Editorial

Por un ecumenismo real y cotidiano

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La celebración del 70 aniversario del Consejo Mundial de Iglesias ha llevado a Francisco hasta Ginebra, en un viaje exprés con un objetivo único: visibilizar su apuesta por el ecumenismo. Si bien podría haber visitado alguna de las agencias de la ONU allí para darle un empaque social, el Papa no ha querido desdibujar lo más mínimo el sentido de su peregrinación. La agenda ecuménica tiene prioridad en un Pontificado que ha rebajado badenes históricos, como manifestó tanto el encuentro en La Habana con el patriarca Kiril, como la conmemoración en Suecia de los 500 años de la Reforma.



La mano tendida a ortodoxos, protestantes y demás confesiones lleva consigo un mensaje directo a sus líderes y comunidades para que no vean al Papa y a los católicos como rivales, sino como hermanos. Lo cierto es que unos y otros reconocen en Francisco a un líder que ha sabido situar las diferencias doctrinales en su lugar para potenciar al Jesús que puso en marcha una única Iglesia, desde la diversidad de los apóstoles, pero bajo un mismo Espíritu.

Tal es la autoridad que se le otorga, que el Consejo Mundial de Iglesias ha hecho suyo el estudio de ‘Evangelii gaudium’, ‘Laudato si’’ y ‘Amoris laetitia’ con un empeño que no se respira en otros espacios intraeclesiales. Precisamente ese entusiasmo facilita dar pasos hacia adelante de forma efectiva y afectiva en la acogida conjunta de los migrantes o en la denuncia a una sola voz de la persecución religiosa. Empresas a todas luces necesarias, pero todavía insuficientes para hablar de una plena comunión a la que no se puede ni se debe renunciar.

En el día a día, los cristianos conviven de la mano con una naturalidad que va por delante de lo institucional, por lo que no está de más preguntarse si se marcha al ritmo adecuado en los despachos, aun conscientes de que precipitarse puede resultar contraproducente. De ahí el freno propiciado por Doctrina de la Fe a la propuesta del Episcopado alemán sobre la intercomunión de matrimonios mixtos. Una decisión que el Papa aclaró en el vuelo de regreso al respaldar la comunión en casos especiales, tal y como reconoce el Código de Derecho Canónico, pero sin establecer, de momento, consideraciones generales como pedía aquel Episcopado.

Una vez más, Francisco no quiere dejarse llevar por una norma que corra el peligro de absolutizar en uno y otro sentido, que caiga en el “todo vale” o en el “nada vale”. De nuevo, el Papa llama a las soluciones pastorales, también en materia ecuménica, por el acompañamiento y discernimiento de cada caso. Una máxima en el camino hacia la comunión que requiere de un esfuerzo cotidiano mayor, de un ecumenismo de piel, pero que dará el fruto del encuentro que busca Francisco.

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