Editorial

Ladrones de alimentos

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Por lo visto, para ofrecerles alimentos a los niños pobres de Bogotá las autoridades del distrito solo pudieron encontrar una empresa creada este año para ganarse el contrato, sin experiencia en compra y distribución de alimentos, incapaz de encontrar direcciones en la capital y sin conocimiento alguno de lo que un niño y un viejo necesitan. La tal empresa, Alimentación Social 2013, que iba detrás de un contrato de 18.253 millones, sabe de reforestación y sus propietarios parecen convivir con la idea de dejar vacía la mesa de los miles de niños con hambre, mientras su negocio prospera. Cuando se conoció esta noticia, el Banco de Alimentos de la Arquidiócesis daba cuenta de las 1.300.000 personas servidas en sus comedores con menos recursos pero con un claro espíritu de servicio. El contraste plantea unas conclusiones obvias: ¿Por qué si el Banco de Alimentos puede, el Distrito, con todos los recursos en la mano, no puede? ¿Por qué acude el Distrito a un reforestador inepto, y por todos los datos, corrupto? ¿Merece alguna confianza un gobierno incapaz de proteger los alimentos para unos niños? ¿Lo de una Bogotá más humana cuenta a la hora de firmar contratos?