El Sínodo de los Obispos en una Iglesia sinodal

El pasado 15 de septiembre, el papa Francisco publicó la constitución apostólica ‘Episcopalis communio. Sobre el Sínodo de los Obispos’. Pretende actualizar y revitalizar un organismo con más de cincuenta años de existencia, que había sido constituido por el papa Pablo VI en pleno Vaticano II por medio del ‘motu proprio’ ‘Apostolica sollicitudo’.

La relevancia del documento de Francisco queda resaltada por un doble dato, aun antes de entrar en su contenido: a) está firmado el 15 de septiembre, la misma fecha en la que Pablo VI firmó su constitución, lo cual insinúa que el Papa actual desea retomar el momento fundacional para imprimirle un aliento nuevo o renovador; b) esto queda subrayado porque Francisco adopta la forma de constitución apostólica, que posee un rango jurídico mayor que Apostolica sollicitudo.

Su importancia, no obstante, radica en su contenido: refleja de un modo nítido la eclesiología del Papa y, en consecuencia, pretende insertar en el dinamismo del Pueblo de Dios un organismo que parecía fundamentalmente “asunto de los obispos”. Podemos afirmar que el proyecto del Papa en esta iniciativa constituye un paso decisivo para configurar de modo real una Iglesia enteramente sinodal. En su primera entrevista, concedida al P. Antonio Spadaro, el Papa recién elegido ya indicó que la metodología del Sínodo de los Obispos le resultaba muy estática, por lo que requería un nuevo dinamismo más acorde con la vida real de la Iglesia. Ahora da respuesta a aquel deseo.

El marco para comprender este proyecto lo ofrece el conjunto de la eclesiología de Francisco, pero de modo más claro y directo el discurso que pronunció el 15 de octubre de 2015, considerado como la propuesta eclesiológica más explícita y significativa del Papa. La ocasión y el contexto otorgaban a aquel discurso una especial solemnidad: en el seno del Sínodo de los Obispos sobre la familia, se estaba celebrando una sesión para conmemorar el 50º aniversario de la existencia del Sínodo de los Obispos como organismo. De aquella intervención del Papa, de cara a nuestro tema, merecen ser destacadas algunas ideas:

a) la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio, de cara a potenciar y hacer converger hacia la misión todas capacidades (sinergias, dice el Papa) que existen en todos los ámbitos de la Iglesia;

b) la base se encuentra en el bautismo, que hace que todos y cada uno seamos responsables de la misión;

c) la necesidad de configurar una Iglesia toda ella sinodal procede del ser mismo de la Iglesia; recuerda, citando a san Juan Crisóstomo, que Iglesia y sínodo son sinónimos, que “sínodo” es nombre de la Iglesia. Por eso, lo que el Señor nos pide está contenido en la palabra sínodo: que caminemos juntos (laicos, pastores, el obispo de Roma) de cara al testimonio y a la evangelización; el carácter sinodal, por tanto, debe ser visto como una dimensión constitutiva de la Iglesia;

d) la práctica sinodal comienza con la actitud de escucha, atenta y humilde, de lo que el otro piensa y vive; el otro posee algo que yo no tengo, por lo que me puedo enriquecer con su aportación; desde ese presupuesto, se hace posible el diálogo abierto y sincero, porque lo que a todos afecta debe ser tratado por todos;

e) ese proceso y esa actitud deben iniciarse desde los espacios concretos donde se vive la fe, normalmente las diócesis concretas; y, a partir de ahí, se continúa en el ámbito de las Iglesias cercanas (las conferencias episcopales); en esta lógica, el Sínodo de los Obispos será la manifestación más clara y patente de una Iglesia enteramente sinodal, de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales.