Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3306
Nº 3.306

Cartas a don Carnal y doña Cuaresma

Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, eximio representante del Mester de Clerecía, escribió en 1330 una de las cumbres de la literatura en lengua castellana: el ‘Libro de Buen Amor’ o ‘Libro de los Cantares’. Compuesto por alegorías, fábulas morales, sermones, cantigas, serranillas e himnos religiosos, el ‘Libro de Buen Amor’ constituye un retrato de la vida medieval que ha traspasado el ámbito literario para incardinarse en la misma cultura popular que inspiró buena parte de sus páginas.



En sus versos 1067 a 1127 se presenta un famoso relato alegórico: ‘De la pelea que ovo don Carnal con la Quaresma’. La trama, capaz de trascender los siglos y de inspirar a pintores, es curiosa: en la víspera del Miércoles de Ceniza, don Carnal despliega un ejército de manjares para combatir la templanza a que lo conmina doña Cuaresma. Se entabla una dura batalla entre ambos y, después de varias escaramuzas muy graciosamente contadas, ella lo vence.

Durante cuarenta días, don Carnal queda prisionero en una mazmorra al cuidado de don Ayuno, hasta que la alegría de la Pascua de Resurrección, que renueva a la vez el alma y la naturaleza, logra presentarlo de nuevo ante los hombres, esta vez más sereno y transformado en lo que realmente es: sustancia de la vida. Tanto que, en el capítulo siguiente, su compañero de aventuras será el Amor.

Una contienda viva

Don Carnal y doña Cuaresma –que combatieron ayer en los campos de estrofas del Arcipreste de Hita, como anteayer en la juventud tormentosa de Agustín o en los santos afanes de Marta y María– llevan peleando ya varias décadas en nuestra propia vida y afrontan junto a nosotros los retos de este vertiginoso siglo XXI que nos sumerge en un cambio de era de la historia. Su contienda sigue viva porque la certeza de la dualidad del ser humano es tan antigua como nuestra presencia en la Tierra.

De la indisoluble convivencia entre el cuerpo y el alma de cada persona han hablado todos los grandes pensadores: desde san Pablo a los Padres de la Iglesia, desde Teresa de Ávila a Etty Hillesum. Y, sin embargo, con frecuencia cuerpo y alma se han presentado como irreconciliables, olvidando que ni el mayor santo puede renunciar a su envoltura material, sino que debe servirla o soportarla con humildad, respeto y templanza. Porque la forma en que tratamos el cuerpo, creado y amado por Dios, puede fortalecer o debilitar nuestro baluarte interior: el alma que dialoga con el Padre y donde Él mismo desea habitar.

Hoy observamos cómo, a nuestro alrededor, Carnal se esfuerza en actualizar pecados viejos como la humanidad, lastres del egoísmo que se publicitan a través de pantallas y por eso parecen conllevar novedades, cuando son agotadoramente pertinaces, porque los malvados de todos los siglos se parecen mucho entre sí. Cuaresma, por su parte, intenta superar su descrédito, su difícil encaje en los usos hedonistas de la sociedad occidental, y se nos presenta a veces revestida con prácticas de otras culturas.

Difícil equilibrio

Pero aquí y ahora, igual que en el siglo XIV, los católicos seguimos afrontando en cada jornada el difícil equilibrio entre las exigencias del consumo y las de la austeridad, entre la desinhibición del comportamiento y el respeto al otro, entre la materia de la cual estamos modelados y el espíritu que nos cimenta. Carnal y Cuaresma son nuestra dualidad y contraste; la convivencia entre ambos, nuestra tarea. Y nuestro modelo, el propio Dios hecho carne: Jesús que se retira cuarenta días al desierto, pero acepta que María le perfume los pies; que al atardecer come el cordero y durante la noche ora al Padre; que se transfigura vestido de blanco en el Tabor y muere desnudo en el Calvario.

Así que nuestra plenitud consiste en anhelar los bienes espirituales desde la frágil biología en que necesariamente se encarnan. Porque para el esfuerzo y la generosidad creó Dios las manos; para la alegría, la garganta; para el dolor, las lágrimas; para la oración, el gesto de arrodillarse; y para apreciar el regalo de la vida, la muerte. (…)

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Índice del Pliego

CARTA A DON CARNAL

CARTA A DOÑA CUARESMA

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