Editorial

¿Lógica de mercader?

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Según esta lógica, el éxito de una institución se mide por la cantidad de afiliados –sean clientes, comprometidos con la causa o miembros activos– . Por tanto, gran parte, si no todas sus actividades, están dirigidas a la conservación y multiplicación de sus afiliados.

El cliente es la razón de su existencia, por eso la institución o empresa debe conocer sus gustos, atenderlos y estimularlos, porque el cliente siempre tiene la razón. Sería suicida ir contra esa razón. Esa es la lógica del mercader.

Con esa lógica han sido interpretadas las dos recientes decisiones del Papa, de absolución en casos de aborto y de agilización de los procesos de anulación de matrimonios. Según esa interpretación, serían gestos demagógicos para ganar el aplauso de la galería y para retener una feligresía en proceso de dispersión y salida. Sería, pues, una liberalización de las normas y de la doctrina inspirada por la lógica vulgar de un mercader.

Hubo un tiempo en que eclesiásticos y feligreses pensaron así: puesto que la católica era la fe mayoritaria, podía ejercer un poder que se les negaba a las confesiones minoritarias; por tanto, la fuga de fieles, además de derrota institucional, ponía en peligro el poder de la Iglesia.

Quien ha seguido el pensamiento de la Iglesia después del Vaticano II y ahora con el papa Francisco advierte que la lógica del mercader desaparece sustituida por la lógica del samaritano. Una Iglesia samaritana sólo piensa en los heridos y en cómo curar sus heridas. No importan la nacionalidad, la clase social, la religión o el color: son heridos y eso basta. Es otra Iglesia más cercana a la lógica de Jesús e infinitamente distante de la lógica del mercader.