Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.363
3.363

La religión según Kant

1. Las preguntas de Kant

Immanuel Kant (Königsberg, 1724-1804) dejó escrito en varias ocasiones que todo nuestro afán de conocer puede expresarse en tres preguntas fundamentales:

  • ¿Qué puedo saber? revela nuestro interés teórico, es decir, nuestro interés por el conocimiento de lo que hay, de la naturaleza. Para responderla, el filósofo escribió su obra principal: la ‘Crítica de la razón pura’.
  • ¿Qué debo hacer? resume nuestro interés práctico, es decir, nuestro interés por lo que debe haber, por lo que, gracias a nuestra libertad, debemos traer o no traer al ser. Para responder a esta cuestión, Kant escribió –entre otras obras– su segunda Crítica, la ‘Crítica de la razón práctica’.
  • Si hago lo que debo, ¿qué me está permitido esperar, qué me es lícito esperar? En esta pregunta –dice Kant– se unen el interés teórico y el práctico. Para responderla, el filósofo escribió dos libros capitales. El primero es la tercera de sus Críticas, la ‘Crítica del Juicio’, que ofrece las bases imprescindibles para encontrar una respuesta a esta tercera pregunta.


2. La definición de religión

¿Qué entiende Kant por religión? Si examinamos con cierto detenimiento la formulación de la tercera de sus preguntas, de la pregunta por la esperanza, captaremos lo esencial de la concepción religiosa de Kant. Si hago lo que debo, ¿qué me está permitido esperar? En la condición que antecede a esta pregunta –“si hago lo que debo”– encontramos que Kant establece un vínculo necesario entre el deber, es decir, entre la moral y la religión. No es que Kant reduzca la religión a la moral, como a veces se ha dicho. Pero sin duda es verdad que, sin moralidad, no hay religión verdadera, hasta el punto de que Kant utiliza la expresión “religión moral” o habla de “los fundamentos morales de la religión”. (…)

3. La religión moral pura: los postulados de la inmortalidad del alma y la existencia de Dios

Si se mira bien, la primera tarea insalvablemente imposible de llevar a cabo que hallábamos en el cumplimiento del deber, y que por ello nos mueve a la esperanza, se refiere a una imposibilidad innata, constitutiva, una imposibilidad que se debe a nuestra naturaleza de seres finitos, limitados. Como ya sabemos, el fin último de la voluntad, el “bien supremo”, consiste –según Kant– en la consecución de la dignidad moral de ser feliz, en subordinar nuestra búsqueda de la felicidad al cumplimiento del deber por el solo hecho de ser deber. Consideremos más detenidamente estos dos elementos del bien supremo: la virtud y la felicidad. (…)

4. La religión moral aplicada: el cristianismo dentro de los límites de la mera razón

Con la segunda tarea absolutamente imposible de realizar que hallábamos en el cumplimiento del deber, y que nos mueve a la esperanza, ocurre algo muy distinto que con la primera. En este caso, no se trata ya de una imposibilidad innata, debida a nuestra finitud, sino a una imposibilidad adquirida por el uso de nuestra libertad. No se trata de que la brevedad de nuestra vida sensible y lo limitado de nuestros poderes impidan la consecución del fin último de la vida moral. (…)

5. El mal radical y el maestro del Evangelio

La concepción que se formó Kant de la religión, especialmente la que expone en La religión dentro de los límites de la mera razón, ha sido y sigue siendo objeto de numerosos análisis y discusiones por parte de los estudiosos. El libro, de un altísimo interés, es también particularmente difícil de entender. (…)

6. Un cristianismo sin Cristo

Sea lo que fuere lo que pensemos de la religión moral de Kant, es innegable, sin embargo, que en ella se nos ofrece lo que podemos llamar “un cristianismo sin Cristo”. La religión moral de Kant se reduce, en última instancia, a una suerte de cristianismo despojado de la persona de Cristo y convertido en una doctrina moral que conduce a la esperanza en la intervención divina. En efecto, la religión moral que sustituye a Cristo por un ideal moral no solo prescinde de la divinidad del propio Cristo, acaso sin negarla expresamente, aunque tampoco afirmándola de manera explícita. Prescinde, asimismo, de la eficacia redentora de la muerte y la resurrección de Cristo. Por lo demás, en la religión moral de Kant, el hombre solo puede fundar la esperanza en obtener la ayuda divina en los previos esfuerzos que haya hecho para hacerse moralmente digno de ella. No hay lugar en esa religión para la gratuidad de la gracia de Cristo. (…)

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