Pliego
Portadilla del Pliego nº 3.126
Nº 3.126

Qué gobierno para qué país

Antes de entrar en las tendencias, conviene detenernos en tres aspectos que son importantes para ofrecer una mirada cristiana sobre la realidad social:

La suerte de los pobres a nivel global. Nuestro trabajo e incluso nuestra preocupación pueden dirigirse primero hacia quienes están más cerca, pero nuestra vista debe abarcar todo el panorama mundial, que no siempre es semejante al que tenemos cerca.

El equilibrio del conjunto. El sistema sociedad-naturaleza es global. Resulta tan complejo, que desequilibrarlo deliberadamente sería una gran imprudencia, sobre todo respecto a los más pobres. Por otra parte, dejarlo que se desequilibre por sus propias dinámicas internas también constituiría una gigantesca irresponsabilidad. La prudencia es la virtud clave del gobierno: intentar corregir el sistema en sus dinámicas ‘suicidas’ (y ‘homicidas’), sin destruirlo ni pretender cambiarlo de golpe por alguna idea de sociedad perfecta.

El tamaño de lo que está en juego. España es solo un pequeño pedacito, como el 0,6% de la población del mundo, que actúa a escala global más a través de la Unión Europea que por sí sola. Para darle emoción al asunto, los candidatos pueden prometernos resolver todos los males de la sociedad, pero lo que está realmente al alcance del gobierno nacional no es tanto, y los condicionamientos de las dinámicas externas son mayores de lo que parece.

Vamos a ver, pues, algunos elementos del panorama al que se enfrentará el próximo gobierno.

La crisis financiera global ha terminado. Así lo demuestran la evolución del Producto Interior Bruto (PIB) percápita mundial y del desempleo a escala global, según las cifras del Banco Mundial (BM). Tras un bache en torno a 2008-2010, parece haberse consolidado una recuperación –tanto del crecimiento del PIB como de la disminución del desempleo– a tasas semejantes a las anteriores a la crisis.

El comercio internacional también pasó el bache del principio de la crisis (2008) y retomó la lógica de crecimiento de las exportaciones y las importaciones característica de la globalización. Los países del Sur (en desarrollo) crecen más rápido en exportaciones que en importaciones, lo que significa que cada vez agregan más valor internamente, mientras que en los del Norte (nosotros) pasa lo contrario.

Está por ver –no hay cifras todavía– si el nuevo proteccionismo, expresado por el Brexit y la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, supone un freno real a la globalización del comercio. En los últimos años para los que hay datos, el comercio internacional crece más despacio, pero no disminuye.

Una preocupación general que afecta a la economía, con la que deberá lidiar el próximo ejecutivo, estriba en el peligro de una nueva crisis global, esta vez por la deuda de los gobiernos, que ha crecido mucho en los últimos años. En el caso de España, por ejemplo, está cerca del 100% de todo lo que produce el país anualmente. Es, más o menos, la misma proporción de Estados Unidos o Francia. Algunas otras economías grandes tienen porcentajes mayores: Italia, en torno al 130%; Japón, por encima del 200%…

Cuanto mayor sea la deuda del gobierno, menos creíble resulta que la devuelva y más probable que se produzca una nueva crisis financiera. Si esa crisis estallara, su carácter ‘público’ la haría probablemente peor que la anterior, porque careceríamos de la posibilidad de más gasto del Estado para enfrentarla a corto plazo.

Por eso, un desafío fundamental para todos los gobiernos muy endeudados, como el de España, estriba en mantener su gasto bajo control respecto a los ingresos, para ir reduciendo su deuda pasada. No hacerlo cuando la economía crece, sino seguir endeudando al gobierno, es jugar con fuego: dejarlo ‘desarmado’ para la próxima crisis.

Sobre desigualdad del ingreso no hay buenas cifras globales. Se discute si en conjunto está incrementándose o disminuyendo lentamente. En buena parte, depende de cómo se mida: usando una medida promedio (el llamado ‘índice de Gini’), concluimos que en algunas zonas –como España, Estados Unidos o la India– está subiendo y en otras –como China, Latinoamérica y el Caribe o el África subsahariana– está bajando.

Si usamos una medida de extremos, el porcentaje del ingreso total que recibe el 10% más alto está subiendo en casi todas partes. Ello es fuente de gran preocupación mundial, incluso para el papa Francisco, porque entorpece la democracia. Es difícil que gente tan distante del ciudadano promedio juegue con las mismas reglas.

Hay más consenso sobre el hecho de que la pobreza está disminuyendo a nivel global. En 2005, más del 20% de la población mundial estaba bajo el umbral de la pobreza extrema; y casi el 40%, bajo el de la pobreza en general. Hoy, esas cifras se han reducido a la mitad, aunque quizá la disminución se esté frenando. Es difícil saber en qué medida esto se debe a la crisis misma (con la caída del gasto social en muchos países) o a que van quedando solo los grupos más ‘difíciles’ de sacar de la pobreza.

Conseguir que más de mil millones de personas hayan salido de la pobreza en unos 15 años es un gran logro, que ha tenido lugar, sobre todo, en las llamadas ‘economías emergentes’: China, la India, Brasil y algunos otros países más pequeños. Evidentemente, importa mucho liquidar toda la pobreza. Hay que tener cuidado, sin embargo, con los atajos que procuran la disminución del número de los pobres que tenemos cerca a costa de que aumenten los que están lejos. (…)


Índice del Pliego

PERSPECTIVA DESDE LA QUE MIRAR

I. TENDENCIAS GLOBALES

  1. La crisis ha terminado
  2. ¿Otra crisis a la vuelta de la esquina?
  3. Desigualdad y pobreza
  4. Digitalización
  5. Cambio climático
  6. Capacidad política global

II. TENDENCIAS EUROPEAS

  1. El rol de la Unión Europea
  2. Nacionalismo y populismos
  3. Migraciones y solidaridad internacional

III. TENDENCIAS NACIONALES

  1. Demografía y pensiones
  2. Educación
  3. La cuestión territorial
  4. Calidad institucional
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