Editorial

Plenaria episcopal: un cambio de agujas

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Del 18 al 22 de noviembre tendrá lugar la CII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), una de las dos que anualmente celebra el Episcopado. Son estos encuentros uno de los signos más importantes que la Iglesia tiene de trabajo en la comunión. Varios temas de interés en una agenda que estará marcada por el nombramiento de un nuevo secretario general, que sucederá a Juan Antonio Martínez Camino.

Sería, igualmente, la última del actual presidente, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, ya que en la próxima ordinaria, siguiendo los estatutos, y superada en más de dos años la edad canónica, no entra en los cálculos la reelección, aunque sí el relevo en la sede madrileña.

Esta Plenaria marcará el final de una etapa. Lo que venga está por ver, y la visita ad limina que los obispos realizarán a Roma en febrero será una ocasión para renovar la comunión con el papa Francisco, quien, por otra parte, viene destacando la importancia de lo diocesano y el papel que han de jugar las conferencias episcopales.

El nuevo estilo marcado por el Papa, más allá de lo doctrinal, los retos que se abren a la Iglesia española en los próximos años, así como la nueva geografía episcopal que se trazará, principalmente en las sedes de Madrid y Barcelona, aunque no las únicas, además del cambio en los cuadros directivos de la CEE, están sobre la mesa.

Se abre un nuevo horizonte y, por lo tanto,
esta Asamblea servirá para tomar
el pulso de cara a los próximos años,
si bien pesan hipotecas de estilos que han fijado,
y mucho, el camino del futuro.

Se abre un nuevo horizonte y, por lo tanto, esta Asamblea servirá para tomar el pulso de cara a los próximos años, si bien pesan hipotecas de estilos que han fijado, y mucho, el camino del futuro. Una Asamblea que estará marcada por diálogos y conversaciones de cara al cambio de agujas.

La elección de secretario general, propuesto por la Comisión Permanente, ocupará parte de su tiempo. En su perfil, según los estatutos, destacan estas labores: ser enlace entre los órganos de la Conferencia y los obispos; recoger y transmitir información a todos los obispos; levantar acta de reuniones; moderar organismos dependientes de la CEE; coordinar los secretariados; contactar con otras conferencias episcopales y con las provincias eclesiásticas…

De la secretaría dependen las vicepresidencias de Asuntos Generales y de Asuntos Económicos, la pastoral con los católicos orientales, la Oficina para las Causas de los Santos, el Fondo de Nueva Evangelización y los servicios centrales.

Es lo que piden unos estatutos que, en varias ocasiones, han sido criticados como excesivamente “presidencialistas”, por lo que un secretario, elegido dependiendo de quién sea el presidente o impulsado por él, no sería aconsejable. Es este un momento oportuno para una mayor “agilidad” de voto.

Lleva aneja, según estatutos, la labor de portavocía, sobre la que se aconseja que se tenga en cuenta a la Comisión de Medios. Sería el momento de aclarar esta función para que vuelva al seno de este organismo un trabajo de comunicación basado en un proyecto común, sin fisuras ni obediencias debidas.

La imagen ante la opinión pública es una deuda que la Asamblea tiene pendiente. Y ahora pueden saldarla. El portavoz, sea el secretario o no, sea hombre o mujer, obispo, sacerdote o laico, ha de tener clara su misión de transmisor: no ser él el mensaje.

En el nº 2.871 de Vida Nueva. Del 16 al 22 de noviembre de 2013.

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