Editorial

Tiempo de perdonar

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Luis Alfredo Mora es un soldado que perdió más de trece años de su vida entre la selva, secuestrado por las FARC. Liberado, ya sabe qué hacer con su vida después de resolver el principal problema: ¿odiar a sus secuestradores o perdonarlos? Cuenta en entrevista para El Tiempo que “logré perdonar, no puedo vivir con el mal recuerdo. Quiero vivir tranquilo y sé que con odio no podré hacerlo”.

El problema de este exsecuestrado es el que tiene que resolver el país. No se trata de olvidar sino de recordar sin odio. Algo nada fácil. La columnista Salud Hernández recordó la escena desgarradora vivida en la casa campestre de la familia Angulo. Delante de la familia los exguerrilleros y exsecuestradores se impusieron el duro ejercicio de contar con todo detalle cómo habían secuestrado, cómo habían conducido por el monte en una huida desesperada cuando el ejército les mordía los talones y cómo finalmente habían decidido matar a los abuelos. Oyeron el relato entre lágrimas. Al final, en nombre de la familia, y aún estremecido por el llanto, uno de los hermanos le tendió la mano al guerrillero y le dijo: “odiar nos destruye. Yo los perdono, aunque no es fácil”.

Es una escena que tendrá que repetirse con toda su ilógica y dureza, porque es parte del precio que el país tendrá que pagar por la paz.

El perdón no se puede dar por hecho, hay que ganarlo (es ganancia para el ofensor, pero también para el ofendido), y los primeros pasos son hablar y escuchar como en la reunión de la familia Angulo. Estas afirmaciones las hizo el arzobispo Desmond Tutu en la carta publicada por el periódico El Tiempo. Allí agregaba: “hay una relación entre verdad y perdón”, la que se da cuando ofensores y ofendidos comienzan la reconstrucción de los vínculos rotos, mirándose a la cara para hablar y escuchar.

Una pedagogía como la que representó la publicación dominical de El Tiempo el 23 de septiembre, dedicada a la paz, mostrada y enseñada con el lenguaje contundente de los hechos, es la que contribuirá a la creación de un ambiente propicio para la reconciliación y el perdón.

Los medios de comunicación no harán la paz, ni crearán el ambiente para la reconciliación y el perdón, pero sin ellos ninguno de estos objetivos se logrará. Ninguna institución, ni siquiera las iglesias, tiene el poder de entrar diariamente en las conciencias de las personas, como lo hacen los medios de comunicación por la vía de las noticias y del entretenimiento, para llegar al interior de sus receptores. Es allí donde se construye la paz que, antes de llegar a la mesa de los acuerdos, debe instalarse en cada conciencia. VNC