Editorial

Visitas sorprendentes e históricas

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Acapara titulares casi a diario. Desde que accediera a la sede de Pedro en 2013, cada gesto, presencia y palabra del papa Francisco genera una enorme expectativa dentro y fuera de la Iglesia. Algunos lo achacan a su arrolladora personalidad, otros encuentran en su lenguaje sencillo y directo la razón de ese eco mediático.

Como es costumbre, Francisco sorprende. ¡Cómo sorprendió cuando la Santa Sede anunció que el Papa realizaría una visita apostólica a Cuba y a Estados Unidos!

Sorprendió en Cuba, yendo a visitar a Fidel Castro a su casa. Sorprendió en Estados Unidos ante el discurso a los congresistas norteamericanos.

Bergoglio aterrizó en la Isla centroamericana como Misionero de la Misericordia y con los deberes bien hechos, tras ejercer de puente indispensable para terminar con el bloqueo de Estados Unidos y el restablecimiento de las relaciones entre ambos países. Nada se habría logrado sin la labor infatigable del cardenal cubano Jaime Ortega Alamino y de la diplomacia vaticana durante décadas, que se ha visto impulsada por la mediación personal del Papa argentino.

En La Habana, frente a la gigantesca imagen del Che Guevara, afirmó que “el servicio nunca es ideológico, no se sirve a ideas, sino a personas”, y denunció la “dinámica de la exclusión” que genera servirse de los otros. El segundo recado se lo envió a los jóvenes, cuando los invitó a “abrirse y soñar” con un futuro en común, huyendo de “los conventillos de las ideologías”.

En el aeropuerto de la Fuerzas Armadas Andrews, comenzó la visita apostólica a los Estados Unidos, con el lema El amor es nuestra misión. Allí, el momento crucial tuvo lugar en Washington, precisamente en el Capitolio. A los congresistas de la principal potencia del mundo el Santo Padre les expresó, en inglés, su preocupación por “la inquietante situación social y política de nuestro tiempo” y advirtió que “el mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico”.

Enseguida, el Pontífice exhortó a “combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas, lo cual requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar”.

Es inevitable percibir que, con este viaje, el papa Francisco ha hecho triunfar a la cultura del encuentro y ha dejado una puerta abierta para el diálogo sincero entre estas dos naciones tan enfrentadas durante décadas. Sin embargo, el verdadero cambio sólo llegará a la isla cuando la democracia se torne realidad y cuando sus hermanos del norte realmente les tiendan una mano fraterna de ayuda y compromiso, sin las mezquindades, ni las estrategias oportunistas propias de este sistema que descarta y excluye.