Editorial

Tareas del postconflicto

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Todo indica que este será el año del postconflicto y que será necesario incluir en la agenda unas tareas ineludibles y necesarias. Serán ineludibles porque la de la paz o es una tarea conjunta o la paz queda en un saludo a la bandera; y serán necesarias porque sin ellas la situación del país continuaría igual.

La acogida

El postconflicto traerá consigo la reintegración de los antiguos combatientes de la guerrilla y del paramilitarismo a la vida de la sociedad. Según datos de junio de 2015, se habían desmovilizado 57.378 personas y de ellas 21.003 están en proceso de reintegración. Son cifras que dan una idea del problema real que representa para los colombianos recibirlos o rechazarlos. Las encuestas disponibles revelan una actitud de rechazo, comprensible en una población que solo tiene de los guerrilleros y paramilitares la imagen que los medios de comunicación han difundido. Es una imagen de grupo asociada a unas acciones de guerra y trazada por los medios informativos.

A pesar de eso el sentido común indica que, silenciadas las armas, se hace necesario que esos miles de colombianos vuelvan y se reintegren a la sociedad como trabajadores, vecinos, como parte de la vida económica, política, social y cultural. De no ser así, Colombia permanecerá en la situación de enfrentamiento que convierte a unos colombianos en enemigos de los otros, en un odio sin fecha de vencimiento.

El sentido cristiano señala como un deber de conciencia –algo superior a cualquier deber político o cívico– la acogida a los reintegrados, como trabajadores, como vecinos, como estudiantes, como profesionales o, en definitiva, como compatriotas.

Es alma de esa acogida el espíritu de perdón y de reconciliación. La decisión de perdonar y de reconciliarse es individual, pero el ambiente de perdón y de reconciliación es hechura de toda la sociedad.

Actos como el de la petición de perdón de las FARC a la población de Bojayá o el del expresidente Belisario Betancur en el Tolima a las víctimas del Palacio de Justicia crean ese ambiente y tienen un valor pedagógico que les dice al país que sí se puede.

Pero el clima propicio para una actitud de perdón en todo el país es tarea de todos, especialmente de cuantos cumplen alguna función educativa en el hogar, en la educación o en los medios de comunicación.

Se trata de crear un nuevo presente con una mente nueva, abierta a la tolerancia y a la reconciliación, en la que el odio tenga fecha de vencimiento

 

Una nueva mente

Esa disposición de todos es el punto de partida para la gran tarea del postconflicto y será la creación de una mente nueva orientada hacia la tolerancia, la desaparición de las desigualdades y la formación de un espíritu comunitario en las pequeñas poblaciones, en las unidades residenciales, en los vecindarios y veredas.

Los largos años de violencia junto con sus desgracias han enseñado que un régimen de odio y de soluciones de fuerza solo produce sufrimiento; por tanto, el postconflicto tendrá que impulsar una recuperación de confianza de las personas entre sí y en la relación con las instituciones. La guerra, al destruir la confianza, divide y pone a las personas unas contra otras. La paz, en cambio, resulta de una restauración de confianza.

Las anteriores parecen conformar una lista exigente de tareas, cada una más ambiciosa que las otras, hasta parecer una utopía. Pero es la tarea necesaria para la paz, en un año que para la Iglesia está signado por la misericordia. Cuando se repasa la agenda es fácil descubrir que cada una de estas tareas es una aplicación del mandato de la misericordia. Lo dijo el Papa cuando acababa de dejar abierta la puerta del Año de la misericordia, y parece dicho para Colombia:

“El mundo de hoy tiene necesidad de misericordia, de compasión, a través de ‘partir con’. Estamos habituados a las malas noticias, a las noticias crueles y a las atrocidades más grandes que ofenden el nombre y la vida de Dios. El mundo tiene necesidad de descubrir que Dios es Padre, que tiene misericordia, que la crueldad no es el camino; se cae en la tentación de seguir una línea dura, en la tentación de subrayar solo las normas morales, pero cuánta gente se queda fuera”.