Editorial

Rebelión contra lo real

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La rebelión contra lo real está produciendo cambios y progresos. Es lo que está sucediendo en Egipto, en Libia, en Yemen y en los demás países de África, que se cansaron de su realidad política y se levantaron contra ella.

Tenían en común una tradición de resignación a reyes o presidentes perpetuados en el poder. Y el atornillamiento en los tronos o en las sillas presidenciales produce corrupción, igual que la mortecina produce moscas y gusanos. El poder sin límites, sumado a la corrupción, malaconsejan a su vez, todas las aberraciones de la tiranía.

Hoy a esos países se les está volviendo común la rebeldía contra esas realidades que se creían inmodificables, y esa historia de sumisión ha comenzado a cambiar.

Los cambios comenzaron cuando las personas o los pueblos descubrieron lo posible. Lo posible es una parte de la realidad, solo que permanece invisible hasta el momento en que alguien indaga por su existencia y se propone volverla visible.  El inmovilismo, la corrupción, las tiranías crecen  en terreno abonado cuando las personas están sometidas al culto de lo real.

Es la historia oculta detrás de todos los grandes cambios. Y así como  en el continente africano los movimientos de protesta resultan ser el resultado de ese rechazo de lo real y de la voluntad de cambiarlo, también ocurre en los cambios que se están dando en otras latitudes. Es el caso ejemplar y paradigmático del proyecto que a fines del año pasado escucharon, entre incrédulos y esperanzados, los asistentes a un foro convocado por la Universidad Tecnológica de Bolívar en Cartagena.

Hasta ese momento para casi todos los presentes los Montes de María eran lo mismo que dominio de la guerrilla o de los paramilitares o de los narcotraficantes o de terratenientes sin escrúpulos. Esa idea cambió cuando el padre Rafael Castillo les describió las acciones de la Red de Desarrollo y Paz de los Montes de María.

El proceso había comenzado cuando, sentados en un auditorio, los habitantes de la región comprendieron que era posible cambiar su realidad, y que ellos tenían dos posibilidades por delante: seguir soportando en silencio la situación actual; o cambiar ese estado de cosas. Después vino el hallazgo de posibilidades,  como la creación de redes de jóvenes, de mujeres, de artesanos, de comunicadores; y si eso era posible también lo eran las cooperativas y la explotación entre todos de la que se llamaría la finca montemariana, para generar empleo y producción agrícola.

Aisladas, resignadas, rutinizadas, las fincas de la región seguían con escasa producción y con muchos miedos. Pero era posible hacer de ellas empresas productivas en las que pudieran confiar los propios campesinos y las entidades de crédito. Con estos presupuestos, la fe en lo posible y la confianza en sí mismos, arrancó en 2003 un proyecto que hoy se ha extendido a Córdoba, Urabá, el Bajo Magdalena y la Sierra Nevada.

En cambio, hay algo siniestro en el abatimiento y la resignación, porque constituyen una negación y desconocimiento de la obra de Dios en el hombre, que ha sido hecho un ser posible, antes que un ser real inmovilizado entre sus limitaciones. Cuando estas se aceptan pasiva y sumisamente, la vida humana y la vida de los pueblos son un desperdicio. Cuando alguien decide cambiar, desde El Cairo, hasta los Montes de María, se multiplica la fe en lo posible y se descubre la semilla sembrada por Dios en cada hombre y en cada sociedad.