Editorial

Voto libre, responsable y en conciencia

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Publicado en el nº 2.604 de Vida Nueva (Del 8 al 14 de marzo de 2008).

Los españoles estamos convocados a las urnas el próximo 9 de marzo. Una vez más podremos decidir con el voto soberano quiénes nos representarán en las Cortes Generales y quiénes tendrán la responsabilidad de gobernar España en los próximos cuatro años. También en algunos lugares, como es Andalucía, las elecciones decidirán quiénes serán los representantes en el parlamento autonómico. Como ciudadanos y como cristianos tenemos el derecho de votar en libertad y la obligación de hacerlo en conciencia. Hemos asistido a una campaña especialmente crispada, como lo ha sido la legislatura que se despide, y en la que el insulto y la descalificación pueden llevar a un sector de ciudadanos a una postura abstencionista que en nada beneficia a la democracia. El voto libre y soberano es el más directo instrumento que tenemos para participar en la vida política de forma eficaz, democrática y transparente. Hoy más que nunca es necesario dignificarla y darle el valor que tiene de cara al bien común y al futuro de España. Los jóvenes que se pueden sentir tentados a la abstención por la forma agresiva de la campaña o por cierto individualismo instalado en la sociedad, tienen que encontrar la luz idónea para saber de la importancia de la participación electoral de cara al futuro.

El cristiano ha de saber que su voto responsable debe alimentarse de una información objetiva de todos los programas electorales de quienes concurren a estos comicios y juzgar con mirada limpia, con la cabeza más que con el corazón, qué programas recogen con una aproximación mayor los valores del Evangelio y, entre ellos, ha de situarse la defensa de la vida, su dignidad y desarrollo, y todo aquello que ayude al cuidado de la familia y de la educación como contextos en los que la persona puede crecer como tal. La ética cristiana pone también especial cuidado en potenciar una acertada distribución de la riqueza y una atención a las personas y a los grupos más desfavorecidos de la sociedad. En este ámbito es hoy especialmente importante establecer una política que permita una adecuada acogida de los inmigrantes entre nosotros.

Conviene recordar que la intervención en la vida pública no se ciñe al momento de depositar el voto, sino que el cristiano está llamado a la participación política activa por los medios que crea convenientes en su vida cotidiana.

Y en medio de todo, urge una llamada a la serenidad y cordura para que se vote en conciencia, participando democráticamente, orillando las actitudes beligerantes y dignificando la tarea del político.

Votar a alguien en conciencia no es votar contra nadie, sino contribuir a la construcción del bien común. El cristiano debe ser testigo del Amor de Dios en medio de los afanes de este mundo, también en la vida política. La responsabilidad en la vida pública tiene una significatividad importante. Apostar por una mayor participación, claridad, justicia, honradez y servicio, son valores muy evangélicos que enriquecen el servicio al bien común de la comunidad humana. Es éste uno de los mayores servicios que el cristiano puede hacer.