 23), haciendo referencia al texto que el pueblo de Israel recuerda las palabras de Yahweh: “Conságrame a todos los primogénitos. Porque las primicias (…) me pertenecen” (Ex. 13, 2). Por otro lado, pareciera ser una consagración universal dado que se aplica al pueblo (Ex. 6,7; Jer. 30, 22; 32, 38).

Además, los lugares dedicados a Elohim son considerados santos: ciudad santa (Mt. 4, 5; 27, 53), templo (Hchs. 21, 28), montaña (2ª Ped. 1, 18), pero también es santo el espacio donde está lo divino (Ex. 3, 5). Una primera conclusión a la que podemos arribar desde este vocablo es que la santidad es por la presencia, elección y acción de Dios en las personas y lugares, no tanto por una decisión de los destinatarios o por una milagrería exigida por una institución.

Somos santos… feliz día

Sin ánimo de abarcar en su totalidad el sendero iniciado, nos parece importante reforzar las intuiciones que desde este bucear nos ayudan a interiorizar que ser santos es:

  • Vivir en el misterio de Dios. Por lo tanto, no es una acción moral, sino que la vida moral es consecuencia de la santidad, porque ella precede a las exigencias.
  • Principio y meta: porque brota de Dios como una fuente y es la meta que da sentido a la vertiente que de él surge.
  • Comunión con la Paternidad/Maternidad, Belleza, Bondad, Ternura, Compasión, Misericordia, equivalente a Filiación y Fraternidad.
  • Consagración de todos: todos los humanos estamos consagrados por la creación, todos los bautizados estamos consagrados por el crisma bautismal…

Plegaria comunitaria

Espíritu Santo, Dador de vida y fuente de santidad,
Estás, y sigue viniendo, haciéndonos partícipes de la santidad que proviene de vos.
Te pedimos, que esta santidad nos impulse a ser protagonistas del Reino para construir un mundo más humano
y una comunidad que pregone la alteridad superando la autorreferencialidad.

Feliz día de todos los santos, porque somos santos, porque Dios nos ha santificado con su presencia, cercanía y ternura.

Feliz día de todos, porque somos Santos desde la Trinidad,  y ella no estaría probar su acción en la vida y en la realidad, porque su amor y presencia transforma y nos hace partícipes de su propio misterio.