Editorial

Un Sínodo para la familia

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La agenda que a finales del año pasado recibieron los obispos del mundo parece reunir todos los elementos de una crisis de la familia en el mundo: allí se habla de la extendida práctica de la convivencia de parejas sin vínculo, resultado de la cultura del no compromiso a la que se acogen las jóvenes parejas y que trae como consecuencia la inestabilidad del vínculo; que como una enfermedad contagiosa afecta además de las parejas jóvenes, a las que habían formalizado y mantenido su vínculo matrimonial, como lo demuestra la multiplicación de  procesos en los tribunales eclesiásticos. La agenda prevé por tanto la posibilidad de simplificar los procesos de nulidad. Se incluye además, otro tema del día: las parejas del mismo sexo y su pretensión de adoptar hijos y, por supuesto, los divorciados y vueltos a casar; los hijos de parejas en situación irregular y los que crecen sin Dios a la vista.

Es una crisis espiritual y social que demanda soluciones tan exigentes y de fondo, que el papa Francisco ha convocado la III Asamblea General Extraordinaria del sínodo de obispos, para una reunión entre el 5 y 10 de octubre de este año, que estará dedicada al tema de la familia. De esa convocatoria hace parte la variada y urgente agenda recibida por los obispos.

En los meses finales del año pasado los obispos de todo el mundo estuvieron reuniendo los datos necesarios para responder una encuesta sobre la situación de la familia en sus países; ese informe será la base para la redacción de un documento de trabajo que utilizará el episcopado en el sínodo. Se trata de encontrar las formas pastorales más eficaces para anunciar el Evangelio en un mundo familiar atravesado por los diversos y poderosos elementos que han desatado la crisis.

Llaman la atención en esa convocatoria algunas características:

  • Es una invitación a participar en unas tareas que tradicionalmente se cumplían en pequeños grupos de la curia vaticana. El papa Francisco, consecuente con su política de descentralización de la Iglesia y de empoderamiento de las Conferencias Episcopales, ha intensificado la acción sinodal.
  • La utilización de una encuesta que les proporcionará a los obispos una visión universal de la realidad de la familia en el mundo, como base para sus propuestas pastorales.
  • La concentración de la acción sinodal en lo pastoral. Expresamente se han descartado los debates doctrinales. Así, al incluir en la agenda las uniones del mismo sexo, se ha precisado que se trata de aclarar las reglamentaciones civiles sobre el tema y la actitud pastoral de la Iglesia frente a estas parejas. Será pues, una Iglesia a la escucha de los problemas que afectan la vida familiar de los hombres de hoy, con el fin de ofrecerles, de modo creíble, el mensaje del Evangelio.
  • Es notorio el tono de los documentos de convocatoria en que el lenguaje descarta la connotación autoritaria e impositiva y enfatiza la actitud de servicio. Puesto que la Iglesia dispone de un aporte para las familias del mundo, eso es lo que hará en este Sínodo: encontrar la manera de entregarlo eficazmente y como su servicio a la sociedad. Si antes se lo ofreció como un mandato que debía acatarse, hoy la Iglesia acentúa su función de servidora y presenta un servicio que, de tan creíble y atractivo como aparece, resulta fácil de recibir.

Esa acción pastoral parte de unos principios que atraviesan su ofrecimiento:

  • La indisolubilidad de dos realidades: el matrimonio y la familia, doctrina que fue expuesta en su momento por el papa Juan Pablo II.
  • Como lo afirmó el papa Francisco, la realidad del matrimonio implica la unión de hombre y mujer. Explican los documentos del Sínodo que las familias “son escuelas en donde la masculinidad y la feminidad de los casados están abiertos al don de  los hijos”.
  • La familia es una institución fundamental concertada con el orden de la creación. No es invención humana, es una realidad natural “elevada por Cristo al orden de la gracia”.
  • No es algo impuesto, ni ingerencia alguna de la sociedad o de autoridad alguna.
  • La experiencia de la Iglesia en la orientación de las familias pondrá sobre la mesa del Sínodo, para que tenga una respuesta pastoral, problemas como estos:
  • La educación de los hijos de parejas que viven en situación irregular, o porque esa unión no es estable o porque no cumplen sus deberes de padres o de cónyuges.
  • La necesidad de estimular una mentalidad más abierta a la natalidad, en una sociedad que en vez de celebrar la vida, la teme y que, más bien que cuidarla, la evita o destruye.
  • También enfrentarán los obispos sinodales el caso de los niños que nunca ven a sus padres recibir los sacramentos y que en vez de encontrar en su hogar “la Iglesia doméstica” de que hablaba Pablo VI, crecen en el desierto laical donde lo religioso ha sido excluido de la agenda o recluido en las oscuridades de lo supersticioso.
  • Otro problema que se pondrá en la mesa sinodal será cercano a la cultura del no compromiso: el de las parejas unidas por un vínculo frágil, que todos los días está a punto de romperse y que mantiene a los hijos en situación de incertidumbre o que les enseña a desconfiar o a no creer en la posibilidad del amor de pareja.

Si la familia es la escuela más rica de la humanidad, la crisis familiar incide directamente en la sociedad empobreciéndola y debilitándola. Esta es, por tanto, una de las razones de la preocupación del Papa para que la evangelización de la familia sea una operación eficaz y creíble.

Si la Iglesia ha de ser la escuela de los pueblos, al proveer la reflexión y la búsqueda pastoral sobre la familia, está contribuyendo a la humanización del mundo.

Hay, por cierto, una relación entre una familia que cumple su función formadora de buenos seres humanos y una sociedad asentada sobre sólidos valores humanos. Es lo que se proponen los obispos que en octubre se reunirán en el sínodo convocado para encontrar una pastoral para la familia.